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♥ Entra y siéntete en casa ...

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lunes, 30 de noviembre de 2015

Las Trenzas de Dorotea







Cuando Dorotea despertó, pensó que no era Domingo, mermelada aún no había entrado en su cuarto, ni se escuchaba la radio con música moderna, ni siquiera había escuchado a tía Luisa  preparar en voz alta los planes que tenía para pasar el día.

Dorotea se sentó en la cama y descubrió que la puerta estaba cerrada. Se asustó. La puerta de su cuarto tenía que estar siempre entre abierta, todos sabían que le daba mucho miedo sentirse encerrada.

Se puso la camisa de cuadros y el pantalón de pana beige.  Bajó las escaleras y pudo ver a su madre sentada en uno de los taburetes de la cocina llorando.

"Qué haces con esos pelos, porqué no te has peinado, anda ven Dorotea, déjame que te peine"
La madre se secó las lágrimas y fue al baño de donde cogió un cepillo para peinar a la niña.
"Hoy quiero las trenzas, quiero que me las haga tía Luisa"

"Hoy no puede ser, tía Luisa ya no podrá hacerte las trenzas"

"pues yo no quiero una cola quiero las trenzas"

La madre de Dorotea paró un instante, no quería ser dura con la pequeña, no quería decirle que tía Luisa ya no estaría  con ellos nunca más, que tendrían que vivir con su recuerdo, y que tendrían que esforzarse para no olvidarla.   Intentó hacerle las trenzas que le hacía tía Luisa, trenzas de espigas y con las gomillas de mariposas en el extremo.


Algunas horas después su papá y sus abuelos llegaron a casa todos vestidos de negro y tristes. Aquél domingo fue diferente a todos los domingo que ella podía recordar, no hubo bizcochos ni música ni juegos de cartas en la mesa del salón. Aquel domingo el bastón de tía Luisa permaneció todo el día en un rincón del salón, junto  al perchero, Dorotea estuvo todo el día preguntándose como podría andar la tía sin su bastón, nunca la había visto sin él a un palmo  de ella. 

Anselmo, el padre de Dorotea acostó a la niña pronto, aún el sol se intuía en el horizonte cuando la arropó y le contó una historia para que durmiera. 

No sé cuanto rato había pasado cuando la niña despertó... 
"Dorothy..."

"Tía...?? "  Nadie excepto su tía la llamaba así

"Dorothy.. ¿quieres que te haga las trenzas para mañana ?"    Cuando miró... Tía Luisa estaba sentada  a los pies de la cama.

"Si... mamá no sabe hacérmelas como tú "  Dijo la niña mientras se acercaba a la mujer.

"Mamá me dijo que ya no podrías hacerme las trenzas, que ya no ibas a vivir con nosotros"

"Bueno, es verdad, ahora estoy en otro lugar"

" Y porqué te has ido, a caso no estabas bien aquí... Se te olvidó el bastón, si quieres voy a por él, no podrás bajar las escaleras"

" No Dorothy, donde vivo ya no lo necesito. Si quieres vendré a hacerte las trenzas para  el cole todas las noches"

" Creo que mermelada se ha perdido, hoy no lo he visto y no me han dejado ir a buscarle"  La niña se entristeció pensando que el gato de su tía hubiese terminado como el del vecino, atropellado en la carretera. 

" Está en el cementerio, pero en unos días volverá "  Sintió el beso de la mujer en su cabeza y se volvió a arropar esta vez ella sola.

...

A la mañana siguiente, Dorothy bajó  con uno de sus vestidos favoritos y las trenzas perfectamente hechas,  trenzas de espigas y con la gomilla de mariposas.

La madre de Dorotea la miró petrificada.

"Cómo has podido hacerte esas trenzas tan bien hija"

" No me las hice yo mamá, me las ha hecho tía Luisa"

La madre pensó que si era duro aceptar la perdida de Luisa para todos ellos para una niña de 8 años debía ser insoportable, tanto como para que ella misma se hiciera las trenzas y se inventara que su tía seguía haciéndoselas...





viernes, 27 de noviembre de 2015

Ella






Y el que sólo quería acostarse con ella, acabó por verla dormir.
Terminó por secar sus lágrimas, escuchar sus problemas y yéndola a recoger después del trabajo.
Él, que sólo quería tocar su cuerpo, acabó por llevarla de la mano por la calle.
Él, que sólo quería un lío de una noche,
Se convirtió en adicto a sus besos, de su cabello, de sus gestos, de ella.

