Ella estaba desnuda, cuando está con él la mayoría del tiempo prescinde de la ropa, con él solo posee piel y corazón. Lo miró como rendida, con la necesidad que él la entendiera. Ella era ingenua, aún no había descubierto que él ya la entendía desde hacía tiempo y con esa carita tan suya, la escuchó con parsimonia.
Yo no soy una mujer con suerte, al menos con esa suerte estándar y de manual, que la sociedad marca como buena.
Yo no
soy valiente, me aferro a mi zona de confort, donde me siento segura, fuerte y
a salvo de cualquier infortunada sorpresa.
Sin
embargo, considero que tengo una buena vida. Sin lujos, una vida cotidiana y
domestica, familiar y de amigos; no demasiados, pero todos sabemos que los
amigos que quedan a los 45 años son los de verdad. Soy positiva, risueña, tengo
empatía con la gente, debilidad por los casos perdidos, quizás demasiada,
también tengo mi momento cascarrabias, cabezota y la sombra de la inseguridad
me sobrevuela alguna que otra vez.
Lloro
con tanta facilidad como me río, solo que no lloro más que cuando el
agobio me supera.
No me
gusta el dinero ni las cosas nuevas, ni las cosas caras, ni los lujos
exagerados, ni el tanto tienes tanto vales. Siempre fui rebelde.
Pasé una infancia enfadada casi todo el tiempo, y una adolescencia
estando en todos los fregaos. En los asuntos del amor tengo mis
historias, historias bonitas que guardo con delicadeza y una sonrisa.
Durante
mucho tiempo me he sentido lejos, lejos de cualquier camino. Incluso ahora,
siendo mujer adulta, en algunos momentos no sé hacia donde dirigir mis pasos. Y
yo solo camino.
En mi vida llena de cosas y de gente maravillosa con la que comparto risas y preocupaciones. En mi vida llena de tiempo ocupado; "de esto, de lo otro, de aquí y allá", siempre sentía un hueco vacío, no era hambre, ni sed ni frío. Era un hueco que siempre sentí y con el que aprendí a vivir.
Sé que las cosas, son solo cosas, que se gastan, se
estropean y se cambian por otras nuevas. Que el mejor legado que puedes dar es
tu forma de ser y tu corazón. Veo a ese niño que fuiste, al adolescente rebelde
y entregado que construyó su propio mundo. Veo el hombre que eres.
Descubro en ti un hombre con magia. Un hombre lleno de imperfecciones
perfectas. El que me hizo un poco suya y encajaste a la perfección, en ese
hueco vacío, como pieza de puzzle. Por eso deseo que la vida sea amable
con nosotros, y que hagamos por vivir una vida bonita, y estemos
siempre a gusto en nuestro mundo, en nuestra burbuja propia y compartida.
Siento que cuando me pasan cosas buenas siempre pienso en ti, y cuando
estoy enfadada con la vida, también corro a decírtelo como la niña pequeña que
busca consuelo.
No es que te necesite en mi vida, pero sin ti (y por eso me
gustas) soy como una niña que se queda sin el rato de recreo. Eres el
patio donde puedo ser yo en estado puro y hacer lo que quiera. Imagino
que sigo lejos de cualquier camino, pero hoy tengo todas esas cosas, cosas que no
son cosas, que me encantan, que veo, que toco y me llenan...
Con 20
años sentía un hueco vacío. No era hambre, ni sed, ni frío. Era un
hueco que siempre sentí y con el que aprendí a vivir. A los
40 años ocupas ese hueco, encajaste suave y sin darme cuenta. Ese hueco
era el tuyo y nadie podía ocuparlo. A penas soy consciente de estar aún en
mitad de ningún lugar... y ya no me importa demasiado...
Él seguía plantando allí sin saber que decir ante ese momento donde ella había derramado casi todo lo que llevaba dentro. No pudo decirle mucho. En ese momento, solo la abrazó.
...Eso sí que es desnudarse...¡dejando al descubierto hasta el alma! ¿Y la recompensa? Un abrazo, como no podía ser de otra forma.
ResponderEliminarQué relato tan sentido, tan profundo en emociones...
Un beso, Nieves! Y gracias por pasar una vez más por ese blog mío semiabandonado al que sólo doy de comer cuando puedo...!
Un abrazo vale más que mil palabras! Hermoso autorretrato de la protagonista, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarLas palabras están de mas, basta un abrazo
ResponderEliminarBesos
Aunque no hubiese leído a Tagore, ni siquiera conociera aquello de que es mejor estar callado si lo que vas a decir no es más bonito que el silencio, actuó de esa forma por intuición. Y encima puso la guinda de un abrazo. Seguro que colmó las aspiraciones de la chica.
ResponderEliminarBesos.
A los que nos gusta escribir sabemos de la importancia de las palabras. Pero a veces es mejor un gesto como el de ese abrazo. Espero que poder ver otra entrada tuya Pronto.
ResponderEliminarBesos
El poder del abrazo.
EliminarLa ternura de la palabra.
Espero verle por aquí pronto :)
Saludos
Ese sí que fue un desahogo, de esos buenos, cuando se muestra el alma.
ResponderEliminarCreo que las palabras que hubiera podido decir él no habrían sido suficientes.
Pero el abrazo cubrió todo.
Preciosos texto, Nieves.
Agrego mi abrazo.
Me dan ganas de abrazarla a mí también.
ResponderEliminarBesos.
No pudo decirle mucho? el abrazo es mucho! :D
ResponderEliminarBesos Nieves =)))
Siempre sensual y apasionada :)
ResponderEliminarBesos
Me gusta como eres!😘
ResponderEliminarSinceridad absoluta.
ResponderEliminarHay personas de más edad y no saben hacia dónde van.
Besos 🌹
Inspiradora y tierna, como siempre. Saludos
ResponderEliminarLo de ella es una conferencia de saber que hacer con la propia vida, de saber valorar lo que es importante y lo que no, de saber comunicar, de saber.
ResponderEliminarGracias a todos por compartir cada relato que os regalo con tanto entusiasmo. Me hacen no decaer y seguir adelante a pesar que la próxima entrada es la número 1000. ¡¿Quien lo iba a decir ?!
ResponderEliminarMil besitos
Me encanta que en tus relatos, juegas con la primera persona. Quizás uno siente que la historia es más cercana a la realidad, como la de esta confesión, mientras él escucha, para hablar finalmente desde el abrazo. Un beso. carlos
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