Guillermo pasaba los veranos en
la granja de los abuelos, a muchas horas de coche entre el parque donde
juega con sus amigos a fútbol los viernes por la tarde y el gallinero de la
abuela. Siempre se quedaba dormido en el viaje...
Guille solía andar solo y trastear por todos los recovecos
de la granja, le gustaba correr tras el pollo, jugar con negro -el perro- y
esconderse en la cuadra de la yegua cuando su madre lo llamaba para
bañarse.
Hoy Guille estaba sentado en una silla en una esquina del gran
salón de la casa. Su madre le había recriminado por no querer saludar a
Patricio. El niño sentado en su silla con los pelos en la cara miraba
hacia el suelo, miraba algunas hormigas que porteaban trocitos del desayuno.
Escuchaba la conversación que no entendía de ese hombre con el
abuelo al igual que no entendía porque tenía que saludarle, darle un beso
y quedarse en esa silla calladito en presencia de ese señor de pelo rojo y olor
raro, que pinchaba con su beso y agarraba fuerte por los hombros con sus manos
deformadas diciendo " este hombrecito
tiene pinta de ser muy bueno".
Después se sentaba con las piernas bien abiertas y se bebía un
vino mientras parecía pasárselo muy bien mientras Guille estaba en la silla sin
moverse todo el rato.
A Guille no le gustaba saludar, cuando saludaba quería decir que
tenía que estar una tarde sentado esperando que la visita decidiera marcharse.
Su madre siempre lo llamaba y él tenía que ir corriendo por muy divertido
que fuera aquello que estuviera haciendo. Le decía quien era la persona que lo
miraba con los ojos desorbitados, empeñados todos en decir gritando lo grande que
estaba y él debía decir algo y dejar que le besaran, le pellizcaran y que le apretaran
con sus grandes manos sus hombros de seis años.
De todas las visitas Patricio era el más extraño. El abuelo
decía que era su amigo y vivía justo al otro lado de la verja de la granja.
Siempre se empeñaba que se sentara en la mesa con ellos y cuando el abuelo se
iba por otra botella de vino siempre le preguntaba por el colegio y
por los amigos, le acercaba el vaso y se empeñaba que probara un culín de
su vino.
"No le des vino al
niño, que la madre me va a matar" Decía el abuelo.
Después aquel hombre decía algo de las mujeres que nunca entendió
pero que era muy gracioso porque los dos se reían mucho y Guille
paladeaba el regusto a vino que no le gustaba nada y escuchaba las
charlas lejanas de las mujeres en la cocina preparando una cena especial.
Patricio siempre contaba chistes de tetas o de culos, y su abuela
siempre les reñía y cogía de la mano al niño y le llevaba a la cocina a ver como
cocinaban o en el peor de los casos a ayudar a pelar hagas.
"¿Puedo salir a
jugar?"
" No, ya sabes
que cuando hay visitas debes estar aquí portándote bien"
Guille miraba de reojo por un ventanuco al abuelo con su amigo
hablando de tetas y a la abuela con mamá hablando de la comida, Papá se había
llevado todo el día con su amigo en el pueblo y él se sentía aburrido sin
poder jugar con sus amigos, sin poder correr tras el pollo, sin poder esconderse
con la yegua.
"Debes ser mas
obediente y saludar a las personas cuando te hablen..."
Guillermo asentía con la cabeza sin ganas, sintiendo el enfado dentro de él como si un avispero estuviera a punto de estamparse sobre el suelo...
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Por suerte ahora cambiaron esas costumbres, en la vida moderna ya casi nadie se preocupa de que el chico sea educado con las visitas, lo alientan para que se vaya a jugar, quizás porque se tengan que hablar temas ajenos a sus oídos. Pero recuerdo muy fielmente esa conducta cuando yo era chica y me reflejo en Guille, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarLo entiendo a la perfección.
ResponderEliminarYo he sentido el avispero con sólo imaginármelo.
Besos.
Mi abuelo me enseño a saludar a las visitas, sentarme quieto sin decir palabra alguna y a los cinco minutos, levantarme, decir: Permiso e irme a hacer mis cosas.
ResponderEliminarBesos
Nunca entendí porque tener a los infantes presentes a modo de florero era signo de buena educación.
ResponderEliminarCreo que conmigo aprendieron por el método intento error que era mejor que habitara cualquier otra habitación.
El estar presente y quieto delante de las visitas nunca lo entendí, pero el saludo es de buena educación ahora y siempre. Aunque eso de saludar se está perdiendo un poco...espero que no se pierda del todo!!
ResponderEliminarMil besos!!!
Todos recordamos nuestros momentos de niñez y las visitas, había que portarse bien y no trastear mucho. Los traviesos teníamos que hacer verdaderos esfuerzos para no liarla.
ResponderEliminar:)
Besos!!