Pocos somos los que tenemos la certeza de que él, no tiene rabo, ni
cuernos, que su aliento no es aliento de azufre ni su reino es de fuego y
calderas llenas de pecadores lamentando sus pecados en la tierra.
Pocos
somos los que nos hemos sentado a su mesa y hemos deleitado sus manjares, su
verborrea fácil y esos ojos verdes tan hermosos como tentadores.
Su
reino no te es ajeno, es el único que tú conoces, en el que vives y respiras
desde que una madre te creo regalándote el delirio de estar en una piedra en
mitad de un infinito mudo y negro.
El
mundo, con sus ciudades, sus delirios, sus animales, sus desiertos y sus
trocitos de paraíso, con todos los hombres, con todas las mujeres,
incluso contigo que persistes en creer que él es un invento, que es el
enemigo, el que tienta, el que miente, el del manto negro.
Todo
este mundo no pertenece a nadie más que a él. No desde ahora sino desde
el origen de todos los tiempos. Comprendo que no lo creías. La
ignorancia es la felicidad. Hay cierta historia que se cuenta en este
mundo de cierto hombre que dijo ser hijo de un dios, un hombre que decía que su
reino no era de este mundo. Durante un tiempo este intruso estuvo
perdido 40 días en un desierto. Y el amo de todo este oasis en una burbuja
infinita quiso hacer un buen negocio... Si lo aceptaba y se postraba ante él le
daría todo lo que pidiera de este mundo.
He ahí
la certeza de que este reino le pertenece, acaso alguien puede dar lo que no le
pertenece. Acaso si alguien llega a tu casa le puedes ofrecer una caja de
bombones si no los tienes... NO
Este
mundo es suyo, siempre lo ha sido, y tú eres de él. En toda esencia de este
mundo podrás encontrarle, en toda la barbarie delirante, en todo lo hermoso y
delicado. Siempre has sabido que hay algo que no encaja... Tú eres su creación,
a imagen y semejanza, sin rabos, ni cuernos, hermosos y jugando a ser dios bajo
una apariencia embustera. Sometidos en su delirio, y hagas lo que
hagas, creas el cuento que creas. Le perteneces.
"Puede que el cielo esté cerrado,
pero yo
estoy siempre abierto".
No me llames señor llámame Dios a secas. Entre Dios, el demonio, "aquí huele a azufre" que decía Hugo Chávez del americano, y ese tío que va de un lado para otro de la pantalla, me has metido el miedo en el cuerpo. ¡Coño que eso es un muerto viviente!... Me voy a merendar para que se me quite el susto.
ResponderEliminarBesos Nieves.
La vida es más sencilla de lo que nos han contado...
ResponderEliminarMuy buen escrito.
Besos
Completamente de acuerdo.
ResponderEliminarUn beso
Yo no pertenezco a nadie.
ResponderEliminarY punto.
Besos.
Nunca mejor dicho, negocios. El de las urnas funerarias para las cenizas de los muertos parece que no les ha ido muy bien.
ResponderEliminarOye, que me dan ganas dar un zapatazo al monstruo ese que se pasea por la pantalla.
Un beso.
Ya no creo ni en dioses ni en demonios, solo observo cómo nos han tirado el fardo del pecado, del infierno, de las culpas y cómo han desvirtuado lo que predicó ese hombre que quiso salvarnos...
ResponderEliminarSolo somos una pobre humanidad perdida, zombies, como el que se pasea por la pantalla... jajaja...
Un gran abrazo, Nieves.
Mejor explicado, imposible.
ResponderEliminarBesos, Nieves
Para salvarnos de todo eso debemos mirar hacia adentro nuestro y hacia la naturaleza en lo exterior, vivir tratando de no lastimar a nadie y si se lo hace pedir perdón, alejándonos de las cosas que pueden hacernos perder el buen rumbo. Claro que este debería ser un propósito común para que el mundo anduviera mejor, un abrazo Nieves, tremendo relato!
ResponderEliminarEstos dìas en los que algunos vapores de azufre llegaron de la mano de quien se hace llamar 'amiga' hiriendo mucho, esta entrada se me hace cercana
ResponderEliminarBesos
PS
Gracias por tus palabras en mi sitio- Besos
Muchas gracias por comentar. Por pasaros a visitarme y ser tan amables.
ResponderEliminarBesos !!!
:)