Aquelarre

Esperaba pacientemente todo un año bajo su aspecto angelical y lleno de simpatía.

Extrovertida, hermosa.

Atenta, sensible.

Amiga de sus amigos, siempre dispuesta a ayudar.

Todos la tenían como la amiga que todos quieren tener, todos se sentían protegidos a su lado, todos sabían que era una chica muy especial.

Y no dudéis que era así,  aunque la proximidad de esa noche empezaba a despertar en ella cierta excitación y nerviosismo.

Esperó sentada en el porche pacientemente a que el último rallo de sol desapareciera en el horizonte, entro entonces en la casa en penumbras, con paso de parsimonia, la falda le cubría sus pies descalzos y con el movimiento al andar se intuía la ausencia de ropa interior.

Lo tenía todo dispuesto, estuvo cantando en un idioma desconocido canciones extrañas y ya pasadas las 12 de la noche, alumbrada solo por una luna que empezaba a menguar invoco el último conjuro, el mismo que le enseño su madre, el mismo que habían repetido todas las mujeres de su familia generación tras generación, el que estaba en la primera página del libro de tapas de cuero negro  y que era tan antiguo que se perdía en la niebla de los tiempos.

Averno de Satán y Belcebú

fuego ardiente de todos los cadáveres

fuerzas del Aire, de la Tierra

del Mar y del Fuego

a vosotros hago la llamada

si es verdad que tenéis mas poder que la humana gente

Acudid a mi ayuda

Aquí y ahora

Al amanecer  se fue a la cama a descansar y  volvió a ser esa chica encantadora...