Era su primer despertar juntos.
Ella se había levantado temprano, quizás demasiado, pero tenía ya ese
despertador interno que la hacía despertarse a la misma hora a causa de la
rutina.
Él dormía cuando ella salió de la cama dirección al baño.
Habían llegado tarde, de madrugada y solo alcanzaron a comentar las risas
de la noche. En aquel momento de la mañana, deambulando por el pasillo recordó el
instante en que él le dio un beso en los labios mientras que nadie miraba y la
propuesta en compartir la noche. Para nada hubiera pensado que se les
haría tarde, que la gastarían en risas y charlas, que se quedarían dormidos
dados de la mano y que a lo sumo él la abrazó por la espalda, dejando
caer uno de sus brazos en la cintura de ella, rozando con las yemas de
alguno de sus dedos uno de los pequeños pechos.
Ella estaba en la ducha. Aún tenía incrustado en ella el olor al
humo de cigarros, a bares y nocturnidades. Necesitaba una de esas duchas largas.
Podría decirse que ella estaba en mitad de esa ducha cuando la
puerta, que había dejado encajada porque ella nunca cierra las puertas,
se abrió de golpe. Él entró, sabía que estaba allí, en la ducha,
pero aún así entró. Descalzo, en pijama, bajándose un poco los pantalones
mientras daba los buenos días. Subió la tapa del váter, se agarró el pene
y orinó mientras la miraba... ella se había quedado parada un
instante, el agua caía sobre su cuerpo desnudo mientras tenía la esponja en una
mano y tapaba con cierto pudor los pechos con sus brazos. Él aún con las
manos agarrando su pene le preguntaba si había dormido bien y ella le contestó
que había olvidado que estaba fuera de casa, no había despertado en toda la
noche. Cerró la tapa de váter, se lavó las manos y mirándose al espejo
preguntó que si creía que debía afeitarse hoy. ¿Te afeitas todos los días? Ella desconocía
totalmente esos detalles cotidianos. No
siempre, según el día y los compromisos que tenga. Yo te veo bien.
Respondió ella. No quiero pincharte
cuando te bese. Dijo mientras se quitaba la camiseta de pijama perdiéndose
la expresión de sorpresa en el rostro de la chica. Se quitó los
pantalones. ¿Puedo acompañarte? Si
nos duchamos juntos ahorramos agua. Se quedó desnudo, esperó que ella
abriera la puerta de la ducha para entrar.
Justo aquella tarde tomaban café con unos amigos, ellas en una
mesa junto a la ventana y ellos en la barra, cada uno en sus
conversaciones de género. Algunas de las chicas se levantaron para ir al baño,
juntas, para no perder el hilo de la conversación. Entonces ella pudo
darse cuenta que él la miraba desde su ubicación en uno de los extremos de la
barra de la cafetería. Le transmitía confianza, solía tardar meses
en conseguir sentir esa confianza en alguien, le gustaba su sonrisa y como la
miraba con serenidad mientras los amigos que le acompañaban estaban inmersos en
apasionada conversación. Ella le sonrió y él le guiñó un ojo.
Entonces ella intentó recordar en qué momento lo había encontrado, se
había dado cuenta que lo había olvidado, realmente había olvido como un hola se
había convertido en conversación, en confianza, en alguien conocido, que le gustaba, el tiempo parecía ir a otro ritmo entre ellos
dos.
Él no pudo evitar pensar en
aquella mañana mientras la observaba reír con las amigas, solo unas horas
antes, cuando compartieron ducha y algún beso. De pronto le entraron
ganas de volver a casa, con ella. Vio como se atusó el pelo y lo miró sonriéndole.
Era una mujer distinta, todas los son pero ella te miraba a los ojos y
veías sus ganas de quererte y tenía ese puntito tan divertido... Entonces él le guiñó un ojo y se acercó a
ella, le preguntó si quería algo de beber, si necesitaba algo. Le
dio un beso en los labios. Ella le acaricio la cara. Le gustaba esas
carisias inesperadas, abrazarse antes de dormir, las lágrimas provocadas por
las risas, los "estoy aquí" en esos días duros, sus mensajitos
mientras estaba trabajando, las ganas de compartirlo todo. Recordó
la ducha de aquella mañana, el espacio reducido del pequeño habitáculo que
había anulado desde el primer momento otra actividad que no fuera el simple acto
de ducharse y algún que otro beso mañanero. En aquel momento a
pesar de que la prisa no había estado en el pensamiento de ambos tuvo
unas irresistibles ganas, de hacer esas cosas que aún no habían hecho.
Aquella noche no se dejaron llevar por los amigos y la
diversión. Volvieron a casa pronto. Pusieron música, hablaron poco, la
lamparita de mesa encendida, tonos anaranjados hacía la luz adecuada para mirar
y ser mirado, la música tenía la velocidad perfecta, agradecían poder tenerse así, en esos espacios reducidos donde tan solo eran ellos, cuerpos imperfectos, corazones agotados y sus ganas que querer, de seguir siendo, agradecían haberse encontrado y vivir sin pensar en nada mas que en hoy, ahora. Él la mira, es la primera vez que vive con ella esos momentos de intimidad, descubre como ella lo mira, la besa, descubre como su mirada se pierde, como se deja ir exhalando suspiros de vida y de risa, él la cubrió y la envolvió
con la fuerza justa y ella… Ella le dijo
cosas que nunca antes le habían dicho.
Qué buena manera de vivir el amor, sin pensar demasiado en lo que pasará mañana, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarestupenda historia excelentemente contada.
ResponderEliminarhasta da envidia.
Me desperté en un cuarto que no era el mio y a mi lado en la cama seguía durmiendo ella, no tenia idea de cómo llegue allí, solo recordaba la canción que decía: "¿Quieres ser mi amante" y en ese instante nos miramos y yo me levante y fui a sacarla a bailar...
ResponderEliminarHistoria perfecta!
ResponderEliminarMe gusta, como siempre, Nieves.
Besitos =)))
Viven en el paraíso.
ResponderEliminarQue les dure mucho.
Besos.
El primer despertar juntos...momentos inolvidables...
ResponderEliminarMil besos!!
Unas sensaciones únicas, Nieves.
ResponderEliminarBonito relato.
Besos 🌸
Ahora un buen desayuno, que el fornicio da muchas ganas de comer.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Que siempre me dan energías para seguir contando...
ResponderEliminarBesitos !!!