Pasó de querer comérsela a querer comerse el mundo con ella.





lunes, 23 de noviembre de 2015

Una vez en la vida ~ 2 ~












Él era un hombre silencioso, en la oficina pasaba por un hombre solitario pero Clara sabía que no era así, compartían cada día el desayudo a media mañana y el café cuando la jornada se alargaba hasta la tarde.

Pedro siempre parecía estar muy concentrado en su trabajo hasta que Clara se giraba a eso de las 10:15 min para alcanzar su bolso marrón con flecos. Entonces Pedro levantaba la  mirada del monitor y observaba por encima de sus gafas como Clara se colgaba su bolso y alisaba su falda de una forma casi imperceptible.  Pedro la esperaba,  cuando pasaba justo por su mesa Clara se paraba como sin prisa y Pedro le decía  " ¿Nos vamos al desayuno?"

Les gustaba ir al Bar de Alfonso, cuando los veía llegar comenzaba a preparar los cafés y las tostadas.  Ellos se sentaban en la mesa de la esquina, donde en esas fechas del año llegaba el sol de la mañana templado y suave.  Pedro se paseaba discretamente por los pasillos de las mesas para buscar su periódico favorito.  A veces entraba al baño y cuando volvió Clara ya le había untado la mantequilla a su tostada y le había dejado el medio sobre de azúcar que siempre compartían. 

Comentaban las noticias del periódico, miraban los transeúntes  que paseaban por la acera mientras que saboreaban el mejor momento  de todo el día.

Los operarios del ayuntamiento preparaban esa mañana las luces que adornarían las calles en Navidad.  

"¿Qué harás en Nochebuena?"  Ella preguntó a la vez que buscaba el dinero en la cartera para pagar.
"No sé...  cenar langostinos que ya están en el congelador,  comerme los mantecados que le compré a la hija de Azucena, beberme algo para que me entre morriña y dormir"

Vivir solo y no tener familia cerca era una pesadilla para Pedro, prefería no pensar en esa noche.

"Porque no lo pasamos juntos.  Este año mi hermana y su marido vienen a casa. Podrías venir, y así no tendría que aguantar en solitario las cosas de mi cuñado"
"Lo pensaré"   Respondió alagado Pedro
" No seas tonto, no te lo pienses, siempre es mejor compartir los langostinos que comerlos en solitario"

Ambos se levantaron y sonrieron.  En esta ocasión Clara pagó  los desayunos y volvieron juntos a la oficina. Al entrar dejaron paso a una mamá que salía con el carrito de bebé, Clara pudo ver al pequeñín que dormía plácidamente. La mano de Pedo rosó la suya por un momento. Notó el calorcito de su mano y no pudo evitar cogerle de la mano.

 "Diooooos, pero si  tienes las manos como témpanos de hielo!!!!”

   Clara sentía el calor de las grandes manos de Pedro, sentía dolor en sus manos al percibir el cambio de temperatura.  Se quedaron un instante en la entrada, Pedro ponía las manos de su amiga entre las suyas para que recobraran una temperatura normal. 

 " Te voy a comprar unos guantes"  Le dijo bromeando 
"Los tengo pero en casa, no pensé que bajarían tanto las temperaturas"   Clara sonrió.

"¿Mejor? " Preguntó al cabo de unos minutos
"Siii"

Entraron en la oficina.   Pedro se sentó en su silla de cuero negro descubriendo nuevas notificaciones.
Clara puso su bolso  en su lugar  y atendió al teléfono que sonaba...  mientras atendía la llamada se giró un instante a la mesa de Pedro y lo descubrió mirándola. Éste le guiño el ojo  y ambos se sonrieron.

