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♥ Entra y siéntete en casa ...

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viernes, 31 de julio de 2015

VentanaS

No fue hasta que cogí las vacaciones cuando me percaté de su presencia.

No tenía mucho que hacer, la empleada doméstica  mantenía en orden mi piso.  Prefería salir por la noche, cuando las temperaturas bajaban,  cuando se podía respirar un poco de aire fresco.

Fue una de esas mañanas fumándome un cigarro en la ventana de la cocina cuando la descubrí.  Desde el patio interior  todas las ventanas quedaban a la vista, ella se paseaba sin pudor en ropa interior, aún no había descubierto que aquellas ventanas estaban a la vista de todos o simplemente no le importaba.

Era guapa. si...  Tenía el pelo castaño, lo suficientemente largo como para llevar un moño alto, así ... en forma de roete. Delgada.  Quizás demasiado joven, pero eso hoy en día no se sabe, todas se mantienen hermosas durante décadas.

Me aficioné a furmarme los cigarros junto a la ventana de la cocina si,  y no sólo para verla en ropa interior, leía por las mañana, dormía siestas de una hora y diez minutos y le gustaba ver películas comiendo tarrinas de helado.

No fue hasta semanas después, ya había vuelto al trabajo, estando en el bar de la esquina de casa cuando la vi entrar y pedir en la barra un par de refrescos.

- Hola. Me dijo con expresión de reconocerme

- Hola.  No alcance a decir más.

- Eres mi vecino... el que fuma en la ventana.

- Ese soy yo... respondí con sensación de verme descubierto.

- Tu mujer no te deja fumar en casa eh?  Sonrió mientras pagaba los refrescos

- No hay mujer.  Aclaré

- Oh!  lo siento, no quería entrometerme.   Se marchó con sus labios con brillo, y sus pantalones cortos.

Aquél encuentro sólo sirvió para cortar de raíz la costumbre de mirarla mientras fumaba. Pero cuando estaba en la cocina mis ojos siempre se desviaban a su ventana y fue en uno de esos momentos cuando la vi en la ventana,  levantó la mano en forma de saludo.

Vi correcto abrir la ventana para saludarla, intercambiamos saludos  y mantuvimos una conversación cordial.  Ella me invitó a que fuera a su casa. Me invitó a cenar.  La curiosidad pudo conmigo la verdad.  Aquella velada fue corta y nos limitamos a mantener una charla amena, sin ser demasiado simpáticos, ni cercanos, ni preguntar demasiado.
El caso es que aquellas cenas fueron habituales y poco a poco descubrimos que estábamos bien juntos.   Yo era mayor para ella, al menos me sentía mayor, no me llegué a plantear nunca ciertos acercamientos, los pensaba, claro, como todos los tíos, pero intentaba mantener la sensatez y creerme que lo lograba.

No sé lo que pasó aquella noche,  no fue ni mejor ni peor que las otras noches. Varios meses con su amistad  habían conseguido relajarme y dejar de estar constantemente en alerta para no pisar terrenos incómodos. Puede que eso fue lo que pasó, me dejé llevar por el bien estar que me regalaba. Así que cuando me besó  de una forma atolondrada en el descansillo de su piso en el momento de despedirme no supe qué hacer, en esos  momentos hay que pensar con agilidad, que hacer... lo aceptas, lo rechazas... quieres seguir o te inventas una escusa para salir del embrollo lo más airoso posible... y todo eso en milésimas de segundos... yo estoy mayor  para esos reflejos así que cuando me dí cuenta yo era quien la besaba y ella abría la cremallera de mi pantalón,  un par de pestañeos después, me sorpredí quitándole la camiseta y un suspiro mas tarde saboreaba sus pechos... 

Que me sentía bien con aquella historia no lo puedo negar, llevaba demasiado tiempo en dique seco y en aquel tiempo mantener sexo tan divertido era un regalo que la vida me daba cuando había comenzado a tirar la toalla.

No lo había comentado con nadie, no me apetecía escuchar veredictos que con seguridad no los compartiría, así que me limité a vivir nuestra historia según viniera, sin demasiadas espectativas,  sin perjuicios ni remordimientos.

Siempre supe que ella marcaba los tiempos, que ella llevaba las riendas de lo nuestro, así que cuando entró aquella noche al bar  y  se sentó a mi  lado no me extrañó demasiado, charlamos y nos reímos como de costumbre, me sentía cómodo y bien. Olvidé que no estábamos en casa, ya estábamos esperando la cuenta para pagar cuando ella me abrazó y me besó. En mitad del bar. Con la mirada atónita de mi amigo Paco,  y de los conocidos del barrio.

Sus labios no eran la primera vez que me besaban, lo habían hecho muchas veces antes. Pero tenían ese efecto de que cada vez que los volvía a besar era como naufragar de nuevo, volvía sentir cómo algo dentro de mí renacía.   Con el tiempo me di cuenta que en su boca yo perdía la memoria.  Había pensado tantas veces en si aquello encajaba con lo estipulado...   ahora de pronto lo había olvidado todo, simplemente quería seguir estando y que ella estuviera aquí, conmigo.




martes, 28 de julio de 2015

Cibernovios





Ella lo envuelve en sus maravillas. 
Él la lleva a lomos de su caballo en cada una de sus aventuras.
Su amor era perfecto salvo por algunos detalles de distancia,
de circunstancias y de tiempo.
Pero nada importaba,
Nada era más importante que ese amor,
y la promesa del encuentro.

