Aquí las veo por todas partes; en los patios, en los jardines, en las aceras... no quiero decir con esto que haya una especie de invasión simplemente que alguien como yo simplemente las encuentra.
Cuando las veo me traslado de forma automática a mi infancia, cuando siendo aún una niña me sentaba en el quinto escalón del patio de mi casa con la merienda, con un bocadillo de lo que fuera, de lo que tocara aquella tarde. Y allí en ese escalón... el hormiguero.
Mi madre luchaba contra él continuamente, lo fumigaba, lo tapaba, era una batalla constante, pero aquel hormiguero resurgía una y otra vez de lo que probablemente fuera un apocalipsis tras otro. Y yo vivía aquel resurgir como una nueva victoria. Porque yo era una niña que compartía mi merienda con las hormigas. Las observaba en silencio y fascinada por su capacidad de comunicación y espíritu comunitario para poder introducir por el pequeño orificio del hormiguero los pequeños trozos de merienda.
Pasé muchas horas en contemplación de las hormigas, probablemente quise ser una de ellas. Cuando dibujaba, uno de mis dibujos favoritos era dibujar el interior de los hormigueros; laberintos enrevesados llenos de sorpresas y vestigios de otros tiempos olvidados por el hombre y que ahora pertenecían a ellas, las hormigas.
Ahora que soy una mujer adulta imagino que tendría que tener esa guerra silenciosa ante el invasor, y entonces agradezco que allí donde vivo no las vea nunca, porque no podría matarlas. Seria como fumigar a un amigo. Imagino que pasé demasiados días junto a aquel hormiguero, el hormiguero supremo, y que yo me convertí un poco en ellas, y que en el fondo, muy al fondo, en ese rinconcito del corazón donde rara vez alguien se molesta en mirar, encontraría mi hormiga interior. He ahí el secreto del por qué las vea con tanta facilidad; en las aceras, jardines y patios. Aquí, en las tierras cálidas del sur, las veo en todas partes.
Verlas las vemos todos, pero encontrárselas, así como tú, solo las personas con tu sensibilidad.
ResponderEliminarBesos.
Me alegro de no encontrarlas. Y no, no tengo nada contra ellas. Saludos
ResponderEliminarLas hormigas son admirables, como las cucarachas, que en mi caso las combato, por acá pululan, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarDicen que los insectos nos superan por mucho en número y que quizá sigan aquí cuando el humano ya no esté.
ResponderEliminarPero... ¿Quién de niño no ha jugado con ellas?
Besos