Páginas

♥ Entra y siéntete en casa ...

♥ Entra y siéntete en casa ...

miércoles, 18 de diciembre de 2024

Margarita



Como en esa maravillosa historia de Charles Dickens, el fantasma de las navidades pasadas me trae recuerdos a pequeñas dosis, como susurros en el viento.
Me trae el recuerdo de mi abuela paterna sentada en el porche de casa tomando el sol de medio día  y yo sentada en el suelo pidiéndole que me volviera a contar las historias de su pueblo natal . Como sacado de un spin off  del Quijote sus historias siempre tenían como protagonistas al alcalde, el cura y el médico. A mi las que me gustaban eran las del cura . Siempre eran rocambolescas y divertidas. Mi abuela Margarita siempre se las apañaba para crear una trama y algo divertido para hacerme reír. La recuerdo como una mujer risueña a pesas de la guerra y las penurias que le tocó vivir y eso dice mucho de ella.

Su amiga Remedios pasaba habitualmente por la puerta y siempre decía  'aquí estoy con la nieta ',  siempre me llamaba con mi nombre completo y eso  hacía verme a mi misma como una bonita muñeca.  La recuerdo en primavera dejándose poner en el pelo las flores del jazmín que mi madre tenía plantado. A veces Remedios pasaba encontrando a mi abuela llena de jazmines o de adornos navideños pero ella lejos de avergonzarse se reía con la amiga y yo las veía como esas amigas de toda la vida dispuestas a pasar el rato con los pequeños de la casa, y así enredandose con esos recuerdos de risas y juegos infantiles aparece el fantasma de las navidades futuras,  me envuelve con su niebla recordándo que no tengo hijos ni nietos,  pero no me preocupa porque estoy completamente segura que tendré niños a quien contar mis cuentos e incluso sentarme al sol del medio día mientras me dejo adornar mi pelo blanco con flores y adornos futuristas creando así recuerdos y sonrisas a generaciones futuras para que el espíritu de la Navidad nunca se desvanezca y brille como brilla hoy en mi corazón. 




sábado, 9 de noviembre de 2024

Bus

La catástrofe y el infortunio hizo que cogiera ese bus. Era el único medio de transporte asequible y que aseguraba el trayecto. 
Ya en la estación observando el ir y venir de los pasajeros me di cuenta que eran un perfil distinto a lo que yo estaba habituada a ver,  ni mejor ni peor simplemente eran un perfil distinto .
Después de un tiempo  ya en ruta dejé de mirar el paisaje y me di cuenta de que estaba compartiendo viaje con la comunidad africana y magrebi, dos turistas chinos y algún lugareño.
Los turistas un poco perdidos de donde tenían que bajar y la amplia comunidad africana llamativamente  silenciosa salvo cuando lo llamaba algún compatriota por teléfono que entonces gritaban y reían de una forma exagerada.  En África se debe hablar fuerte, casi a gritos ... me los imaginaba allí en sus pueblos africanos con sus amigos, en los mercados y en sus casas viendo televisión comunicándose a volumen máximo.  Pero tan pronto como colgaban volvían al silencio.

Llegó mi hora de comer y creedme si os digo que me comí el Bocata con cierto reparo y discreción, me daba la sensación que mi bocadillo era un lujo en aquel bus y no tardé en descubrir que era así cuando después de la siguiente parada y del subir y bajar de los viajeros  se sentó no muy lejos de mi asiento un nuevo pasajero,  de la comunidad africana como no. Imagino que esperó a estar  ya en ruta para comer sin estrés.  Sacó una bolsa y de ella una barra de pan con algo rellenándola. La cortó por la mitad con las manos, sin remilgos y estendio la mano  con un gesto amable al muchacho que estaba sentado en el asiento de atrás de donde él se sentaba. El muchacho dudó pero un segundo, quizás menos . Cuando hay hambre  no creo que haya lugar para titubeos . El muchacho cogió la mitad de la barra y se la fue comiendo  en silencio .
Apenas hablaron.  No hubo más detalles pero aquel gesto me  sobrecogió durante todo el viaje, incluso ahora días después, lo recuerdo.
Recuerdo mi primer viaje largo en bus en compañía de esas tribus  luchadoras,  nunca podré olvidar ese viaje largo en bus en los que todos los que compartimos ese trayecto eramos ciudadanos de niveles inferiores , olvidados en los márgenes de la burocracia y la irresponsabilidad política. 
Llegué a casa con mis zapatos bañados de lodo, las maletas cargadas de latas con caducidad eterna y con el amor de la mano pero aún así pienso que tengo suerte,  ya que pasé aquel día con gente que atravesó el desierto andando y cruzó un mar en patera porque  esa era su única opción  cuando la mía era  tan solo una jornada  sentada viendo los paisajes de España tras la ventanilla de un bus. Aún así me hizo pensar que yo misma podía ser sin darme cuenta una de esas gentes  de  perfil distinto.  Ni mejor mi peor ... simplemente distinto. 


lunes, 28 de octubre de 2024

Club perruno





El infortunio los unió. Todo comenzó en aquella pandemia que recordamos como si fuera el argumento apocalíptico de una película de sobremesa dominical.  Pertenecían a ese grupo privilegiado que tenían permiso para salir a las calles y sacar a sus amigos los perros.

Puede que se os haya olvidado pero fueron la envidia de los que no tenían perrito que pasear. 
En aquellos primeros días se juntaban tímidamente con sus mascarillas y su distancia de seguridad pero sus perros si que corrían y se olfateaban como lo habían echo durante todo el tiempo de los tiempos. Sobrevivieron a las denuncias de los vecinos envidiosos que controlaban el tiempo que se llevaban tomando el sol , sintiendo el aire fresco en sus caras y la tertulia a distancia. -metro y medio , centímetro arriba centímetro abajo-. Y siempre con la coartada y la escusa perfecta de tener que pasear al perro. 

