La dulce Anna había amado antes, y Luis también había derrochado amor y pasión con alguna chica del pueblo.
Anna se
sentó un instante y se descalzó justo al llegar a casa, miró el reloj de pared
y sintió alivio al descubrir que era temprano, que Luis aún estaría a medio
camino, en algún lugar de esa carretera llena personas estresadas con
demasiadas ganas de llegar a casa.
El
calor se sentía aquel día de primavera especialmente. Se puso una de las
camisetas de tirantes, una de las pocas que se había llevado para su estancia
en aquella ciudad luminosa.
Se
dirigió a la cocina, buscó algunos limones y los exprimió, los apretujó con
ganas hasta sacar la última gota de jugo de los 6 limones, puso agua a
calentar con una taza de azúcar, lo fue removiendo poco a poco hasta que el
azúcar se disolvió por completo, mientras, sentía como su pequeña amiga gatuna
pasaba entre sus piernas para reclamar atención. Subió el fuego un
momento para hacerlo hervir, mientras fue a la despensa y abrió una de las
bolsitas que contenía comida para la felina doméstica.
"No
le digas nada a papi, que ya sabes que no le gusta que comas tanto"
Retiró
el fuego y lo dejó enfriar mientras preparaba la mesa del almuerzo, las
noticias de televisión hacía presagiar tiempos convulsos sin embargo ella
estaba viviendo su mejor primavera.
Luis
parecía tardar demasiado aquel día, o quizás fueran sus ganas de verlo llegar
lo que hacía que los minutos pasaran tan lentamente como la foto finish en la
final de atletismo.
Después
de un rato, volvió a la cocina para comprobar que el jarabe azucarado ya se
había enfriado y entonces lo vertió en una bonita jarra con agua fría, lo metió
en el frigo para que se mantuviera fresquito.
Luis no
tardó en llegar, acalorado, cerró la puerta dejando su mochila en la entrada, ella lo esperaba con su habitual sonrisa, él se acercó para darle
un beso y preguntarle si podía darse una ducha antes de almorzar.
Para cuando salió de la ducha la ropa limpia y fresca le esperaba sobre la cama
y al llegar al salón el plato le esperaba en la mesa, Anna ya había empezado a
comer, y la limonada con los cubitos de hielo flotando daban un delicioso color
y sabor a aquella tarde con recuerdo a verano.
Recogieron
la mesa y comentaron mientras las cosas de sus trabajos. Él terminó de recoger
y para cuando llegó al sofá ella lo esperaba sentada en uno de sus extremos.
Anna era de mucho hablar y ella lo sabía, sin embargo él era silencioso así que ella
prefería no decir mucho para que él lo dijera todo. Luis hablaba y
hablaba y ella escuchaba y eso a ella le encantaba. Se tumbaba en el sofá
y comentaban hasta que por inercia enmudecían para escucharse sin palabras...
Ella
había amado antes, pero esta vez era un amor distinto, sin incertidumbres, sin
miedos, con él vivía la vida, no pensaba en el futuro ni recordaba el pasado.
Cuando él llegó a su vida fue como el comienzo de una nueva era, donde
solo había espacio para primaveras, sentía la necesidad de quedarse quietecita,
sobre su tórax; había acumulado tal cantidad de emociones, había querido decir
tanto y había creído que era mejor no decir nada, había acumulado tanto nudo de
sentimientos que durante un tiempo creyó no saber lo que quería, incluso ahora tenía la sensación de estar viviendo en un sueño del que en algún momento despertaría, Luis sin embargo, sabía lo que quería, siempre supo que quería estar a su lado. Solo sabía eso.
Y de
pronto descubrió que el amor era como la limonada, que Luis era su mejor
limonada, justo de acidez y dulzura. Durante muchos años pensó que el
amor se podía medir por la cantidad de mariposas que se sentían en el estómago,
o por la cantidad de flores que recibieras y los "para siempre" que
se expresaran... pero el amor resultó ser otra cosa, el amor resultó ser vivir
sin remilgos, completando los días con pequeños actos, como pelar una naranja
porque sabes que a la otra persona no le gusta hacerlo. El amor
resultó ser despertares deliciosos en los que se escuchan poemas perversos que
hacen prender la llama, a veces suave, con delicadeza, a veces fuerte, a
veces salvaje, y así enredarse con pequeñas flores, naranjas y deseos.
Anna
era compleja, complicada, no era perfecta pero tenía mucho corazón. Nunca
sería una media amiga, ni un casi amor.
Luis
era complejo, complicado, no era perfecto pero tenía mucho corazón. Nunca
creía elegir el camino adecuado, había dado vueltas y vueltas en un mundo que
casi nunca lo entendió y ahora solo quería estar allí con ella y su limonada,
porque de pronto descubrió que el amor era como la limonada, que Anna era
su mejor limonada, justa de acidez y dulzura.
Cuantos ne desearían vivir esa clase de amor
ResponderEliminarBesos
Tal para cual....¿se puede pedir algo más y mejor?
ResponderEliminarUn relato muy bonito, muy positivo, Nieves.
Un abrazo!
Perfecta historia Nieves!!! No se puede describir mejor el amor... que como lo has hecho tú. Me encanta cuando dices: "el amor resultó ser vivir sin remilgos, completando los días con pequeños actos, como pelar una naranja porque sabes que a la otra persona no le gusta hacerlo...." Y lo de la cantidad de mariposas y de flores....no tiene desperdicio...jajaja Totalmente de acuerdo!!
ResponderEliminarMil besos!!
Haber vivido mucho y aprendido ayuda a valorar al verdadero amor, hermoso relato, un abrazo Nieves
ResponderEliminarprecioso y refrescante.
ResponderEliminarplas plas plas...