Había llegado inesperadamente antes del trabajo. Estaba mal.
Demasiado esfuerzo, demasiado trabajo, demasiadas horas fuera de casa. La
fiebre no tardó en llegar. Dolor de garganta, escalofrío.... los
medicamentos habituales se acumularon en la mesita del salón. A penas
tenía fuerzas, ni ganas, aún tenía el recuerdo cercano de aquella
epidemia de gripe que decidió quedarse en su hogar durante algunos
horripilantes días. Apenas probó bocado... los escalofríos se apoderaban
de su cuerpo esa noche de clima templado.
Ella sufría. Sabía que podía hacer poco, sabía que se había tomado
los medicamentos y que tenía que superar una larga noche de fiebre y escalofríos
bajo las mantas de primavera.
Tras quedarse dormido en un primer momento en el sofá con la
televisión puesta a un volumen casi inaudible, decidió marcharse a
la cama. Encendió la lamparita de noche para no estar demasiado a oscuras, para
tener una luz en su posible descanso. Entrecortado posiblemente, de vueltas y
vueltas, de pañuelos, de mirar el techo, de esperar a que el
cansancio venza a los virus y pueda dormir, descansar, reparar las
fuerzas y la vitalidad perdida.
Ella esperaba en su desvelo que la noche pasara rápida.
Que las luces del día llegaran pronto y con ese nuevo día
descubriera una clara mejoría. Se desvelaba constantemente. Quería que
estuviera bien. Que los escalofríos amainaran, que durmiera, que descansara,
que no pasara demasiado agobio, porque ella lo conocía bien y sabía que él era
de agobiarse cuando los virus le elegían.
Las horas pasaron lentamente, el día amaneció luminoso y con
temperaturas suficientemente agradables para la manga corta. Tan pronto
ella despertó se aseguró de que él estaba bien, al menos mucho mejor. La fiebre
había desaparecido, con la precaución y las pocas ganas de salir a la
calle cuando tienes que sonarte la nariz a cada rato y con ese dolor de
garganta persistente pero con ganas de conversar chistosamente. Ella
respiraba aliviada, el virus había derivado a un buen resfriado común. Él
respiraba aliviado, la fiebre había remitido y con unas horas de cuidados
y mimos posiblemente estaría mucho mejor.
Él agradeció su preocupación.
Ella lamentaba no tener esa varita mágica para que ningún mal le
rozara, para que siempre estuviera bien, para que todo le fuera rodado, y solo
se tuviera que preocupar de ser él mismo y disfrutar de la vida y todas esas
pequeñas cosas que él tanto sabe valorar.
Las malas noches como las buenas, en pareja, son cosas de dos.
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
No queremos que sufran los que queremos, es así, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarAl principio a uno lo cuidan y miman, años después se van de visitas
ResponderEliminarBesos
Ver mal a alguien que queremos suele doler mucho.
ResponderEliminarBesos.
Esta conexiòn mìa anda dandome disgustos, te dejè un comentario y no se si quedò o se fuè por la estratosfera (la abrigarè esta noche jajaja)
ResponderEliminarBesos
Nunca le damos importancia a la salud hasta que nos falta.
ResponderEliminarUn resfriado leve, una gripe corta, una torcedura de tobillo y todas nuestras rutinas cambian.
Y no hablemos si el problema trae dolor, cansancio o malestar.
Y si, sufre el sufriente yla pareja (si existe) del sufriente.
Si pudiésemos evitarles cualquier malestar lo haríamos.
ResponderEliminarBesos 🌹
Ojalá se pudiese evitar los males a los seres queridos!!! Sólo nos queda cuidar el uno del otro...
ResponderEliminarMil besos!!
Es jodido cuando ve uno a alguien que quiere padecer, a veces quisiera uno que le pasara asimismo, pero eso es algo inevitable. Y mientras sean cosas de poca importancia tira que te va. Lo penoso es cuando se presentan males graves.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Muchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarCuando os leo descubro las buenas personas que hay tras esas letras tan amables...
Besitos !!
La lamparita, la tele, el gato, las pastillas, el móvil,los rezos y el termómetro. El Kit nocturno del enfermo que vive solo.
ResponderEliminar3 días de m. Donde visite al de la farmacia, a la cajera del supermercado, que no tenía comida en casa y al médico de urgencias.
Ya paso todo y... lo que no te mata, te hace más fuerte...:)
Menos mal... ya pasó :)
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