Nunca
tuvo nervio ni demasiada fuerza vital. Ella era una de esas mujeres que
agradan más al corazón que a la vista, que se cuelan primero por el alma y
después por los ojos.
Ella se
había acostumbrado a sentir ese hueco vacío que parecía estar entre el pecho y
el ombligo que le recordaba lo complicado que resultaba.
A
veces, algunos días como hoy se levanta con cierto peso extra, como si
sus huesos pesaran más o como si sus pensamientos siempre tan volátiles hoy
fueran piedras del mar profundo.
Hoy
despertó con los primero rayos de luz de ese sol tan lejano y necesario,
hoy se sentía con esa carga que da el amor, esa opresión en el pecho, ese no
se qué tras la garganta dispuesto a salir tan pronto tuviera ocasión.
Hoy era uno de esos días en que sus escamas se volvían duras e
impermeables, esperanzada en que eso que llaman amor y el cuerpo percibe como
virus que debilita y perturba fuera tormenta pasajera que se alejara gracias a
una buena dosis de realidad y cordura. Hoy era uno de esos días que ese hueco
tan vacío de pronto se siente lleno; de momentos pequeños compartidos como sin
darse cuenta, de pensamientos de mujer sencilla que sueña con cosas cotidianas. La soporífera mañana dominical la despertó con esas ganas, recordaba que esa
noche había tenido esa clases de sueños y enredada aún entre el sueño y la vida
se recordaba que debía agarrarse a la vida real y no dejarse arrastras
por las bonitas y suaves corrientes del romance imposible, aún así ella se dejaba llevar
por la corriente templada y armoniosa... pensaba en esas cosas que nunca tendría, en esa compañía en
las noches de verano, en esos paseos sin planear, pensaba en las ganas de
sentir sus caricias sutiles y sus besos risueños, de hacer el amor con el
hombre que su corazón había decidido querer, sentía que debía sacar todas
sus ganas, todo su amor de aquel hueco que se llenaba como la marea del
salvaje océano pero no sabía como parar una marea que bien se sabe es
indomable.
Hoy se
afianza a sus escamas duras e impermeables. Se aferra a la vida real e
intenta se prevé sin éxito sacar todas esas cositas, todos esos pequeños
tesoros que han ido llenado ese hueco vacío entre el pecho y el ombligo, todas
esas piedras preciosas que seguramente serán piedritas del océano profundo, sin
valor alguno que con el tiempo solo será arena seca de desierto
abandonado. Se aferra a la vida real antes de que sus escamas de *Muerte
Roja se conviertan en las de pececito de anémona... pero se prevé que todos sus
intentos carezcan de éxito, cuando la marea sube solo el corazón puede pararla,
no hay mente ni razón que la dirija, así que se deja llevar, recordándose que el amor tambien trae estos días y que junto a tantas cosas bonitas el amor tambien ... es sufrir.
Nunca
tuvo nervio ni demasiada fuerza vita.
Ella era una de esas mujeres que agradan más al corazón que a la vista,
que se cuelan primero por el alma y después por los ojos.
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*Muerte Roja es un
dragón colosal. Literalmente todo su cuerpo es un arma en sí. Todo su cuerpo está fuertemente blindado con cuernos y un lineal de escamas sobresalientes de su cuerpo, lo que le permite al dragón perforar y demoler enormes rocas de volcán, Haciendolo practicamente invensible.... practicamente.
Una hermosa y terrible historia, esas armaduras que nos ponemos a veces para no sufrir, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarmuy bueno el relato, como siempre!
ResponderEliminarLas armaduras y las mascaras que usamos para protegernos.
ResponderEliminarBesos
Me encantó la definición que diste de ella: "era una de esas mujeres que agradan más al corazón que a la vista, que se cuelan primero por el alma y después por los ojos."
ResponderEliminarUn relato algo triste, pero muy poético.
Besos, Nieves.
Muchísimas gracias por vuestras visitas y vuestras palabras, Feliz Jueves y feliz Semana amig@s
ResponderEliminarMil besos!!!
;)