Hace tres décadas Manuel era un
hombre perdido entre los restos de su propio naufragio. Nadie apostaba
por él, ni él mismo. Considerándose un hombre de edad madura no
tenía el arrojo ni las ganas de reinicios ni comienzos. Él tenía esa edad
donde ya lo tienes todo organizado y comienzas a velocidad de crucero y con el
piloto automático puesto, ya me entendéis.
Sin embargo el destino le guardaba una solitaria travesía...
Travesía que odiaba y aceptaba resignado a partes iguales.
Las mujeres ya no eran como las mujeres de cuando tenía veinte o
treinta años, eran distintas y no se había dado cuenta hasta ahora. Tantos años
viviendo bajo el mismo techo con la misma mujer había hecho que perdiera en
interés por las otras, habían permanecido invisibles durante tanto tiempo que
ahora eran como seres de otro mundo que no sabía como llegar a ese
entendimiento tan necesario... le resultaba agotador y se aburría de intentar
acercamientos nada fructíferos con mujeres que para nada tenían lo más mínimo
en común con él.
Resignación.
...
Marisa estaba en mitad de la cocina cuando escuchó el quejido de
su Manuel. Fue con sus pasos lentos debido a la limitación de sus
ochenta años y vio a Manuel de rodillas levantándose. "No es nada,
resbalé con estas zapatillas" . Se sentó en el sofá y ella le
preguntó si se había hecho daño. " No es naaaaada" insistió.
Ella paró a medio camino, abrió un gran cajón lleno de pastillas y ungüentos
y cogió el bote de crema para todos los dolores. Llegó junto a él, se
sentó a su lado, le subió el pernil del pantalón y le untó cuidadosamente la
crema. Sabía que si no se la ponía ella, él no lo haría y
mañana le dolería.
Entonces él la cogió de la mano y acarició la vieja pulsera de
cuero que llevaba puesta. Desentonaba con ella; era una pulsera gruesa,
bastante masculina y deshilachada por uno de sus extremos.
"La encontré ayer en el joyero y me apetecía ponérmela"
"Pero porqué no te pones las otras que te regalé"
"Me gusta esta Manuel"
Los dos sabían porqué. Se quedaron un momento en silencio,
esperando que la crema absorbiera en la rodilla del viejo Manuel. Ella
guardaba cuidadosamente todo en su cajita.
" ¿Te acuerdas de aquél día?"
"Claro... "
Ella se recostó en su hombro, él buscó su boca y le dio un beso.
...
Era un día de otoño cuando todo comenzó, un día cualquiera sino fuese porque fue
el día en que Manuel le dijo por primera vez a Marisa que la quería.
Ella siempre fue una mujer decidida, de las lanzadas que sin miedo
proponían sin embargo con Manuel se mantuvo distante, silenciosa y guardó
para ella todas sus ganas de descubrirle. Le gustaba y lo quería lo suficiente
para no querer perderle por asuntos del corazón. Era una mujer de pocas
relaciones, no le gustaba cualquier hombre, todos resultaban demasiado para
ella. Demasiado básicos, demasiado listos, demasiado alocados, demasiado
salvajes, demasiados tontones... siempre demasiado. Así que ella también se
había abrazado a su resignación.
Quizás comenzaron a ser pareja mucho antes de lo que ellos
imaginaron porque cuando expusieron sus sentimientos y comenzaron a reconocerse
como pareja no experimentaron ningún cambio, tan solo esos deliciosos momentos
de intimidad les hacían creer que algo nuevo y muy bonito estaba
comenzando.
Por aquellos entonces la estupidez los hacía verse demasiado
mayores para bodas y banquetes, demasiado mayores para tener hijos... como veis él también resultó ser demasiado pero este demasiado le gustaba, y ella resultó ser tan rara como todas pero era una rareza conocida y que no le hacía sentirse incómodo.
Aquel día Manuel le propuso pasar un fin de semana para celebrar su segundo aniversario juntos. Marisa aceptó encantada.
Aquel día Manuel le propuso pasar un fin de semana para celebrar su segundo aniversario juntos. Marisa aceptó encantada.
El frío del invierno era latente, aún así a ellos les gustaba
almorzar en la terraza, él la miraba comer, ella le llenaba su vaso cada vez
que se vaciaba, le ponía más en el plato si creía que era poco lo que comió...
Después de comer siempre les gustaba tomarse un café y quedarse hablando
un rato...
"¿Quieres ser mi esposa?" El frío de la terraza de
aquel bungaló de fin de semana desapareció.
"Creí que habíamos hablado de esto... que éramos demasiado
mayores para bodas y banquetes y..."
"No... no hablo de eso. Hablo de ti y de mi, de ahora.
¿Quieres ser mi esposa, mi mujer, mi chica para toda la vida?"
"pues si, claro. Para mi ya lo soy... sin dudas. ¿Y tú quieres ser mi marido, el chico que
me abra las latas de atún y las botellas de refrescos toda la vida?"
"Claro" No pudo evitar sonreír.
Él le puso la pulsera que llevaba puesta en ese momento y ella le
regaló el pañuelo que llevaba puesto, el que compró en aquel viaje al norte. Se declararon su amor y sus miedos, sabían que tenían muchas batallas perdidas y mucha cicatriz por curar. Aún así sellaron su
amor, se propusieron un para siempre con no poco miedo a que todo volviera a
ser un espejismo, porque el amor da miedo, sobretodo a los que conocieron sus zarpas. Sin embargo ellos que se resignaron a vivir con los restos de
sus naufragios y sus rarezas, encontraron sin darse cuenta esa persona
compatible, y la vida fue pasando sin darse cuenta que seguían allí uno junto
al otro pese a las tormentas y vicisitudes de la vida. Una vida que
transcurrió como ocurre con las cosas buenas como un parpadeo... y aún hoy, con ochenta años ella prefiere la pulsera de cuero porque es la pulsera de
bodas.
Marisa se levantó y volvió a la cocina, él prefirió quedarse en el
sofá viendo las noticias hasta que llegara la hora del almuerzo. Miraba su rodilla brillante por la crema, pensaba que no hubiese sobrevivido sin ella a su lado cuando escuchó la voz de su chica octogenaria... "Manuel, puedes venir y abrirme esta maldita lata... " "claro cariño... voy"
Hoy almorzarían en la terraza, al calor del sol templado de finales del verano.
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http://encuentrosantesdelalba.blogspot.com.es/Hoy almorzarían en la terraza, al calor del sol templado de finales del verano.
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Tienen mérito.
ResponderEliminarMucho.
Para llegar a esa edad juntos hay que superar muchas cosas.
Besos.
Media vida!!! ¿seremos capaces? Me encanría....
ResponderEliminarMil besos!!!!
Un matrimonio sin papeles, es más duradero.
ResponderEliminarBesos
Eso son los matrimonios de verdad, los que duran toda una vida, algo que cada vez se va dando menos.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Si, son una pareja "demasiado"...
ResponderEliminar...buena para perderse una al otro.
Nieves, me encantó esta historia, sobre todo porque mi amiga que es fan de la numerología me auguró un amor para los OCHENTA Y TRES!!!! Imaginate bastón de por medio, hermoso relato, un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir vuestros pensamiento en cada uno de mis escritos...
ResponderEliminarGracias de todo corazón.
:)
Besitos y feliz semana!