Él dejó un momento el  trabajo  y buscó el número de teléfono de una de las mejores floristerías de la ciudad.







viernes, 20 de noviembre de 2015

Una vez en la vida




Ella era como cualquier mujer, como cualquiera de las que veis cada día en vuestra vida cotidiana; como vuestra vecina, compañera de trabajo, como esa que viaja silenciosa en vuestro mismo trayecto en el tren cada mañana para ir a trabajar.

Ella era sencilla, silenciosa, observadora y risueña.  Nunca tuvo esposo. Nunca lo echó en falta, cada cierto tiempo el camino de la vida,  la casualidad y el destino hacía que compartiera cierto trayecto con un hombre bueno que le robaba el corazón y le hacía creer que podía ser amada como ella amaba... Sin miedo,  sin ataduras, con la sensación de entregarse a un universo en el que llegas a él en caída libre. 

Ese día había sido como uno más, llegó del trabajo y tras el almuerzo se sentó en el sofá a estirar un poco las piernas  y a cerrar  los ojos durante algunos minutos.  El zumbido del timbre de la puerta la sorprendió, no era nada habitual que a esas horas llamaran a casa.  Miró su reloj de pulsera camino a la puerta - las 16,35 min.-   Al abrir la puerta un hermoso ramo de margaritas ocultaba el rostro del que lo portaba, su carita  se asomó  por un lado del ramo...

"Clarita Sánchez"

"si"   apenas pudo pronunciar esa afirmación.

El muchacho, muy joven, apenas tendría los 20 años, le cedió el ramo que Clara abrazó como si temiera estropearlo entre sus brazos.

"Puedes firmarme aquí"

Ella sin disimular lo extraordinario del momento firmó temblorosa  y el jovencito le deseo una buena tarde para de inmediato subir a la furgoneta de reparto y seguir regalando risas y sorpresas.

Clara entró, nerviosa, sorprendida, inquieta...   colocó con cuidado el ramo sobre la mesa un momento mientras buscaba el jarrón más bonito que poseía.  Las margaritas blancas le sonreían ampliamente,  las colocó con cuidado en el jarrón en el que previamente había llenado con algo de agua. Nunca... Nunca le habían regalado flores.  Las olió y estuvo allí mirándolas al menos media hora hasta que entre las flores pudo distinguir algo...  Se acercó y cogió  con sumo cuidado una tarjetita. La abrió deseosa por saber...  

*Espero que las flores sepan decirte 
lo que mis torpes palabras no saben*

Reconocía esas letras.
Su corazón latía fuerte.
Sentía como caía por el precipicio del amor.
Nunca antes, a pesar de sus cuarenta y tantos... nunca antes, ningún hombre  había tenido el detalle de regalarle flores. 
Ella siempre pensó que toda mujer debe saber que se siente  al ver un ramo de flores esperándote tras una puerta al menos una vez en la vida.  
Y  después de media vida, descubrió que ella también tenía su ramo.






miércoles, 18 de noviembre de 2015

Cuentos chinos





Martina enseñó el anillo con la pequeña piedra que brillaba tanto como sus ojos.


El matrimonio de amigos que los acompañaban en ese fin de semana de naturaleza y tranquilidad  la miraron complacientes y con felicidad contagiada.  ”Sabíamos que terminaríais juntos... a que sí cari"  comentó  Toñi a su marido que ascentía  a la vez que daba un buen bocado al cruasán  mojado en el café.
"Yo tampoco tardé mucho en declararme " José miró a su esposa que le sonreía
“Pues como vosotros... unos cinco meses"  comentó Toñi.
“Resulta curioso que una escritora y  un mecánico resultaran siendo tan compatibles. ¿Cómo os conocisteis? " Preguntó a la vez que intentaba recordar si alguna vez le habían contado como se conocieron sus mejores amigos en estos día.