Se sueñan a ratos,
se inventan y se idealizan como los personajes de una historia nueva para ellos, 
se van a la cama con su última conversión en la memoria.
Quedarse dormidos sabiéndose uno del otro, 
y así a poquitos, entre risas y alaocadas propuestas la promesa llegó...
Aquel encuentro supo a comienzo,
las letras se convirtieron en besos y sin darse cuenta un día despertaron en el paraíso,
donde los dos compartían vida  y momentos robados al mundo cotidiano.

Se saben juntos,
y sonríen cuando se miran 
sabiendo que su amor germinó entre las teclas de sus  ephones, 
entre las risas de los amigos de la red, 
y de pronto se vieron enredados en un sentimiento  que nació sin pedirlo,
atolondrado y sin saber a donde los llevaría,
pero el amor es así, alocado, aturrullado, impaciente como un niño antes de abrir los regalos de navidad.
Él le enseña las tierras de su hogar, como si fuera ese edén donde todo comenzó,
y ella.. ella lo envuelve en sus maravillas.


A Rosa L.


viernes, 24 de julio de 2015

Amores cercanos


  Había escuchado hablar de él.  Los recovecos del destino hicieron que él tuviera que quedarse cerca de ella una larga temporada.
Ella se sentía extrañamente atraída por él... a pesar de ser un hombre rudo y desaliñado,  le gustaba verle en la puerta de su casa poniendo a punto su moto, con las manos y la cara llena de grasa,  con las herramientas esparcidas por la acera, y hablando con todo el mundo que pasaba por su lado y le saludaba.
Sin embargo a ella la ignoraba, cuando ella pasaba era como si fuera la brisa de la tarde, o un gorrión que picotea los restos de algún bocadillo, no la miraba, no saludaba, no despegaba la vista de lo que estaba haciendo,  por muy corta que fuera  su falda o por muy bien que oliera su perfume.  Ella era invisible para él.

Aquél verano él solía leer en la puerta de su casa por las noches, en ocasiones uno de los vecinos se sentaba con él y se bebían una cerveza.  Ella solía estar con las amigas, hablando de los planes para el otoño o escuchando las historias amorosas de sus amigas. Todas se habían empeñado en que le diera una oportunidad a Pedro, que estaba por ella desde cuarto, pero a ella no le gustaba Pedro, de echo no le había gustado nadie nunca  hasta ahora.

" A Angélica le gusta el viejo ese"
"Que viejo?"
"Si ese de ahí enfrente, mi madre dice que es un desgraciado..."

Aquella palabra fue desoladora, como un salicor recorriendo un páramo polvoriento y desértico. No pudo evitar fruncir el ceño. Sus cuatro amigas no dijeron nada pero supieron que era cierto, a Angélica le gustaba ese tipo raro y estrafalario, además de viejo y medio calvo.

Cierto día de aquel verano el hombre llamó a la puerta de la casa de Angélica, venía a ayudar a su padre a sacar algunos trastos del sótano.  Ella se sentó  en el último peldaño de las escaleras leyendo un libro haciéndose ver mientras su padre y su nuevo amigo bajaban y subían por las escaleras de sótano.   Un buen rato después el padre de Angélica le invitó a una cerveza, ella permanecía en el mismo sitio. Con el libro entre sus manos y atenta a la conversación de los dos hombres.

"Ese libro no es demasiado complicado para ti?  Yo lo leí hace un par de años"

Ella cerró el libro lentamente y subió la mirada hacia él.  "Me gusta aunque haya partes que no comprenda demasiado"
"Que es lo que no entiendes? "

Tres horas después aún estaban con el libro entre las manos aunque la conversación se había derivado a otras historias y recuerdos.
Resultó que aquél hombre había estado 15 años en una plataforma petrolífera en mitad de alguno de eso mares lejanos que  Angélica no alcanzaba a imaginar.  Hacía un tiempo tuvo un accidente y desde entonces no había conseguido encontrar un hogar donde asentarse.
Todas las noches Angélica se acercaba  donde su vecino y le preguntaba cosas del libro, y él se las explicaba y se lo leía con detenimiento, mientras ella lo miraba con su carita iluminada.
Él se bebía una cerveza y se  fumaba un cigarro mientras ella miraba las fotografías que traía el libro.
"Siento no poder darte algo de beber, solo tengo cervezas"
" De vez en cuando bebo cerveza"
"Pero eres muy joven... "
" Ya no soy una niña,  ya he bebido mis cervezas y fumados mis cigarros" Dijo con cierto alarde de rebeldía injustificada.

 El hombre no pudo evitar sonreír. Pero su sonrisa se congeló cuando aquella jovencita dejó el libro a un lado, se levantó y dio un trago a su cerveza.

" No sé de qué te ries... Estoy harta de venir todos los días con este libro que no me gusta nada,  de mirarte y contarte todas las chorradas que se me ocurren, cuando la verdad es que vengo con la misma idea  que me marcho cada noche"

No dio tregua a nada más. Angélica se acercó y le dio un beso con los labios cerrados y apretados como si se hubiera estado guardando las ganas demasiado tiempo, como si besara a un gran oso de peluche y no a un hombre que en esos  momentos estaba petrificado, esperó a que la jovencita se alejara de él y tras morderse los labios saboreando el lápiz labial con sabor a frutas consiguió decirle algo.

"porqué lo has hecho, que pretendes "
" Me gustas, y quería hacerlo"
" Pues yo voy a hacer como que no ha pasado nada, no voy a hablar de ello más y espero por tu bien que no lo intentes más.  Supongo que han sido las hormonas y estas calores... "

Angélica marchó a casa esa noche con la idea en la cabeza de no volver más, de echo estuvo exactamente catorce días sin ir, volvió por culpa de  su padre que la mandó para que le avisara que tenía un trabajillo para él. 

