Yo nunca he creído en las brujas. Supongo que soy persona de un fuerte sentido común, al menos eso es lo que declaro abiertamente en las conversaciones sociales. Sin embargo dentro de mí está ese desconchón, ese arañazo en uno de los muros de mi raciocinio que quedó ahí perpetuo desde aquel día para recordarme que una vez vi una.
El caso es que no fui a ella, no la encontré en ningún lugar oscuro y siniestro, no pagué para que viera, no estaba en ninguna feria ni en una habitación con velas y bolas de cristal. Eso me causa inquietud incluso ahora que lo recuerdo.
Era un día laborable cualquiera, en un tren de cercanías al medio día. Recuerdo que había poca gente en el vagón, no era hora punta. En una parada entró ella sola, solo ella, quizás por eso me llamó la atención. Era una mujer madura, normal, pensé que era una de esas mujeres que trabajan como empleada de hogar en casas de gente pudiente. Tenia esa imagen. Miró el interior del vagón y se sentó frente a mi. Había decenas de asientos libres, pero ella eligió estar frente a mi.
Permaneció callada todo el trayecto. El tren comenzó a frenar, la siguiente parada era la mía y como si supiera que allí me bajaba yo, antes de que me levantara para acercarme a la puerta me habló:
No te preocupes. Nunca tendrás hijos pero estarás rodeada de niños. Nunca te casarás pero encontrarás el amor.
Puede que hayan pasado 30 años de aquel días, puede que hasta más, y ahora sé que fue así. Supongo que por eso digo que no creo en las brujas aunque sé que yo vi a una.
O sea que no crees, pero haberlas, haylas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Nieves, pues da un poco de repelusillo jajaja
ResponderEliminarBesos
Era una bruja buena, como tú :)
ResponderEliminarBesos.