De vez en cuando encuentras tesoros. Aquella
mañana no era una mañana al uso, era una de abrir regalos. Él
apareció cuando el reloj marcaba más allá de medio día.
La quiso besar en la boca como de costumbre pero ella aquella mañana se sintió
incómoda. A mil años luz de su bohemio y encantador mundo de pinturas y
titiriteros.
Ella agradeció su personalidad previsora.
Le dio uno de esos regalos que guarda para códigos rojos. Para esos momentos en
que tiene que regalar y careces de tiempo y ganas. Él
le dijo una de esas cosas que suele decirle para arrancarle esa sonrisa
tan de muchacha pudorosa. Ella
cogió la cajita aterciopelada color dorado y la abrió…
Cuando lo vi supe que llevaba tu nombre.
Comentó satisfecho de haber encontrado un verdadero tesoro para esa mujer que
intentaba conquistar a diario.
Ella se colocó en la muñeca el
reloj más bonito que había tenido nunca. Tesoro pirata… un par de
tibias y una calavera dorada.
Él la miraba. La
quería, la deseaba en cada momento. Notaba que a veces la
percibía lejana, como si sus ojos quisieran mirar a alguien que claramente no
era él. Pero no le importaba, sabía que solo eran algunos días
raros. La mayor parte de los días era risueña y siempre dispuesta para llevar a
cabo todas sus propuestas. Había conocido a muchas
mujeres pero ninguna como ella, calmada y pacífica como el océano de oriente,
comprensiva y soñadora como las hadas del bosque. Y poco le importaba aquella
mirada perdida, como mirando sin mirar, poco le importaba que su sonrisa no
fuera tan amplia y su beso hoy no tuviera sabor a cerezas
sino a desgana. Poco le importaba que hoy no aceptara sus propuestas y
marchara a su guarida pirata con la misma soledad con la que llegaba. Poco le
importaba porque aquella sensación no era nueva y como tal sabía
que en unos días, en unas semanas esa marea tan cercana hoy, volvería
a alejarse y nadie más excepto él estaría frente a ella, susurrando esas
palabras tan hipnotizadoras y abrazando sus soledades y pesares. Para
él todo eso eran insignificancias, de vez en cuando
encuentras tesoros. Y él ya había encontrado el suyo.
Ella miraba el reloj. Brillante
y reluciente como tesoro desenterrado de la mas valiosa guarida del más
oportunista de los saqueadores. Ella miraba
desconcertada como el segundero avanzaba entre las dos tibias cruzadas… Y sintió como si su vida fuera contrareloj y tuvo miedo de que aquellas manecillas la alejaran de su verdad.
Si... Hay
tesoros que llevan tu nombre. Su mirada estaba perdida, lejos, demasiado para
una simple hada de bosque. Pero ella igualmente sabía que de
vez en cuando encuentras tesoros.
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Oh si, de vez en cuando se encuentran tesoros
ResponderEliminarAtesoralos
Besos
Ahhhhhhhhhhhhh! (suspiro)
ResponderEliminarMe gustó mucho, Nieves.
Besos =)))
La vida es tiempo, pero no todos los días nos apetece vivirlos a la misma velocidad.
ResponderEliminarHermoso relato, Nieves.
ResponderEliminar😘 🌸 💐
lo disfrute mucho :)
ResponderEliminarun abrazo!
writingclaud.com
Esa mirada perdida la tiene conectada con el corazón.
ResponderEliminarBesos.
A veces encontramos tesoros que sabemos perfectamente que nunca nos llegarán a pertenecer. Y cuando eso sucede, adquieren aún más valor. Saludos.
ResponderEliminarSi él sabe que ella es así y no le da por apenarse, todo bien, conocerse y aceptarse es invalorable, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarYo aprendí a tener miedo de esas miradas perdidas
ResponderEliminarBesos
Una soñadora empedernida y un cazador de tesoros quizás puedan funcionar.
ResponderEliminarMuy romántico, Nieves.
Besos.
Miradas, tesoros, sueños para mi la vida.
ResponderEliminarBesitos
Siempre me asombras con tu imaginación.
ResponderEliminarSuelo desaparecer, lo cual no significa que me olvido de los amigos
Feliz año
Abrazo
Muchas gracias por vuestras visitas y por vuestros comentarios; que siempre me hace reir, meditar y ver ese punto de vista que no alcanzo ver por mi misma. :)
ResponderEliminarBesitos !!!