A partir de ese día volvieron a hablarse.  Los padres de la jovencita le presentaron una mujer amiga de la familia, enviudó demasiado pronto. Sin embargo él no quiso tener ninguna relación. Era un tipo complicado, todo un desastre cuando amaba, no comprendía el corazón de las mujeres, no sabía sobrevivir a las rupturas, prefería tener mujeres esporádicas sin complicaciones sentimentales.

La jovencita terminó saliendo con Pedro, terminó sus estudios universitarios y volvió al pueblo donde se reencontró con su vecino.  Él apenas había cambiado pero ella se había convertido en una hermosa mujercita. 

Todo resultaba natural.  Aquél Domingo en la barbacoa todos estaban a lo suyo, Angélica se sentó en las piernas del vecino, que después de tantos años era como de la familia,  él saboreaba un caramelo con palo y ella se lo quitó de la boca  para saborearlo ella,  fue un solo gesto... ella se levantó y él la acarició de forma espontánea, ella no hizo nada, se dirigió a  otro grupo de amigos para charlar y él siguió con el grupo con quien estaba antes de ser interrumpido. Fue un instante... pero Pedro supo  justo en aquel momento la verdad. El corazón de su prometida era de ese hombre que le superaba en edad y experiencias...

Cuando Pedro le insinuó  lo que le rondaba por la cabeza Angélica no pudo negarlo y dijo la verdad. 

...Había estado enamorada de aquél hombre desde que tenía 16 años, él la había evitado durante muchos años pero algo cambió en él hacía dos años, cuando le contó que se había prometido con Pedro y que cuando volviera al pueblo se casaría.  Entonces todo cambió en su perspectiva, se declaró, se lanzó, se entregó con la misma inseguridad que Angélica había demostrado aquella noche ya perdida en el tiempo pero tan presente en el corazón y el recuerdo de ambos.

Pedro marchó, dejando libre a su quería Angélica, pero ella ya hacía años que pertenecía  a alguien, su vida no cambió con la marcha de Pedro, un hombre al que quería pero nunca pudo amar...  porque el hombre con el que se quedó toda la vida ya estaba dentro de sus pensamientos y de sus sueños. 
 Nadie entendió aquella locura digna de Angélica, a nadie le gustaba aquel hombre  "Hacían una pareja horrible" era lo que murmuraban todos... 
Pero cuando estaban en casa, los dos solos eran los más felices del mundo.



martes, 21 de julio de 2015

Tu cama



... Y he vuelto a tu cama pobre, con sábanas de mercadillo y muelles vencidos. He vuelto a tus susurros de poeta, a tus caricias de seda y a tus besos de regaliz.  He vuelto a esa habitación en la cumbre de  uno de los edificios de la ciudad.   Me deslicé como  las aguas que buscan el camino en un arrollo seco, me entregué a estos momentos robados y volví a ser Reina en nuestro reino de papel.

... Y he vuelto a sentir calma entre tus brazos.  Me he perdido en tu cama sin miedos mientras me cubres con tus risas y tus juegos,   y en estos momentos donde sólo existimos tu y yo, en este oasis urbano consigues devorar todas mis tardes, encarnando todas mis tentaciones con  la paciencia y el arrullo  de viejo diablo y mejor amigo.

... Y vuelvo a casa con el  sabor de tu aliento, el calor de tus manos y tu esencia bajo la piel. Con tus trocitos de risa, tus cuentos de princesa y tiempos robados...  volveré a casa una vez más colmada de amor y con la certeza siempre de que no eramos novios ni lo seríamos nunca.





viernes, 17 de julio de 2015

El EsPejo



El día en que volvió a la casa de sus padres tras su muerte repentina en un accidente de tráfico fue el día mas triste de su vida. Aunque hiciera seis años que no los veía.
El clima húmedo y lluvioso le incomodaba, después de una década viviendo  cerca del ecuador había olvidado lo que era tener que vestirse para vivir, hacía años que vivía en chanclas y vestidos vaporosos. 

Nunca tuvo intención de quedarse.  Puso la casa en venta y se alojó en ella para poder enseñarla a todos los posibles compradores que se interesaban por ella.

Contrató a un decorador de interiores para modernizarla y que fuera más llamativa y actual, lo cambió casi todo. Sólo dejó un par de cosas que le daban cierto toque vintage  a la estancia que los ocupaba;  El viejo baúl de la esperanza a los pies de la cama de matrimonio y el espejo de moldura romántica del salón.

Cierta noche, se despertó con un fuerte crujido.  Se alertó y se levantó para asegurarse de que todo estaba en orden...  Al llegar al salón descubrió que el cristal del espejo se había quebrado,  no se había desprendido pero las líneas en forma de tela de araña cristalizada no daba lugar a la duda.

Al día siguiente llamó al cristalero pero le avisó que tardaría en poder atenderle. Ella optó por esperar y no tocar el espejo, temía que al manipularlo  se desprendiera y terminara con un buen corte.

