No sabría contar el motivo o la circunstancias que llevó a Marta estar en aquella habitación en penumbras, en ropa interior frente a Eugenio (compañero de trabajo recientemente divorciado)
Puede que no hubiera motivos ni circunstancias, puede que tan sólo hubiera una irresistible atracción mutua forjada día a día entre fotocopias, formularios, reuniones, desayunos y sonrisas robadas entre pasillos.
Por alguna extraña razón se sintió aliviada cuando le comentaron que se había divorciado, quizá ahora no se sintiese culpable por tener esos pensamientos lascivos hacia él.
Lo imaginaba en momentos íntimos, inventaba encuentros fortuitos donde se entregaba a él sin contemplaciones.
El motivo que la arrastró hacia el piso de Eugenio carecía de importancia, ambos sabían que era una escusa para estar desnudos uno frente al otro.
Antes de lo esperado Eugenio la había besado atropelladamente, sin mucha destreza ni armonía, había pasado su mano por el pecho de Marta y lo apretujó como si fuera una pelota antiestres, la cogió de la mano y la llevó a su dormitorio donde siguió besándola. Marta no sentía nada, ni una chispa, ni un cosquilleo, nada, se sentía inmersa en una situación insólita.
Se fueron desvistiendo, mientras se besaban y acariciaban, él hacía extraños ruiditos, como si le costara respirar, mantenía los ojos cerrado la mayoría del tiempo mientras que Marta no perdía detalle de cada gesto, de cada sensación que le producía aquel momento. Cayeron en la cama y allí descubrió el peludo pecho de Eugenio, sus fuertes brazos, con el pelo tan alborotado no parecía el hombre sensato y atractivo de la oficina, olía distinto a como ella lo imaginaba, el aroma a su colonia habitual había desaparecido, ahora olía a Eugenio y no sabía muy bien si le gustaba. Estuvieron revolviendo la cama un rato largo hasta que se fueron aburriendo. "No es por ti Marta, me gustas mucho pero debe ser por los nervios y el estrés del divorcio". Se dio por vencido y se tumbó panza arriba en la cama dejando claro que su sable del amor no estaba para batallas. "No importa, lo entiendo, yo tampoco estoy en mi mejor momento"
Mientras volvía a casa intentaba aclarar todas las sensaciones que desordenadas aturrullaban sus pensamientos mientras el sol la martirizaba tras las ventanas del bus. Se sentía aliviada de haber salido del piso de Eugenio indemne, no tenía claro si con un poquito menos de dignidad.
Ahora sabía un poco más de él, había atravesado cierta frontera, conocía su verdadero olor, conocía lo que había bajo el elegante traje de Massimo Dutti.
Ahora sabía un poco más de él y no tenía claro si le apetecía volver a intentarlo o hacer como si no hubiera ocurrido. Nunca antes se había enfrentado a semejante tesitura.
Se fueron desvistiendo, mientras se besaban y acariciaban, él hacía extraños ruiditos, como si le costara respirar, mantenía los ojos cerrado la mayoría del tiempo mientras que Marta no perdía detalle de cada gesto, de cada sensación que le producía aquel momento. Cayeron en la cama y allí descubrió el peludo pecho de Eugenio, sus fuertes brazos, con el pelo tan alborotado no parecía el hombre sensato y atractivo de la oficina, olía distinto a como ella lo imaginaba, el aroma a su colonia habitual había desaparecido, ahora olía a Eugenio y no sabía muy bien si le gustaba. Estuvieron revolviendo la cama un rato largo hasta que se fueron aburriendo. "No es por ti Marta, me gustas mucho pero debe ser por los nervios y el estrés del divorcio". Se dio por vencido y se tumbó panza arriba en la cama dejando claro que su sable del amor no estaba para batallas. "No importa, lo entiendo, yo tampoco estoy en mi mejor momento"
Mientras volvía a casa intentaba aclarar todas las sensaciones que desordenadas aturrullaban sus pensamientos mientras el sol la martirizaba tras las ventanas del bus. Se sentía aliviada de haber salido del piso de Eugenio indemne, no tenía claro si con un poquito menos de dignidad.
Ahora sabía un poco más de él, había atravesado cierta frontera, conocía su verdadero olor, conocía lo que había bajo el elegante traje de Massimo Dutti.
Ahora sabía un poco más de él y no tenía claro si le apetecía volver a intentarlo o hacer como si no hubiera ocurrido. Nunca antes se había enfrentado a semejante tesitura.