A veces solía recordar aquellos amores como la que mira viejas
fotografías sepias de gentes que no llegó a conocer.
Suspiraba y miraba al horizonte como el guerrero que sobrevivió a
la GRAN batalla.
El amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan con la misma
medida que mereces o deseas.
Ella tenía un corazón tan bonito, tan lleno de cosas, tan cuidado
y mimado, era un corazón de domingos en la mañana, de canciones para bailar, de
fuegos artificiales en cualquier hora y lugar. Tenía un corazón alegre,
soñador, loco, lleno de ganas para salir corriendo a abrazar a ese hombre
atolondrado que la eligiera entre todos lo corazones del lugar.
Ella era romántica y cariñosa, siempre soñó con haber encontrado
su rana y haber vivido en una casita en las afueras de cualquier lugar.
Sin embargo en aquella búsqueda maravillosa fue regalando todo lo mejor
de ella, toda su ilusión, todas sus ganas, toda su inocencia la fue
derramando en aquellos que dijeron un día elegir su amor lleno de jardines en
primavera, de hamacas de verano, de hijos que nacerían, de canarios cantarines
en sus hermosas jaulas colgantes, de mascotas con nombres de dioses, de
almuerzos al sol... de meriendas con tartas y noches con amor.
Todo se desvanecía con el tiempo. Descubrió que en su destino no
habría nada de eso. Que todo ese mundo tan normal y cotidiano para la gran
mayoría de los mortales para ella era un espejismo en un horizonte al que nunca
iba a llegar.
El amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan con la misma
medida que mereces o deseas.
Ahora no mira horizontes. Vive en su casita en las afueras de
algún lugar. Regalando todo lo mejor de ella, toda la ilusión, todas sus
ganas y sus amores ahora son de cuentos. Su corazón ahora está lleno de sus
mentiras. Sigue teniendo una imagen amable,
romántica, sensible y sentimental. Pero el núcleo de todo está
petrificado. Es una realidad, es un hecho. Producto de tantas
mentiras, de tretas inteligentes para ilusos
corazoncitos soñadores, repleto de tantos espejismos y otras cosas inmundas que nadie alcanza a
adivina, de tantos
capítulos sueltos que va grapando para crear un libro raro de amores
apasionados y locos que duraron lo que duraron.
A veces pide con ganas que
nadie llegue a descubrirlo. Pide que todos se queden en lo mullidito de
sus tonterías, de su risa y sus poemas románticos. Y por ahora así estaba
sucediendo, todos se siguen quedando ahí, y ella se siente bien.
Muy bien, porque cuando descubre esas cosas que no gustan descubrir
se siente impasible, y ahí es donde se da cuenta que su corazón está petrificado.
Seguía siendo una romántica, de enamorarse fácilmente, de
idealizar, de vivir toda su historia de amor como si fuera la mejor del mundo
mundial, está claro que esto tan bonito no se lo iba a negar nunca. Pero
eso no quita que fuera consciente de que sus historias tendrá su fin desde el primer renglón.
Estaba acostumbrada a
amar, a enamorarse, a dar todo lo que podía, muchas amigas le dicen eso de que "Era gilipollas en
entregarse tanto en alguien que se nota no le importaba como ella merecía”...
Ella sonreía, con la seguridad
de haber descubierto la realidad de su vida, por haber descubierto el espejismo que a veces
seguía viendo pero en el que ya no hacía por alcanzar. Solo temía en
dormirse en la guardia, de que un día alguien se acerque con un pico y una
pala para derribar su corazón petrificado. De que algún valiente quiera
descubrir aquel viejo mundo soñado. Mientras tanto seguirá teniendo
esos amores tan de pelis. Y al final de sus días podrá decir
eso de... Si,
he amado mucho y de verdad pero a muy pocos. Y ellos me
amaron a ratos.
Porque el resumen de todo es que ella está preparada y abierta a amar pero no para
que sentir que un hombre la quiera de verdad.
Dejó de creerles, cuando
una de sus ranas dice quererla, ella hace como que las cree. Vive la historia,
ama, ríe, vive, pero ya no sueña. Porque sabe que todos se quedan en ese
espacio mullidito de risas y tonterías suyas... Y al final.... todos se
van cuando encuentran otros vientos favorables. Esa es la verdad, ya no
llora, ni se enfada, ni se entristece, ya no cree... Eso es su corazón... corazón petrificado.
No hay más, es lo que
hay.
Ya no se siente tristeza en
esta historia.
Es la realidad.
Hay corazones rotos que se curan.
Hay otros que después de tanto sobrevivir, quedan petrificados.
Hay otros que después de tanto sobrevivir, quedan petrificados.
Le deseo a esta protagonista una buena DEMOLICIÓN!!!!! Un abrazo Nieves!
ResponderEliminarHay que desarmar esafrontera que se puso en el corazòn
ResponderEliminarBesos
El amor es dar sin esperar recompensa.
ResponderEliminarBesos
Al final el corazón se queda solo... hasta la tristeza se aleja de la mano de los recuerdos.
ResponderEliminarBesos.
Tiene razón al petrificar su corazón. hay que aprender de la experiencia.
ResponderEliminarPero que no se equivoque. si aparece "alguien" volver a despetrificarlo.