*

Aquella noche estaba feliz, hermosa con su vestido y sus pendientes de pequeños diamantes engarzados.  Hacía meses que no tenía una cena en la que tuviera que tener en cuenta tanto, la elegancia y etiqueta.  Las gotas de perfume resbalaban por su cuello cuando escuchó el zumbido en sus oídos,  sintió cierto aturdimiento y temió desmayarse justo esa noche de gala.
Tras unos segundos todo volvió a la calma. El aturdimiento y el zumbido desaparecieron. Salio del dormitorio y bajó hasta el salón.  Justo antes de salir y montarse en el taxi que la esperaba ya en la puerta,  tuvo el impulso inconsciente de mirarse en el espejo, se volteó para verse la espalda y se acercó para deleitarse con el brillo de sus pendientes. Estaba hermosa, se sentía hermosa... Se sonrió ... y aquella sonrisa se cristalizó en el reflejo, y una nueva grieta formó parte del espejo.  El zumbido volvió de golpe, aún más intenso,  y de pronto vio que la que se reflejaba en el espejo no era ella, llevaba el mismo vestido, los mismos pendientes, incluso el mismo corte de pelo, pero no era ella,  no era ella, no era ella... no... el aturdimiento volvió. Creyó caerse de bruces, cerró los ojo y se agarró al marco del espejo.  Al abrir los ojos después de sentir que nuevamente todo volvía a la calma, descubrió que ella no era la persona sino el reflejo, y el reflejo ahora era persona... 
 Tras el espejó esperó días, semanas...  A veces escuchaba ruidos y voces, aire que se colaba por las grietas del espejo.  Una vez que el espejo fue reparado, ella dejo de escuchar, de sentir, se perdió en el limbo de los reflejos, y poco a poco dejó de serlo y se desvaneció en un profundo letargo maldiciendo a quien ahora vivía su vida  esperando que en algún tiempo, el cristal pudiera quebrarse, y entonces ella pudiera escurrirse entre las grietas como el viento, como un soplo de escalofrío que era en lo que se había convertido... y regresar al otro lado.




- Para M. Vera-

miércoles, 15 de julio de 2015

Casas IV



Pasaron meses, tantos como para que un nuevo verano llegara a la Isla de margarita.  Ya todos llamaban así a aquel trozo de tierra, " La Isla de margarita".

David se había distanciado en los últimos tiempos.  Decía que tenía mucho trabajo y que no podía hacer tantos kilómetros para estar tan pocos días.  Margarita seguía trabajando de camarera, se había acostumbrado a la soledad, a las visitas sorpresa de los chicos para pasar el día de pesca y a sus visitas nocturnas...  con lanchas silenciosas, linternas y palas.  Siempre se alertaba un poco pero cuando escuchaba los silbidos se relajaba y seguía durmiendo.

A veces por la mañana al despertar, descubría un ramo de flores silvestres en la mesa del comedor, era como un guiño de que habían estado allí, como un "Hemos estado aquí" "Gracias"

Un día al volver del trabajo vio un teléfono móvil en la mesa.  Le buscó un lugar donde ponerlo y lo dejó allí. Lo cargaba cada día para que permaneciera encedido en todo momento y eso era todo.  Su vida transcurrió apacible aún con la ausencia de David.

Cierta tarde el teléfono sonó.

"Sal de ahí YA!!! Coge el coche que hay aparcado en casa de David y sal del pueblo, y no vuelvas en un tiempo"

Se asomó por una de las ventanas y todo estaba tranquilo.  Ella no era nadie, no había hecho nada ni sabía nada. Pero intuía que aquella llamada era de los chicos y sabía que esa advertencia era real y no podía tomársela a la ligera.  Cogió algunas cosas y en minutos estaba arrancando un coche que como le dijeron estaba en la puerta de la casa de David con las llaves puestas.
Donde podía ir...
Salió del  pueblo, justo en las afueras un grupo de coches alineados y con cierta prisa se cruzó con ella.  Algo estaba pasando eso era seguro.  
Pasados unos pueblos y con las luces del alba en el horizonte aparcó en un bar de carretera. Llamó a David y le contó... Margarita no pudo evitar llorar,  ¿Dónde puedo ir?
Él le habló con calma. Tranquilizandola y sin perder su actitud amorosa ante ella.

Margarita buscó en el macuto que había llenado a toda prisa, no lo encontraba, lo volcó en el asiendo del acompañante.   Allí estaban  ¡LAS LLAVES! 
Bajó al bar, desayunó y no olvidó comprar el mapa de carreteras.

*

Siete horas después  entró en el desvío de tierra y diez minutos más tarde divisó el paisaje, era la misma perspectiva que tenía la posta.  Aparcó  bajo la sombra de un gran árbol y ando un buen trecho hasta llegar al porche.  Introdujo la llave y abrió la puerta.   Una corriente de aire fresco llegó a ella dándole la bienvenida.  Paseó por todas las estancias de la casa, tenía dos plantas, en la planta superior había tres dormitorio y un baño. Además un amplio balcón donde podría poner unas sillas con una mesa para tomar el aire por las noches.  Estaba preparada con todo los detalles, incluso tenía teléfono, por donde llamó a David para anunciarle que ya estaba allí.

" Estaré allí en unas horas" Anunció David justo antes de despedirce con un te quiero.

En la madrugada, las luces de un coche hicieron despertar a Margarita que se asomó alertada por una de las amplias cristaleras de su alcoba.
Era David, alguien bajó del asiento del copiloto y subió al coche que había utilizado ella para llegar allí.   El coche giró hacia el camino de tierra y se perdió en la negra noche.  David ya había entrado a la casa cuando Margarita decidió volver a la cama y cerrar los ojos.

David entró en el dormitorio como un fantasma, vio a Margarita dormida, destapada en ropa interior. Se desnudo y se deslizó hasta abrazarla por la espalda,  ella se movió con suavidad,  y se enlazaron las manos.  " He pasado mucho miedo David, que ha pasado"  Dijo a la vez que se volteaba para mirarle.