Martina un poco aturdida ante la inesperada pregunta balbuceó un...  bueno pues... mirando a un Pablo expectante. ” ¿Me dejas contarlo a mi?”  Pablo se limpió la boca con la servilleta y  explicó que se le estropeó la camioneta en mitad de la calle, en  la avenida central y tras aparcarla de mala manera como mejor pudo entró en el primer  establecimiento que encontró abierto y Martina estaba en él, poniendo libros en una  pequeña estantería del escaparate.   No sólo me  dejó el teléfono para llamar al seguro, m hizo comprarle su primer  libro.  Le dejé una tarjeta de la empresa y algunos  días después me llamó para preguntar si todo iba bien.  Nos fuimos enredando y aquí estoy.

Martina lo observaba sorprendida de la capacidad de improvisación de su Pablo.  Ella  era incapaz de salir airosa de una pregunta así sin tener ciertos reparos para montar una historia corriente  que pasara desapercibida ante unos amigos  deseosos por saber... 
Porque la verdad es que Pablo no entró en ninguna librería,  Martina fue la que entró en el taller de Pablo,  entró precipitada y nerviosa, había bollado el coche de su marido, y cuando éste lo descubriera se tendría que enfrentar  con los terribles demonios de un hombre cargado de ira y superioridad.

Pablo se sintió atraído por ella desde el primer momento pero no fue hasta la tercera vez que Martina entró en el taller para pagar la factura en efectivo para que su marido no  descubriera el percance ocurrido cuando ella se fijó en la mirada de Pablo, en sus gestos e insinuaciones.   Tomaron café juntos  en la cafetería frente al taller y las palabras y los gestos se convirtieron en deseo. Buscaban momentos prestados para  amarse a escondidas hasta que después de tres meses Martina decidió dejar a su marido y vivir con el rudo y malhablado Pablo, que era sin lugar a dudas el hombre que más la había cuidado y querido de todos los que pasaron por su desdichada vida.








sábado, 14 de noviembre de 2015

Noviembre contigo




















Nadie sabe vivir sin una manta de sofá un domingo por la tarde de esos fríos... De chocolate y galletas, y siesta, y estufa, y tele... Son pequeñeces que son indispensables, que se hacen grandes... tanto como tú en mi vida... 
Yo siempre he sido de noviembre. Todos saben que es mi mes favorito.  No me ha pasado nada bonito ni inolvidable en este mes.  No es porque tenga recuerdos guardados en noviembre. Siempre fue un mes en blanco que adoraba por ninguna razón... ahora sé porque me gustaba tanto. Porque en noviembre estabas tú... Y la manta de sofá, el hombre que me cuenta cuentos, ese  hombre que sabe estar sin mí pero que comparte momentos conmigo, alguien que siente y convierte trocitos de vida en complicidad y sonrisas. Alguien que me quiere porque sí y convierte en nuestro cada gesto y cada momento compartido.  En noviembre estabas tú... pero aún no lo sabía. Ahora lo sé y me hago trencitas pensando en ti  Y sé que eres un amigo para toda la vida. 
Aunque nuestros caminos se separen y  un día ya no haya más que decir. Recuerda siempre que mi noviembre era tuyo. Que noviembre siempre será... nuestro noviembre.




miércoles, 11 de noviembre de 2015

Quiero...





Quiero que sepas algo, necesito decírtelo para que lo lleves contigo siempre, por si algún día te fallo, por si algún día no llego...

Intento imaginar como sería mi vida sin ti, intento recordar como era mi vida antes de ti... posiblemente sería la misma, o no... Pero seguramente seguiría buscando esa pieza del puzle de mi vida que sin duda posees tú.
Quiero que sepas que me llenaste el alma de vida, de ilusión, de fuerza, de risas, de enseñanzas, de paciencia. Que tú me hiciste no tener dudas, que nunca, ni por un segundo me he arrepentido de haberte encontrado, incluso cuando nos peleamos.
Tengo la certeza de que somos unos valientes,  que ya no somos los mismo que hace tiempo atrás, que ahora somos mejores, que somos un buen equipo. Que la vida no sabía con quien estaba tratando, que somos de los que no se rinden.

Quiero decirte que me siento orgullosa de ti, que me encanta nuestras conversaciones, que siempre me enseñas algo, que  me encanta acabar llorando por cualquier gilipillez que se te ocurra. Me encanta de igual forma el silencio entre ambos, la paz y la tranquilidad de estar callados y saber que aunque no hablemos estamos conectados.   Me encanta hacer planes contigo y compartir nuestro tiempo.

