Nunca había tenido una cita a
ciegas. Esa experiencia siempre le pareció un riesgo innecesario, de hecho,
hacia tiempo que no tenía una cita así de ámbito romántico.
Él fue puntual. Pocos minutos antes de la hora citada llamó
al timbre de casa. Ella abrió la puerta y sonrió ampliamente al verle tan
arreglado y perfumado para la ocasión. Siempre andaba con sus pantalones
medio gastados y sudaderas con capuchas. Se había apurado la barba y sus
ropas eran hasta elegantes.
"¿Llego bien? "
"Si. Déjame que coja la cazadora y salimos"
Era media tarde. El sol aún entraba por las cristaleras de
la cafetería Italiana.
Él con un café expresso. Ella capuchino con un gran trozo de
pastel. Terminaron compartiéndolo. Él quiso pedir otra cucharita para
comer algún trocito pero ella no vio inconveniente de compartir la cuchara.
Incluso ella le daba a probar, él simplemente abría la boca y
saboreaba la deliciosa porción de chocolate.
No era ningún desconocido. La conversación era fluida y
animada. Él consideraba aquella cita como el triunfo de meses de
indirectas y proposiciones. Había tirado tanto tiempo la caña que por fin
parecía haber picado. Ella era una chica con la que podías tener una
conversación animada durante todo el tiempo sin aburrirte y él era un hombre
básico con un gran corazón con ganas de querer y sentirse querido.
El aroma a castañas asadas entraba en la cafetería cada vez que algún cliente entraba o salía del recinto.
" ¿Como huele eh?"
" Ahora vengo"
No dio pie a nada más. Salió de la cafetería. Atravesó la calle
y se paró junto donde vendían las castañas asadas. Con el cartucho en la
mano atravesó de nuevo la calle esta vez con cierta prisa, lo observó
mientras daba una carrerita para que las castañas llegaran calentitas a
la mesa. Era un hombre resolutivo, no muy inteligente pero muy avispado
para la vida. No muy guapo pero cuando le ponía interés podía ser un verdadero
galán de cine. Se sabía de memoría sonetos y viejas partituras teatrales
que en las ocasiones adecuadas siempre recitaba y quedaba como un autentico titiritero
majestuoso. En ese momento mientras lo miraba llegar ella volvio a sus dudas, a su no saber. No sabía si sí, si no. No sabía si era o
podría ser. No sabía... no sabía...
Imagino que cada uno enamora como sabe, o como puede y él la
iba enamorando a base de capuchinos y chocolates, a base de castañas asadas y
viejas historias de correcaminos.
Después de toda una tarde de mil conversaciones, de esas
divertidas, curiosas, inteligentes e incluso de esas picante que dan
vidilla y animan para dar pie a un algo más, a intentar dar ese paso que sin
esa conversación siempre se ve francamente difícil ni siquiera intentarlo, él le preguntó decidido que
si le apetecía pasar la noche en su casa rústica en las afueras.
Ella ya había estado allí en alguna ocasión con amigos comunes
pero nunca sola, nunca después de una cita que siempre pareció inviable del
todo.
Era una casa grande, de estas que parecen palacetes, había sido de
la abuela y él había luchado para mantenerla en la familia. Nunca quiso
vender algo que sus abuelos trabajaron tanto para conseguirlo.
Una vez más ella insegura, en ese remolino de no saber, con sus ojos brillantes y achispados por las copitas que llevaba tomadas. Dijo aquello de... "mejor que no, dejemos aquí el recuerdo de esta bonita primera cita así tal cual, así es perfecta. ¿No crees?"
Una vez más ella insegura, en ese remolino de no saber, con sus ojos brillantes y achispados por las copitas que llevaba tomadas. Dijo aquello de... "mejor que no, dejemos aquí el recuerdo de esta bonita primera cita así tal cual, así es perfecta. ¿No crees?"
Bueno si, había sido una tarde fantástica, había descubierto
muchos matices desconocidos en ella, pero hubo un momento de la tarde que
pensaba que la cita no acabaría en el atardecer sino al alba.
El hombre decepcionado y con cierta sensación de un nuevo fracaso
marchó a casa solo. Solito, con sus mejores pantalones y su radiante
cazadora, con algunas monedas en el bolsillo y un montón de sueños y
pensamientos no muy decentes. Con una reflexión clara... La verdad
es que la mente e ideas de una mujer suelen cambiar más rápido que los vientos
del desierto.
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Bonita historia
ResponderEliminarBesos
Bueno, que espere un poco...
ResponderEliminarHay que ser paciente y no forzar las cosas.
Besos.
Como se suele decir, se quedó compuesto y sin novia. Bueno paciencia, que igual otro día, ya hay más suerte y moja el "churro".
ResponderEliminarBesos Nieves.
Si tiene que ser, será... todo llega en su momento. Parece que tienen futuro. ;)
ResponderEliminarMil besos!!
Ay, tunante, se las prometía solito y sin consultar.
ResponderEliminarTodo llegará si debe de ser.
Besos
Y yo que creía que iba a haber tema.
ResponderEliminarEsa manía de dejar para otro día lo que ya se sabe que pasará.
Buen cuento, bien contado.
Y el pobre se baño para nada.
ResponderEliminarBesos
El se había hecho toda la ilusión, se tendrá que conformar y esperar una nueva ocasión, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarCuando no se está segura de nada sirve precipitar las cosas.
ResponderEliminarEs evidente que no hubo química por parte de ella.
Besos, Nieves.
...paciencia!
ResponderEliminarBesos Nieves =)))
ResponderEliminarEstá claro que en esto del amor, quien espera desespera pero con un poco de paciencia y sicología se termina triunfando
Muchísimas Gracias por vuestros comentarios y por no dejar de venir a visitarme.
Sois muy amables y os o agradezco enormemente
Mil besitos a tod@s
:D