Un día
me robo
un beso
(el miedo hizo que lo olvidaramos)
Años
después
Me robo el corazón
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Ese podía
ser el resumen de su historia. Porque Margarita siempre fue una de esas mujeres
que se sienten distinta a la mayoría, que nunca se vio en la puerta de un
colegio cotilleando el reality televisivo de la noche anterior con las demás
madres de los compañeros de clase de sus hijos, ni siquiera se veía con marido
a quien tener el puchero preparado a la hora del almuerzo, ni con almuerzos de
domingo con suegros y cuñados. Nada de eso había sido otorgado para ella,
Margarita era una mujer libre, aunque siempre tenía novios que iban y venían
como las mareas de verano. Tampoco fue mujer de buscar hombres en barras de
bares nocturnos, ni los creía ni tenía tiempo para ellos, eso de conocer a
personas y contarle tu vida a grandes rasgos como si estuvieras en un
casting de reality show nunca le funcionó. Así que sus amigos especiales
la hacían reír y la complementaban a ratitos y épocas.
Margarita
estaba enamorada, llevaba años con ese hombre clavado en el corazón. Pero ese
hombre no quería a nuestra Margarita, aún así ella durante mucho tiempo le fue
fiel. Tenía la absurda idea que si su corazón lo amaba su cuerpo no podía ser
de ningún otro, aquel hombre la completaba, la llenaba de todo él, de su mundo,
de su historia. Compartían ciertos aspectos de sus vidas... y ella era feliz,
soñando que algún día aquel hombre abriría los ojos y la vería a ella.
Aquel
hombre no despertaba, o quizás si estuvo despierto siempre y nunca quiso verla,
o estaba demasiado ocupado curando viejas heridas de su propio corazón y nunca
tuvo el valor de renacer y comenzar de nuevo. Margarita
perdida en su amor imposible nunca tuvo claro nada. sus amigos, sus
amantes la buscaban, le regalaban flores y le decían cosas bonitas, esas cosas
que a las mujeres les gusta escuchar, pero ella durante mucho tiempo
siempre encontró una excusa para no quedar con ellos y omitir que no
quería besarlos ni amarlos ni pasar ratos juntos en ningún parque ni en ningún
cine ni en ningún restaurante. Ella quería hacer todo eso con el hombre que
amaba tontamente.
Sus dos
amigos, a pesar de no ser consiente de la existencia uno del otro actuaban
igual, la esperaban, la visitaban, querian entender aquella anómala situación
repentina de su querida y amorosa Margarita.
Y una
mañana, de repente, con la intensidad fulminante con que se enamora una, ella se
desenamoró. Comprendió que era absurdo guardar fidelidad con quien no
tienes compromiso, con quien no te regala palabras de amor ni guiños amorosos.
De repente supo lo absurda que había sido y lo extraordinariamente
irracional que puede ser una mujer que escucha y atiende a su corazón loco.
Así que
Margarita volvió a atender a esos chicos, ahora hombres que llegaban como la
marea en verano, siempre contentos y llenos de sorpresa para dar lo mejor de
si.
Años
atrás aquel hombre que no había desistido en la espera de ese momento
incomprensible (para él) de su Margarita, le robó un beso en la puerta de un
kiosco de barrio. Ella se ofuscó. Él le sonrió y le dijo que la quería.
En aquel momento eran demasiado jóvenes, y el miedo a estropear su amistad con
un noviazgo fugaz hizo que aquel beso fuera la anécdota de su adolescencia,
aunque después hubieran mas besos y que con la madurez llegó ese amor que
permanece y se queda. Era como el amor de la paloma a su casa. Por muy
lejos que vuele, por muy libre que sea, siempre vuelve a casa. Margarita
siempre estaba allí esperándole.
Después
de un tiempo con la compañía cotidiana, de días de asueto y noches de charla
Margarita comprendió lo fácil que es meterse en esa burbujita de amor, y soñar
y creer que todo es posible, que vas a recibir con la misma intensidad
ese amor que das. Recordó lo absurdo que es
atender a un corazón tonto e iluso. Salió de esa burbujita tonta en
la que había estado soñando demasiado tiempo y volvió a su Adán, a su
manzana. Ese que iba y venía pero que en el fondo siempre estaba.
Aún así,
el corazón es empecinado y a veces Margarita siente un pinchacito, a
mitad de la noche o después de almorzar. Es ese amor imposible que le
pellizca para que no sea olvidado.
A veces nos entercamos estúpidamente.
ResponderEliminarEs que la imaginación es mas fuerte y placentera que el raciocinio.
Besos
Esas obsesiones con lo que no es posible, con lo que se nos niega, puede hacer que la vida se convierta en algo muy vacío, porque se ha cerrado la puerta a otros visitantes.
ResponderEliminar¡Buen relato, Nieves!
Un gran abrazo, guapa.
Es una pena dejar pasar la vida....por ese amor que no será...
ResponderEliminarAh! Esos amores que quedan "clavados como una espina" precisamente porque no fueron correspondidos, las mujeres sabemos de eso, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarHermosos amores, mejores historia, linda casa....
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