El destino les llevo a esa casa, no estaba planificado pero aquella terrible lluvia de verano hizo que la familia Montes les acogiera después de que el agua se llevara toda sus posesiones, camping incluido.
Era una familia amable y cordial, les dio ropa limpia y de cenar lo mejor que tenían.
Al despertar, en el desayuno uno de los maltrechos veraneantes pregunto a la señora de la casa:
- No sabia que teníais niños.
- No los tenemos. Aclaró la señora
Se miraron con incredulidad.
- Pues juraría que había escuchado esta noche la risa de un niño,vocecitas, incluso el ruido de jugar con sus juguetes, de verdad, hubiera dicho que era como un carrillo porque sentía como chirriaban las ruedas oxidadas.
Al ver sus caras de perplejidad aquella mujer aclaró.
- Ernesto, el dueño de la casa.
Entonces llego uno de los hijos que superaba ya los cuarenta años. Estaba apoyado en el hueco de la puerta.
- Ernesto no quiere que se hable de él. Es un duende con malas pulgas.
Me gusta cuando hablas de duendes y de hadas.
ResponderEliminarBesos!
Ernesto tendrá malas pulgas pero tu se las quitas en este texto.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Estupendo:)
ResponderEliminarMuy bueno! Ernesto me suena nombre de duende... si
ResponderEliminarUn beso grande!
* A TODAS: Ariadna, Rosa, María, y Corina,Me entusiasma ver vuestros comentarios cada día, sentir que os gusta en menor o mayor medida pero que siempre os encuentro.
ResponderEliminarMaría, te veo por aquí por primera ves, espero que no sea la última.
Besos y un abrazo :)