Quiero que sepas algo, necesito decírtelo para que lo lleves contigo siempre, por si algún día te fallo, por si algún día no llego... Quiero que sepas que siempre voy a estar de tu lado, de tu parte y que siempre creeré en tus sueños y esperanzas, en tus proyectos y decisiones. Quiero decirte que sin tí siempre hubiera sentido ese hueco vacío, sin tí todo hubiera sido distinto.
Que contigo siempre hablaré en presente.





lunes, 9 de noviembre de 2015

El camino a casa







Se desnudó frente a mí de la forma más erótico que alcanzo a recordar.  Nunca antes ningún hombre había causado en mí tal expectación.
Se quitó lo prejuicios
Se desabotonó los miedos
Y se dejó ver los recuerdos...



viernes, 6 de noviembre de 2015

De besos y sonrisas





Sus horarios son diferentes.  Cuando Manuel se levanta para trabajar aún la noche reina en las calles. Se viste y se prepara sigiloso para no despertar a Irene que aún puede dormir un poco menos de dos horas.

Lo último que hace Manuel antes de salir de casa es darle un beso a Irene; suave, imperceptible, para no despertarla... A veces se mueve un poco al sentir el beso y  esboza una sonrisa aún estando dormida, la mayoría de las veces no se mueve, no se da cuenta de ese beso regalado.  Sin embargo al despertar nota el beso  de Manuel en su mejilla, donde  se queda todo el día e irá con ella allá donde vaya. 


La vida de Irene también es ajetreada, a penas tiene tiempo para darse un respiro, pero a veces en mitad del almuerzo con las compañeras de trabajo, mientras espera el tren de cercanías para ir  al trabajo o para volver a casa, mientras espera la cola para pagar en el supermercado alguna compra...  a veces en esos momentos  de pausa, siente ese beso de Manuel, sonríe, recuerda sus gestos y sus muecas.  Entonces siempre le llega una irresistible necesidad de volver a casa pronto, de estar cerca de Manuel, de que le regale nuevos besos que se transformen en sonrisas.




martes, 3 de noviembre de 2015

Gestos


He olvidado el camino que me hizo llegar aquí, a tu lado...

Me gusta sentarme a la mesa con todos sus amigos, a su lado, escucharlos atentamente, mantener una conversación sin censuras ni remilgos.  Posar mi mano sobre su pierna sin dejar de mantener la conversación y las risas con los comensales. Sentir como él pasa las yemas de sus dedos por mi espalda mientras hace descansar su brazo en el espaldar de mi silla.

Me gusta verle venir de lejos,  que me busque con la mirada sin dejar de cambiar el paso. Que llegue a mi y me coja del brazo, que me de un beso en la mejilla,  que me pinche con su barba. Ir cerquita de él para reconocer su olor, escuchar sus cosas cotidianas e insignificante que para mi son un mundo.

Me gusta mirarlo cuando no se siente observado, en casa, mirando las  noticias en televisión cuando llega del trabajo, como gesticula negando, desconcertado por la sin razón del mundo que nos tocó vivir.  
Como rebaña el plato  del almuerzo, como apaga en mitad de alguna noticia la televisión y decide encender uno de sus cigarros.  Me gusta que me descubra mirándolo y me sonría, que expulse lentamente el humo, que me pida que me siente a su lado.

Me gusta despertar a media noche y sentirlo a mi lado, abrir los ojos cada mañana y descubrirlo junto a mí, que me mire y me sonría, me abrace aferrándose a los minutos del reloj que pasan demasiado rápidos.
Me gusta saberme suya y tener la certeza que me ha legado su corazón para que yo lo cuide.

Me gusta que se me escapen las mariposas, sentir el vértigo a recordar las dudas y los miedos al creer que el camino que elegí no fuera el correcto, que me devolvieran a ese laberinto de inseguridades que tan bien conozco, sin embargo me gusta pensar que todo lo que he andado, todo lo recorrido me llevaba a ti.

He olvidado el camino que me hizo llegar aquí, a tu lado...