Era la última casa antes de cruzar la frontera. En ella vivía un hombre cuyo nombre nadie recordaba pero no olvidaron nunca lo que hizo durante años con tantas personas que era imposible alcanzar una cifra exacta.
Muchas noches escondía a todas las personas; hombres, mujeres y familias que aprovechando la nocturnidad y algún que otro día de desconcierto osaban escapar de su tortura. Los refugiaba en un pequeño sótano; con el suelo de tierra y las paredes llenas de humedad y bichos. Allí de rodillas se cogían de las manos rezando mientras escuchaban el traficante de esclavos pasearse por la tarima con sus botas de espuelas. Al alba corrían sin mirar atrás. Otros exhaustos se quedaban dormidos y no despertaban nunca pero para la gran mayoría el futuro comenzó en aquella trampilla, con la rebeldía de un hombre sin nombre que no olvidaron nunca.