Había escuchado rumores. Nunca les dí demasiada importancia. A veces en mi ir y venir los podía ver allí con sus perros, sabía que mi perra  era una de ellas, la vi correr junto a su amigo el galgo. Atravesé la calle y los lindes ya inexistente  de viejo almacén de aceitunas del que ya solo quedaba en pie un muro que era justo donde ellos  tenían el asentamiento.

Cuando llegué todos me conocían. mi nombre, todo, como si hubiera estado allí sentada aquellos 5 años.   "siéntate, siéntate no te quedes de pie" . Aquel gesto me sorprendió,  en medio del campo detrás de un muro ¿Dónde sentarme? entonces uno que estaba sentado en una silla plegable sacó otra de un rincón, y otra y otra, después sacó una mesa de camping y un táper con almendras, y un termo de café, y vasos y sobres de azúcar. 

Efectivamente los rumores eran ciertos. Allí se reunía lo mejor de cada casa, gentes de lo mas peculiar y extravagante. Como aquellos club de barrios ochenteros; El fabulador siempre inventando, el chaman siempre aconsejando hierbas, el endocrino con sus simposios de adelgazar sin sufrir. La friqui de las manualidades y como no, el terrateniente dueño de los olivos abandonados, de las esparragueras escondidas, de los pavos perdidos, de las palomas con pocos reflejos...    Entre todos habían creado una peculiar comunidad , paseaban con sus perros por todos los campos olvidados y abandonados, entre todos se surtían de aceitunas, almendras, espárragos y en los momentos de tertulia sacaban las mesas, las sillas, el café, la petaca para alegrarlo un poco , los pastelitos  y todos se las apañaban para tener historias y fábulas para pasar todas las mañanas y tardes de cada día del año.
Yo lo llamo el Club perruno. Amigos unidos por sus perros, supervivientes y luchadores  de la vida en general, gentes de esas generaciones de aventuras,  gentes que comienzan el día con un ojo abierto y el otro soñando.








lunes, 6 de mayo de 2024

Observando más allá de mi burbuja

 







Sentada en la cafetería tomando un café y escuchando a 3 chicas hablando mal de una tal Julia, después de 20 minutos de criticar desde el pelo hasta la familia de esa "Julia", con mucho libertinaje y sarcasmo, se callan porque Julia entra a tomar café con ellas...

Julia, una chica hermosa, educada, amable y cariñosa se sienta con el trío que la estaba destrozando y ella sin saber nada las invita a una cena el domingo (cumpleaños de su mamá) en su casa.... me quedé mirándolas, ellas alabando al hermano y al novio. Julia terminó su café y se retiró.
El trío volvió al tema favorito: Julia, pero ahora la preocupación era la ropa para ir a la fiesta....
Mirando al trío y a Julia, vi como la envidia, la amargura y la hipocresía vuelven feas a las personas.
¿Cuántas veces fuiste Julia y sin saber trataste bien a quien hablaba mal de ti? ¿Cuántos tríos como ese hay entre ustedes y enmarañan tu vida por pura maldad o envidia? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Qué ganan? ¿Acaso eso las hace unas personas menos miserables en su propia existencia?
A veces no tienes nada, pero lo poco que tienes es mucho para que los POBRES DE ESPÍRITU envidien tu vida, tu brillo y destruyan a toda costa la bondad que caracteriza a los seres de luz, aquellas personas cuya alma siempre dicen la verdad y no andan fastidiando a nadie porque están centradas en vivir su propia vida de pequeños fragmentos de felicidad.








miércoles, 17 de enero de 2024

El sol de mis días



He alcanzado esa edad en la que ya cuento con un número razonable de amigos que dejaron este mundo nuestro para adentrarse en  el enigma de la muerte. Por lo tanto soy consciente de que a pesar de lo que pensaba en mi niñez y adolescencia no soy inmortal... la parca también me mirará a los ojos y me cubrirá con su cálido manto.  Y por mucho que evite  pensar en ello ... me alcanzará.


Imagino que la vida es como un día en la playa;  llegas de buena mañana cargada de planes y de ganas para aprovechar cada minuto del día.  Pones tu toalla, das paseos por la orilla, te bañas en las calmadas aguas matinales.  La mañana pasa pronto. Vas al chiringuito a comer, conoces a gentes, te lo pasas bien, quizás has comido y bebido demasiado y cuando llegas de nuevo a tu toalla te echas una siesta... despreocupada, aun queda mucho día.

 Llega la tarde y las sombras  se acercan a tu toalla, "No importa", mueves la toalla para alargar la tarde,  y al rato debes moverla otra vez, el día va acabando pero tu te resistes a abandonar ese espacio maravilloso así que mueves la toalla una vez más  y otra ... y otra... hasta que notas que el sol ya no calienta, y tienes frío  e irremediablemente la sombra te alcanza.

Nadie puede ganar esa batalla. Estas navidades una amiga fue alcanzada por la sombra de sus  días. Pienso en ella habitualmente y en los demás que fueron alcanzados como ella.  Pienso en que yo debo estar  repanchingada en mi toalla después de habérmelo  pasado de muerte en el chiringuito:  siento el calor apacible de mi sol, recuerdo  a toda esa gente que conocí; a las que conservo y a las que dejé morir, atrás en el tiempo, y en algunos momentos de este maravilloso sopor creo estar saboreando a Dios, un dios al que no conozco y en el que nunca creí.  Y ese sabor me da esperanzas, empuje y garra para tener la certeza de que me quedan mas vidas por vivir de las que siento que ya viví.  Aún siento el calor del  sol de mis días. Aún me siento guerrera e indígena.