Ya en la estación observando el ir y venir de los pasajeros me di cuenta que eran un perfil distinto a lo que yo estaba habituada a ver, ni mejor ni peor simplemente eran un perfil distinto .
Después de un tiempo ya en ruta dejé de mirar el paisaje y me di cuenta de que estaba compartiendo viaje con la comunidad africana y magrebi, dos turistas chinos y algún lugareño.
Los turistas un poco perdidos de donde tenían que bajar y la amplia comunidad africana llamativamente silenciosa salvo cuando lo llamaba algún compatriota por teléfono que entonces gritaban y reían de una forma exagerada. En África se debe hablar fuerte, casi a gritos ... me los imaginaba allí en sus pueblos africanos con sus amigos, en los mercados y en sus casas viendo televisión comunicándose a volumen máximo. Pero tan pronto como colgaban volvían al silencio.
Llegó mi hora de comer y creedme si os digo que me comí el Bocata con cierto reparo y discreción, me daba la sensación que mi bocadillo era un lujo en aquel bus y no tardé en describir que era así cuando después de la siguiente parada y del subir y bajar de los viajeros se sentó no muy lejos de mi asiento un nuevo pasajero, de la comunidad africana como no. Imagino que esperó a estar ya en ruta para comer sin estrés. Sacó una bolsa y de ella una barra de pan con algo rellenándola. La cortó por la mitad con las manos, sin remilgos y estendio la mano con un gesto amable al muchacho que estaba sentado en el asiento de atrás de donde él se sentaba. El muchacho dudó pero un segundo, quizás menos . Cuando hay hambre no creo que haya lugar para titubeos . El muchacho cogió la mitad de la barra y se la fue comiendo en silencio .
Apenas hablaron. No hubo más detalles pero aquel gesto me sobrecogió durante todo el viaje, incluso ahora días después, lo recuerdo.
Recuerdo mi primer viaje largo en bus en compañía de esas tribus luchadoras, nunca podré olvidar ese viaje largo en bus en los que todos los que compartimos ese trayecto eramos ciudadanos de niveles inferiores , olvidados en los márgenes de la burocracia y la irresponsabilidad política.
Llegué a casa con mis zapatos bañados de lodo, las maletas cargadas de latas con caducidad eterna y con el amor de la mano pero aún así pienso que tengo suerte, ya que pasé aquel día con gente que atravesó el desierto andando y cruzó un mar en patera porque esa era su única opción cuando la mía era tan solo una jornada sentada viendo los paisajes de España tras la ventanilla de un bus. Aún así me hizo pensar que yo misma podía ser sin darme cuenta una de esas gentes de perfil distinto. Ni mejor mi peor ... simplemente distinto.