Tiran más dos tetas que dos carretas. Eso era lo que solía decirle su
abuelo los Sábados camino de vuelta a casa. Carmelo lo iba a
buscar a las afueras de la ciudad, solía escaparse los sábado en la tarde y si
no hacía por ir en su busca no volvía a casa hasta bien avanzado el Domingo.
-Hijo...
sé que no apruebas que tu abuelo pase el rato con estas mujeres de risas y amor
fácil pero tiran más dos tetas que dos carretas...
Esa era
la frase que su abuelo le repetía cada semana.
Alguna vez había ido a ese lugar, pero hacía años que no pagaba sus favores. Las chicas siempre lo acariciaban y le ponían copas mientras convencía al abuelo que era hora de volver a casa con su esposa. La abuela lo tenía ya como caso perdido y decía que mientras la dejara tranquilla a ella bien estaba que hiciera sus cosas con esas pobres desdichadas. Pero a la vez se preocupaba si por el exceso de alcohol se cayera en mitad del camino. Son las inconcluencias del amor cuando una esposa se convierte en madre...
Alguna vez había ido a ese lugar, pero hacía años que no pagaba sus favores. Las chicas siempre lo acariciaban y le ponían copas mientras convencía al abuelo que era hora de volver a casa con su esposa. La abuela lo tenía ya como caso perdido y decía que mientras la dejara tranquilla a ella bien estaba que hiciera sus cosas con esas pobres desdichadas. Pero a la vez se preocupaba si por el exceso de alcohol se cayera en mitad del camino. Son las inconcluencias del amor cuando una esposa se convierte en madre...
Carmelo
volvía a su propia casa después de haber dejado al abuelo con la abuela. Que
siempre respiraba tranquila al verlos llegar pero refunfuñaba con un " me vas a matar a
disgusto un día de estos, eres muy viejo para andar de putas" Y él balbuceando contestaba mientras
se dejaba acostar medio borracho... "
si me dejaras tocarte las tetas no tendría que tocárselas a ellas"
Carmelo
sentía lástima por la abuela, mujer sufrida, de otros tiempos, de esos que se
debían al marido hasta que la muerte los separara.
Cuando
llegaba a casa intentaba disimular sus copas de más, la mayoría de las noches
las chicas le ponían las copas bastante cargadas. Intentaba meter la
llave en la cerradura pero era habitual que tuviera que hacer varios intentos
hasta lograr abrir la puerta, subía las escaleras, con los pantalones medio
caído y con ganas de orinar, entraba presuroso al baño, se quitaba
la ropa y se acostaba en la cama. Allí estaba Araceli, intentando no
moverse para que él creyera que dormía despreocupada. Él aún con el recuerdo de
las caricias de las chicas recordaba que solo ella era la mujer de su vida, la
chica paciente y amorosa que supo ver su lado bueno, lo convirtió en el buen
hombre que era y a su lado organizó su vida como nunca creyó poder organizarla.
Araceli seguía siendo la muchacha de sus ojos, la que le robó el corazón.
Estar allí junto a ella cada noche era lo mejor que le podía pasar.
Se acercaba a ella, piel con piel, se agarraba a uno de sus pechos como
si fuera parte de una montaña a escalar con miedo a caer al precipicio, le daba
algún beso en la espalda o en el hombro y siempre le decía alguna palabra
bonita. Ella le preguntaba por el abuelo y él le confirmaba que ya estaba
en casa, le contaba algo de lo sucedido y ella le escuchaba mirando sus ojos
aún brillantes por el whisky. Ella le acariciaba la cara y él la besaba.
Carmelo quedaba dormido como un bebé agarrado al pecho de su madre, agradecido
de tener a una mujer paciente que nunca gritaba ni realizaba venganzas de estas
de mujer desdichada. Se acercaba a su cuello y la olía ¿ Me
estás oliendo? susurraba
Araceli con cierta sorpresa aún sabiendo que era algo que solía hacer. Si, me gusta tu olor, hueles
a almendras de macadamia. Ella
se reía y se estremecía al sentir su barba en el cuello.
Se quedaba
dormido pegadito a su cuello, siempre le gustó el olor que desprendían las
mujeres, olor suave a feromonas, a veces el perfume lo estropeaba, los hombres
para él todos olían a lobos, no había distinción, pero en
ellas todo era distinto, pero ninguna era tan deliciosamente atractiva y
deseada como su almendra de macadamia. En cambio ella tardaba en
quedarse dormida, en aquellos momentos siempre pensaba con temor si alguna
vez su marido tendría necesidad de perderse en bares y deseos alejado de
ella.
Desde el inicio de la humanidad el mundo está lleno de historias de hombres y prostitución, no los comprendo
ResponderEliminarBesos
Por aquí también se usa ese dicho, que también tiene una versión mucho más vulgar.
ResponderEliminarUna historia que refleja la modalidad de generaciones diferentes: antes las mujeres procedían como la abuela de Carmelo, sometidas, resignadas y sin deseos.
¡Buen relato, Nieves!
Besotes.
Por ir a rescatar a su abuelo a Carmelo se le pasan las copas también, es que siempre se moja el que rescata a un ahogado, por suerte el amor por su mujer lo colma, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarConfirmo el dicho.
ResponderEliminarBesos Nieves.