" Lo imagino, siento mucho que tuvieras que enfrentarte con esto tú sola, lo siento de verdad" Acaricio la mejilla de la asustada Margarita.

"Qué ha pasado?   Volvió a preguntar en susurros

"Cosas de los chicos, en unos días todo volverá a la calma. Nos llamarán. Te comprometerías si supieran que vives en la Isla. Entiendes? "

" Ya... pero estamos a salvo ?"

"Claro.  Estás en casa... "

"Quien era el que ha venido contigo"

"Uno de los chicos, devuelve el coche a su garaje para que no noten su falta, cualquier detalle es vital para estas cosas"

"Tengo miedo, no me gusta nada esto"

"No te preocupes, no es la primera vez que pasa, en una semana todo estará olvidado"

Él se acurrucó en su vientre, y durmieron  plácidamente.

Como esperaban al noveno día llamaron para invitarlos a una comida de hermandad, eso indicaba que todo estaba bien.  No había contratiempos ni sobresaltos.

Margarita tenía miedo. Decidió quedarse allí en aquella casa alejada de casi todo, donde nadie perturbaría su existencia y donde una vez más y esta vez para siempre consiguió el verdadero paraíso, donde creo su familia, donde nacieron sus dos hijos, y donde la vejez le llegó con los regalos de nietos y mucho amor. David la amó siempre, era parco en palabras pero con sus gestos se lo demostraba cada día. 



domingo, 12 de julio de 2015

Casas III



El verano fue transcurriendo apacibles, calurosos, con sus días de asueto, con veraneantes que llegaban dando lo mejor de ellos.
Margarita trabajaba a deshora.  Apenas tenía tiempo para darse un respiro,  a veces, cuando las mesas estaban atendidas paraba un instante y alargaba la vista a aquel trozo de tierra rodeada por aguas saladas. Deseaba que la semana transcurriera tan fugaz como un pestañeo y ver llegar a David. Incluso si se ensimismaba creía verle allí, esperándole con su vieja bici...

David llegaba cargado de ganas y de ilusión. Aparcaba el coche y bajaba los materiales que había conseguido aquella semana.  Los chicos del pueblo llegaban y se llevaban todas las maderas a la Isla.  Él iba un poco más tarde y trabajaba con ellos en la construcción de la casa del árbol.  A  Margarita le gustaba tanto que David había decidido reconstruirla y arreglarla para que ella fuera feliz en aquel cachito de paraíso.

*

Margarita se abrazaba a él con ganas, con alegría.  David le daba un beso en la mejilla y le cogía de la mano para sentirla cerca.  Llegan a casa en la que casi siempre estaban los chicos, bebiéndose unas cervezas después del trabajo.  Aquel día a Margarita les extrañó no verles.  Aún así prefirió no comentar nada.
"No hagas de cenar, me apetece coger la barca ¿Quieres? "  David lo planteó con una aparente espontaneidad mientras volvía a los melocotones en almíbar y a las anchoas en lata...

"Nos llevamos las cañas de pesca?"  A margarita se le daba  bien eso de la pesca, siempre conseguía alguna pieza para la cena.

Cuando llegaron a la Isla, aún en la barca, Margarita sintió como su corazón se desbocaba intuyendo que aquella decisión no había sido tan espontánea como había echo creer.  Una antorcha clavada en la arena de la playa parecía darles la bienvenida a un lugar que le encantaba pero que por alguna razón,  David no había querido visitar en las dos últimas semanas.

Desenbarcaron, David afianzó la barca y tras dar un salto para llegar a tierra seca pasó su brazo por el hombro de su amiga.
Ella dibujó en su rostro una mueca de sonrisa.  "Que pasa David?"

"Nada. los chicos y yo te hemos hecho un regalo"

" Que regalo" Susurró con la sensación de que la emoción le superaba ya, aún sin saber de que se trataba.

"Bueno, está a unos metros"   Dijo dándole intriga al momento, le dio un beso en la mejilla y ella le devolvió otro.

 Varias antorchas estratégicamente colocadas para salvaguardar la integridad de la naturaleza daban luz a la zona donde la nueva casa del árbol lucía como en su mejor momento.
Ella sorprendida y con la alegría de estar viviendo un momento inolvidable agarró  la mano a su amigo y le preguntó cuando lo habían hecho...
Durante dos semanas habían trabajado al máximo para tenerla terminada en cuanto antes, para poder aprovechar lo que quedaba de verano.
Subió presurosa, sin percatarse de que David se había quedado atrás para apagar las antorchas.
Cuando subió David, la descubrió sentada en la mesa, petrificada con una postal en una mano y unas llaves en la otra, un sobre abierto y un abanico de billetes esparcido en el centro de la mesa...


"Qué es esto David?"
Él no sabía nada de aquello. Había sido cosa de los chicos...

Se acercó a ella y  cogió la postal para leerla... Miró la foto de la postal.  "Joder, a mi no me hacen estos regalos, menudo casoplón tienes "  Sonrió ampliamente interpretando que ella sería feliz.

"Que significa esto?"

"Pues creo que es lo que pone, que la casa de la foto es tuya, que esas son las llaves, y que con ese dinero tienes para empezar tu nueva vida"

"Yo no quiero esto, no sé de donde sale"

"No tengo nada que ver con esto Marga, ha sido cosa de los chicos, pero estoy seguro que lo hacen de corazón, saben tu situación  y han querido echarte una mano. No lo aceptes si no quieres..."

