Cuantas veces habría leído esa
frase tan manida y gastada que decía eso de que la vida es como un libro donde
hay personas que están en una página, otros en un capítulo y otras, una vez que
aparecen permanecen toda la historia.
Siempre he luchado contra esa reflexión de vida porque yo soy de
las pocas personas que creen en los para siempre, la vida se encarga de ponerme
en el lugar que me corresponde, en mi propio camino.
Pero de vez en cuando me paro. Descanso en mi camino y observo a
la gente. Me gusta la gente, las de todo tipo y condición. Soy de las ilusas
que creen que todo el mundo es bueno, olvido con facilidad que la maldad, las
tretas y las conspiraciones pululan por tu alrededor como enemigo silencioso,
olvido constantemente que ser buena persona no te asegura que lo sean
contigo. Pero que más da, como os digo yo creo que hay buenas personas y de vez en cuando las encuentro, de verdad que si... si no te alejas de tu camino, no olvidas quien eres ni dejas de escuchar la
música que hay en tu corazón la vida no te puede conducir a otro camino que a
la ventura.
Y así fue como sin darme cuenta coincidí con un hombre.
Y esta vez yo que soy de todo tipo de personas y condición, desconfié, no
de él sino de mí, de lo que pensé cuando le vi, porque no le vi llegar... no le
vi llegar, de pronto ahí estaba, notaba su vibración, su fuerza. Solo
tuve ocasión de tocarle durante un breve momento, estuve tan cerca de él que
pude olerle. Me gusta oler a las personas que me gustan, es algo que nunca confieso,
es una de mis rarezas, él olía a hierba de bosque, a risas junto al fuego, a
guerrero sabio, a felicidad. A eso olía.
Y yo que siempre fui de bosque, de piedras, de plumas, de
fuego en la chimenea, de tardes ociosa junto a mi perro, lo miraba y lo veía,
cerraba los ojos y lo seguía viendo.
Yo que anduve entre lobos esquivando árboles centenarios, lobos
que no me veían o simplemente me reconocían como uno de ellos, yo que
atravesaba pequeños ríos y sentía el agua fría mojar mis botas de mujer de
bosque. Yo que escuchaba tu música traída por el viento sentí con consternación tu llegada.
Y él que siempre fue de gaita, de arco y flecha, guerrero con
temple, con marcas en su piel de sus dioses y creencias, siempre tan lejos de casa,
siempre dispuesto a compartir momentos del camino regalando su fuerza y
sabiduría. Siempre tan rudo en la batalla, tan cercano y afectuoso junto
al fuego seguía siendolo a pesar de todo lo vivido, a pesar de todas sus vidas vividas.
Ahora te miro y veo quien eres, cierro los ojos y veo quien
fuiste. Hoy lo siento con fuerza y mi alma vieja sabe que somos almas del
mismo bosque. Que las plumas de tu arco son las mías, que mis piedras, tu
gaita, mis lobos, tus mapas de guerrero, mi perro y los dibujos de tu piel
forman parte del mismo bosque. De nuestro viejo y dormido hogar. Aquel
que duerme en algún espacio de nuestras viejas almas, que se reconocen
con la incredulidad y desconfianza del hombre moderno. Ese que dejó de creer en
dioses para creer en Facebook.
Creo en lo que digo. No importa el camino que tuvimos que
recorrer hasta llegar aquí, lo que tuvimos de dejar por el camino. No
importa las citarices que nos dejaron ni las que hicimos. Una vez que
llegas a casa ya no importa nada, te sientes a salvo. Cuando miro tus
ojos verdes, cuando siento como vibra tu alma me siento a salvo. Cuantas
vidas vivimos y cuantas nos quedan por vivir carece de sentido en esta época de
creer en lo que se ve. Ahora lo único que siento es que tenemos toda una
vida para compartir mil historias, la rueda del destino volvió a girar, giró
giró y giró hasta que de una forma extraordinariamente prodigiosa nos puso en
el mismo camino. ¿ Que nos depara el destino ahí delante? No lo sé,
imagino que tú tampoco. Ojalá lo supiéramos, pero yo soy de para siempre,
creo en las personas. Somos almas del mismo bosque, de las mismas
piedras, de los mismos arcos y flechas, de esa misma música que suena suave y
lejana en el centro de nuestro ser, en ese lugar indefinido entre la garganta y
el ombligo.
¿Cuantas vidas compartiremos?
Que más da... vivamos esta que es la que tenemos. Sabemos que los dioses están de nuestro lado y por eso quiero pensar que nosotros estaremos en el libro de TODAS nuestras vidas.
Qué hermoso escrito Nieves, pleno de sentimientos y sensaciones, un abrazo!
ResponderEliminarQué bonito lo dices NIeves...quiero quedarme ahí! :DDD
ResponderEliminarBesos =)))
Que bonito...
ResponderEliminarYo también quiero que los Dioses estén de mi lado, pero me tienen manía... con lo bueno que soy y esos julandrones pasando de mí...
Besos.
Escribes bellamente, no se como leo el librro de la vida, estoy segura que si le preguntamos a cien personas veremos cien respuestas diferentes
ResponderEliminarDios no està de mi lado, si creo que està y no creo que tenga favoritismos
sino los niños no sufrirìan nunca
Besos
¿Somos, acaso, almas gemelas? Un abrazo.
ResponderEliminarPreciosa historia, Nieves.
ResponderEliminarEres sabia, una se dio cuenta ya hace mucho...
Besos 🌸
Hay presencias que cuando llegan intuimos que se quedaran para siempre.
ResponderEliminarSi ella no haría falta libro, bastarían cuartillas sueltas.
Qué bueno
ResponderEliminarMis dioses felizmente me acompañan siempre, son los dioses del amor y de la camaradería
Besos
Me sorprendes gratamente Chaly.
EliminarMi religiónes la AMISTAD y el AMOR.
:) ¿Qué te parece?
Me sorprendió que siendo una "religión" tan personalizada, al menos eso pensaba yo, no sea la única que la practique.
Un abrazo amigo ;)
Simplemente ... GRACIAS a tod@s
ResponderEliminar:)
Un fuerte abrazo amig@s