Él llegó a su puerta con
clara expresión de cansancio. Con la mirada aún perdida, como si las viejas
imágenes de vidas pasadas aún permanecieran en su retina.
Snow
apenas reconocía su voz, aún así, la chica que vivía en el borde del bosque,
la que hacía sonar sus cascabeles al andar se apartó un momento del hueco de
la puerta y le dejó entrar en su humilde casita de madera.
El
hombre sabiendo lo especial de aquella mujer entró con la mirada en el suelo y
se paró en mitad del salón. Los cascabeles que colgaban del ropaje y del
cuello de Snow sonaron con alegría, ella le cedió una silla que retiró de la
mesa. Él se sentó y ella con la naturalidad de quien sabe y espera, le
puso un plato de comida, pan y bebida. Abrió las ventanas para que
entrara la luz y el calor del día de una forma natural y siguió haciendo las
tareas que él interrumpió con su llegada.
Ella,
la paciente y tranquila Snow puso música y se sentó en uno de los
sillones a leer un libro, él apenas había hablado desde la mañana. Se
sentía abrumado de tanta generosidad sin preguntas, sin porqués. Había
llegado aquella mañana después de algún tiempo y con la necesidad de no
alejarse demasiado.
Snow
se frotó los ojos indicando cansancio, miró el reloj pero quiso terminar el
capítulo del libro que leía. Entonces él se levantó y se colocó tras el sillón donde ella estaba sentada, pasó su mano por la melena de la mujer. Ella paró de leer.
Quiero
quedarme contigo. -Le
dijo- Sin ti el mundo no tiene sentido.
- El corazón de la mujer latía fuerte, como solo el amor lo hace latir-. Intenté creer que la vida tenia mas sentido
fuera de tus bosques, pero me pierdo en ese lugar inmundo, ahí
fuera no hay nada, nadie que me importe más que tú. Estoy vacio por
dentro y contigo... contigo todo es distinto. No estoy pidiendo ayuda al
señor de luz, ni a los 7 dioses de fuego, sino a la mujer que me ha demostrado
que los milagros existen.
Snow dejó abandonado el libro
y se levantó a la vez que cogió de la mano al hombre que tanto quiso en silencio. Camino a la cama por el pequeño pasillo en
penumbras tuvo la sensación de que cuando
ella decidió alejarse, cuando tomó la decisión de volver a retomar las riendas
de su vida y de sus viejos amores conocidos entonces y solo entonces él había
vuelto a casa.
Este es tu cuarto – indicó con el dedo
índice sin parar el paso y entrando en el cuarto contiguo-
En la madrugada de algunas
noches después él entró sigiloso en el cuarto de ella. La mujer lo vio llegar y
a diferencia de las otras noches abrió las mantas para que él entrara en ellas.
Todo estaba tan mágicamente
unido que hay ciertos deseos, hay ciertas formas de amar, hay ciertos amores que no podrán ser evitados.
Y ahora después de toda una
vida imaginándolo le gustaba pensar que cuando lo hacía él lo sentía, podría parecer una locura eso de que la mente
y el corazón del hombre destinado a amar
eran invadidos y atraídos por ese amor aún por llegar, pero ahora él estaba allí y le gustaba cuando
le decía tonterías, cuando metía la pata, cuando mentía, cuando iba a ver a la
familia y volvía enfurruscado, cuando llega tarde, cuando le cubre de besos el día
de cumpleaños, cuando es feliz y se nota.
Cuando es genial con una frase que lo resume todo. Cuando ríe… Pero
aún le gustaba más cuando lleno de vida se despierta y lo primero que le decía era...
“Tengo un hambre feroz esta
mañana.
Voy a empezar contigo el
desayuno.”
Esos amores que dejan huella y que se toman tal cual lo que ofrecen...
ResponderEliminarMe gustó mucho, Nieves.
Besotes.
Esos amores de a ratos son inolvidables
ResponderEliminarQué bonita historia, Nieves, me ha encantado.
ResponderEliminarBesos
Amores apasionados
ResponderEliminarBeso
Ayyyy pobre del que nunca haya sentido algo así.... Es maravillo!!!
ResponderEliminarMil besos!!
Muchas gracias amigos, por estar ahi, mil besos
ResponderEliminarAmor y paz en vuestras vidas siempre amig@s!!!
Abrazos :D
Bueno Nieves, acá estoy buscando la última vez que apareciste en mi entrada, Snow vuelve a dar su aparición con el amor latente, un abrazo!
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