" Pero en que están metidos,  viven de una forma humilde, trabajan duro todos los días, que es lo hay ahí enterrado David"

" No lo sé, ni lo quiero saber, yo vivo mi vida y ellos la suya, de vez en cuando nos bebemos unas cervezas y al día siguiente me dejan aquí un sobre , y eso es todo.  No quiero vivir otra vida de la que vivo.  Alguna vez me permito algún lujo pero la mayoría del dinero lo dono"

Margarita metió el dinero en el sobre y lo cerró. "Yo...  -su corazón latía con fuerza, desbocado como un potro salvaje-  yo no quiero marcharme David,  yo quiero quedarme aquí contigo, en esta Isla..."
David se acercó a ella.

"Ey  yo no sabía nada de esto, no quiero que te vayas"

Ella se levantó y le abrazó. Fue un abrazo largo y silencioso.  "no quiero decirte adiós" Susurró en mitad del silencio. Él la miró desconcertado, con esperanza de lo que sentía por ella fuera recíproco...

... no fue un beso cualquiera,  fue uno de esos de los que dejas de usar los labios y das espacio al corazón, uno de esos donde quisieras que el mundo se detuviera y vivir esa sensación por siempre.
Él la cogió en brazos y la llevó a la cama donde pasaron toda la noche hablando, porque no hay cosa mas erótico en el mundo que una buena conversión con alguien a quien amas, a quien deseas.
Los placeres llegan después, a su tiempo, en su momento.

*

Durante aquella semana, Margarita llamó a uno de los chicos.  Cuando llegó a casa ya la estaba esperando en la puerta. Ella lo invitó a entrar y le dio las gracias por el trabajo que habían hecho. El chico demostró abiertamente y sin remilgos su satisfacción.

"pero siento deciros que lo otro no lo puedo aceptar"  Dijo a la vez que le indicaba la mesita donde se encontraba la postal, las llaves y el sobre.

"No sé de lo que me hablas señorita"

"No me jodas, coge eso y dadselo a otra persona, yo me quedo en la Isla"

" Con gusto lo cogería pero eso no es mio, ni de ninguno de los chicos,  no sé de lo que me hablas"

Margarita entendió entonces, aquello podía ser tan complicado o tan fácil como se quisiera afrontar.


*

Margarita escuchaba llegar la nueva barca de David, una que consiguió a un módico precio en el puerto. Ella vivía en la  Isla, había encontrado en ella todo lo que quería, era como su burbuja, se sentía protegida del mundo.
Ya las luces del día  se iban perdiendo en el horizonte...  cuando David entró las velas para iluminarse ya estaban encendidas, la mesa preparada para la cena y la radio a pilas regalaba canciones de décadas pasadas.
David se disculpó por la tardanza, la besó. Cenaron.

Descansaron a la luz de una luna casi llena. David no fumaba habitualmente pero aquella noche  decidió encender uno.  Le daba caladas profundas mientras escuchaba a Margarita...  en algún me momento de la conversación ella se apoyó en el hombro de él.  Aquella noche estaba especialmente habladora...

"Voy por agua, tengo sed, quieres algo" Dijo justo antes de dar una nueva calada al cigarro.

Ella no dijo nada, se incorporó en su asiento y dejó que David fuera por el agua.  Traía la jarra de cristal y bebía por el camino, Margarita bebió un gran trago de agua, la noche era calurosa.
Volvió a recostarse en su hombro "Quiero hacer el amor..."   David, sonrío,  respiró profundo y dio una calada al cigarro antes de apagarlo y cogerla a peso, con las piernas de ella abrazándole y sus bocas besándose...


Ya de madrugada, mientras la noche avanzaba y David dormía Margarita recordó el momento en el  que días atrás con la pala en mano decidó desenterrar lo que nadie sabía y tanto les daba.

Tuvo que hacer más hoyos de lo que imaginaba, pero porfin dio con ello...  Tiró la pala a un lado y cogió una bolsa, negra de plástico. Buscó su interior sin pensarlo dos veces... una media docena de carpetas, con papeles oficiales, e-mails. conversaciones transcritas.... volvió a meterlo en sus carpetas, en la bolsa negra de plástico y volvió a enterrarlo....  Ahora lo entendía todo... no sabía lo que era y no quería saberlo...   Se limitaba a vivir en su Isla, con su trabajo de camarera y con el amor de David.  Algunos días tomaba cerveza con los chicos y al día siguiente encontraba un sobre en la casa del árbol ... eso era todo... de vez en cuando se daba un capricho y en ocasiones lo donaba de forma anónima... eso era todo...






jueves, 9 de julio de 2015

Casas II



... Minutos después ya habían desembarcado en aquel solitario trozo de tierra.
La arena estaba templada, David introdujo en tierra adentro la barca. Temía que se la llevara las corrientes.
Se colocó la mochila al  hombro y comenzaron a andar por donde David indicó.  Isla adentro. Donde árboles y vegetación invitaban a ser explorados.

Margarita afianzaba sus pasos para no tropezar cuando dejaron atrás las arenas playeras.  
David le contó que su padre lo llevaba mucho a esa isla, para pescar y pasar la noche en el camping que montaban  para poder dormir a cubierto.

Entonces, con el sol en los últimos momentos en el horizonte  Margarita pudo divisar lo inesperado,  una casa en un árbol, que aunque se le notaba abatida por el tiempo y la climatología adversa aún se mantenía en pie y sobreviviendo a los tiempos.

"Mi padre y yo la construimos para poder pasar las noches más cómodos que en el pequeño camping de dos plazas"

David dejó la mochila a los pies del árbol. Pasearon explorando todo aquel pequeño trozo de tierra.  Pequeños animalitos rectilianos los miraban un isntante antes de escaparse y escurrirse bajo las húmedas piedras.

"Volvemos a casa?"  Expresó la chica al ver que se hacía de noche.

" No podemos volver, la marea bajó y tendriamos que ir andando, la barca no puede navegar con tan poca  profundidad,  y nosotros tendríamos que volver con el agua por los muslos además de tener que dejar aquí la barca"  Explicó David dando por echo que ya contaba con todo esos detalles.

David  subió por las viejas escaleras de palos para asegurarse de que aún aguantaban peso y dejó arriba la mochila, cogio un par de linternas y volvió a bajar.
Pasearon por la orilla, no había oleaje alguno, todo estaba en una calma absoluta. Se sentaron en la arena y descubrieron que desde allí se veía las luces del bar donde trabajaba Margarita, las luces del Faro, incluso advertían una pequeña luz que intuían que era la bombilla que de su jardín trasero, siempre la dejaban encendida...

Margarita juntó sus rodillas a la barbilla,  ¿Porqué nunca me habías contado esto?

"¿El que?"

"Lo de esta Isla"

"No creí que a una chica de ciudad le gustara un trozo de tierra y una vieja casa de árbol"

"Tienes suerte de tener estos recuerdos de tu padre, una isla, las noches de pesca, esa cabaña que aún sigue en pie"  A Margarita se le notaba triste.

"Pero ese tiempo ya pasó, mi padre ya no está con nosotros. Yo paso la vida en la ciudad y esto es un trozo de paraíso del que no me quiero deshacer, hay demasiados recuerdos en ellos. Si quieres ahora puede ser nuestra Isla, nuestro trocito de tierra donde perdernos del mundo"

"Suena bien"  Dijo bajito girando su mirada hacia él pero sin dejar de usar las rodillas de "reposa cabeza".

La madrugada se les echó encima. Una de  las linternas comenzó  a fallar. Marcharon a la casa del árbol, en esta ocasión Margarita subió  la primera. Tras ella David,  que había descubierto desde la altura de la escalera las luces de una pequeña embarcación que esperaba a cierta distancia y las luces de las linternas de algunos hombres que se acercaban a tierra.

Sacó un saco de dormir  "sólo tengo este pero es para dos personas"

"No me importa"  Respondió ella mientras le ayudaba a estenderlo.

Se sentaron sobre el saco y comieron un par de sanwiches y melocontes en almíbar.
Margarita entró en el saco con clara expresión de cansancio.

Se escuchó entonces un silbido, entrecortado. Margarita se sobresaltó. David que aún estaba fuera del saco se asomó al hueco carcomido de la ventana. Silbó  y soltó la misma melodía, entrecortada y suave como el viento, para que sólo fuera descifrada a quien correspondiera.

David entró  en el saco, descubrió el rostro el Margarita que no entendía nada de lo que estaba viendo...

"No te preocupes, son los chicos del pueblo, entierran aquí sus mercancías, se aseguraban que fuera yo el que estaba aquí"

"Que mercancías?"

"No sé. sus cosas, eso es lo de menos, no crees?"

La mujer esbozó una amplia sonrisa, él descubrió en ella su paraíso.
"De que te ríes"  Preguntó a la vez que se inclinaba apoyando la cabeza sobre la mano.

"Que tu Isla es una isla pirata"

"Mantendrás el secreto no? porque sino me jodes el negocio"

" Tu formas parte de todo eso?"

" Bueno, no formo parte del negocio pero... estoy aquí, calladito, Y esto, en estos negocios tiene un valor"

Apagó la linterna y se acomodó para dormir. Después de un rato sintió como Margarita  pasaba una de sus manos por su tórax y se acurrucaba en él.







martes, 7 de julio de 2015

Casas I



Margarita lloraba amargamente en la puerta de la casa que había sido suya ocho años,  la policía la había echado de su hogar por orden judicial,  algunas vecinas la consolaban y le preguntaban si necesitaba coger algo de su casa.  Ella negaba con la cabeza y secaba las amargas lágrimas. No tenía a donde ir.  No tenía familia que la acogiera, su tía vivía en Canadá y su padre...  a su padre no lo veía desde los 16 años, cuando salió corriendo de madrugada huyendo de su última paliza.

David corría por la calle, no sentía los 37 grados de temperatura en aquella mañana de Julio,  sólo quería llegar cuanto antes al lado de Margarita.   Se abrió paso entre el tumulto vecinal...  Se agachó en cuclillas para estar a la altura de la mujer que se había sentado en la acera derrotada por la presión y calor de uno de los días más calurosos del verano.  

"No te preocupes, ¿estás bien? ¿Estás mareada o algo?"

Ella simplemente negó con la cabeza.

"¿Quieres coger algo más de la casa, sólo esto quieres llevarte?

"Si... todo está en la maleta" Dijo mientras agarró la misma trolley que había llevado en los viajes por Europa... Amsterdam, Roma, Grecia, Francia... Cuando la vida era fácil... Y había para todo y para todos.

"Vámonos de esta mierda entonces..."

Ella se levantó aturdida y él llevó la maleta hasta un par de calles donde el coche que David descansaba en el parking.

"Pero... ¿Y tu trabajo? " Preguntó Margarita al saber las intenciones de su vecino.

"Ya lo habíamos hablado Margarita,  te llevo a casa, eso es lo primero,  que te tranquilices. El trabajo me  esperará mañana  pero esto es ahora vale?"

"Pero..." Balbuceó

"Pero nada!!!  siéntate en el coche " Dijo con amabilidad y paciencia mientras metía la trolley en el maletero del coche.

Cinco horas después aparcó el coche en la sombra del viejo roble  del jardín.
La casa era vieja,  con la clásica estructura de la casa de los pescadores de antaño. Pintada con cal, el blanco relucía y deslumbraba. 
Margarita hacía un rato largo que había dejado de llorar, David la había consolado y la tranquilizó lo suficiente como para creer que en la vida hay gente buena que ayuda y que está cuando hace falta.

Dejaron la maleta sin deshacer y fueron a comer a un bar de la costa.  David conocía al dueño, y éste cuando lo vio aparecer fue hacia él para abrazarle con cariño. 

Hora y media después, volvieron a casa con la barriga llena de la cena y con el nuevo trabajo de Margarita como camarera.

Aquel verano fue así; David volvía a su ciudad donde trabajaba como cocinero en uno de los mejores restaurantes de la provincia, Margarita trabajaba de camarera de Martes a Sábado.  Los Lunes cerraban y los Domingos su jefe se los dio libres en verano para que pudiera disfrutar de la compañía de David, ya que él intentaba pasar con Margarita de viernes al lunes.

Los Sábados David recojía a Margarita en el trabajo, la esperaba discretamente en la acera de enfrente con su vieja bicicleta. Ella andaba presurosa al verlo y le daba un beso en la mejilla, se sentaba en la barra de la bicicleta y así recordando a esa mítica película, "dos hombres y un destino" la llevaba a casa.

Se sentaban en el jardín tracero, donde se veía el mar y la sombra de la parra ya era tupida.  Allí descansaban y despedían el día viendo una puesta de sol siempre hermosa y única.
Siempre mantenían una conversión pero aquella tarde estaban especialmente silenciosos.  Él la miraba y le regalaba una media sonrisa, ella mordía uno de los melocotones que había cogido del frutero de la cocina.   David se levantó , dio unas vueltas y volvió a su banco pero antes se acercó a Margarita y le dio un beso en la frente.

"Crees que en aquella isla vive alguien"  Preguntó Margarita con la mirada puesta en aquel pequeño trozo de tierra a unos centenares  de metros de la costa.

"No. Hay no vive nadie" Respondió con rotundidad y con un ojo guiñado para protegerse de la luz del sol.

"Porqué estas tan seguro" Volvió a preguntar esta vez con cierta intriga

" Pues porque esa es mi isla"

Margarita sonrió dando por echo que bromeaba.

" Si quieres mañana vamos" Propuso con rotundidad sin dejar hueco a la negativa

"Pero como iremos? Nadando yo no llego!!! "  Ella se mostró dubitativa

"Iremos en mi barca"

"Tu barca?"

" Si, la tengo ahí detrás en el embarcadero"

Margarita no había prestado atención a ese embarcadero, creía que era un lugar obsoleto, abandonado en el tiempo, recuerdo de los viejos pescadores de la zona.

"Quieres verlo ?" David se había levantada y se colocó junto a Margarita que se había asomado al pequeño acantilado para verificar que lo que le contaba era cierto.

David la cogió de la mano y bajaron juntos por unas escaleras de piedras camufladas por el vergel salvaje de la zona, una vez allí David tiró con fuerza de una lona impermeable y dejó a la vista una pequeña barca con motor.

Margarita abrió los ojos asombrada...

"Podemos ir ahora?"

El chico miró un momentos las aguas y la altura del sol. Tendremos que coger linternas. Pero si quieres vamos. Esperame aquí.

Cuando David volvió,  Margarita ya estaba sentada en la barca y él traía al hombro una mochita que parecía pesar demasiado.

 Tras unos intentos fallidos.... la lancha se abrió paso en las aguas.








sábado, 4 de julio de 2015

Navegante



Calma en las noches de verano. Alejándose de un pasado lejano, de un pasado que no cesa, cada segundo que vivimos se convierte en pasado, ya... el ahora... ya fue... ya es recuerdo... ya se contará como historias en el futuro inalcanzable... y navega  sin prisa. Alejándose,  surcando las aguas del tiempo hacia un futuro aún incierto.  

Calma en las tardes de verano. Navega sin prisa, con el sosiego del que sueña su sino, con una orilla tranquila, donde la abundancia esté en los sentimientos y en el corazón. 

Calma en los amaneceres de verano. Se desliza por las aguas claras y serenas, dejándose llevar por las corrientes del destino.  Deslizándose hacia nuevos sueños, hacia una vida llena de sabiduría amable. 

La brisa mueve sus ropajes, en cuclillas espera con paciencia el momento en que los sonidos de su nuevo mundo le haga desembarcar y convertirse en el rey de su vida, de sus sueños y su momento.





miércoles, 1 de julio de 2015

Arrullos y corrientes

Méceme con tu arrullo marino, cúbreme de tu sal,
déjame nadar en ti y llévame hasta su orilla.
Arrástrame por tu corriente,
yo sabré que  dar.

En su orilla todo será arrullo,
mi abrazo será como una ensoñación peregrina.
Mis besos se desaceran como sal en su boca pirata.
Le llevaré el verano, palabras bonitas, seré como un sueño,
y me quedaré con él para que no se pierda.

Sumérgete conmigo, déjate mecer por las corrientes  y guardame en tus manos.
Déjame bañarme en ti e inúndame de palabras.
Te llevaré a lugares imposibles mientras no te canses de amarme.

Méceme con tu arrullo marino, cúbreme de tu sal,
déjame nadar en ti y llévame hasta su orilla.
Arrástrame por tu corriente,
yo sabré que  pedir.