Todos tenemos un cuarto
de hora de debilidad.
Deberíamos ir a casa por la chamarreta. Cuando salgamos del
cine tendré frío.
Cuando llegamos a su casa saludé a Baco, un perro callejero que decidió
un buen día quedarse en aquella casa maltrecha. Imagino que se sentía cómodo.
Era una casa sin lujos, austera. Con un televisor que nunca
vi encendido y unos muebles de los que la gran mayoría estaban restaurados de
una forma magistral.
Me senté un momento en la silla junto a la ventana.
Donde a él le gusta leer o pintar. Desde la ventana se ve parte del poco
campo silvestre que nos queda por estas zonas.
Baco se me quedó mirando, paralizado, me asustó pero un par de
segundos después un GRAN TRUENO hizo retumbar todos los cristales.
Seguidamente las luces de la casa se apagaron e incluso las de las
calles. Tuve miedo en ese momento. Mi amigo apareció al instante preguntando
si estaba bien. Un nuevo relámpago iluminó la estancia haciendo ver como se
acercaba a uno de los muebles y acto seguido encendía una vela.
La colocó en la mesa. Donde yo estaba sentada. Ambos miramos
la lluvia torrencial que descargaba el cielo en esos momentos.
Creo que al cine no iremos esta noche...
No creo que sea inteligente salir de casa. La noche se ha
puesto fea.
Una hora después había llamado a casa para avisar que estaba bien
y que pasaría la noche fuera. Yo vivía con mi madre o mi madre conmigo,
la verdad es que siempre tenía ese intríngulis.
Terminábamos el sándwiches de jamón y queso con una cerveza que
nos preparamos para cenar, ya que sin luz la cocina no funcionaba.
Sabiendo mi pasión por los libros comenzó la conversación
por uno de los pocos libros que había en su hogar, me leyó un par de
párrafos y de ahí derivó a dos horas de conversación ininterrumpida y de pronto
me vi hablando de la novia de este y el novio de la otra, de aquel
accidente que tuvo y que pensó que todo se acababa ahí. Del sofá nuevo que
quería comprar porque el que tenía estaba tan viejo como él.
No eres viejo
Si... lo soy
Me cepillaba los dientes antes de irme a dormir. Alguna vez me
había quedado con él a dormir y tenía un pequeño espacio con mis cosas en el
mueble del cuarto de baño. Pensaba que éramos raros, peculiares...
En las pocas ocasiones que escuché alguna confesión de que alguien tenia otro
alguien con quien dormir, seguidamente siempre expresaban su malestar porque solo se citaban para desfogar sus instintos y punto. Sin embargo yo lo tenía a él que era de todo
menos amante, aunque sabía que siempre andaba esperando ese momento de
debilidad, ya medio cansado
siempre, barbudo y desaliñado en las mayorías de las ocasiones. Tan
entregado en algunos momentos, tan callejero y perruno en otros.
Entró al baño en calzoncillos, se puso frente al váter y
agarrando el pene orinaba mientras preguntaba si dormiría en el lado de la cama
de siempre, el de junto la ventana. Asentí con la cabeza.
Entonces él cogió la vela para ir juntos por el oscuro
pasillo hasta el dormitorio. Acarició mi espalda sutilmente, con intención o
no, no lo sé. Notó mi mirada, lo sé, yo también noté ese resquicio extraño
que de pronto había aparecido en mí. Quise que pasara inadvertido.
Para cuando llegamos a la cama creí que ese momento tonto había pasado
pero bajo las dos mantas y la suave colcha no pudo pasar desapercibido
mis pies helados, mis manos siempre tan frías. La vela seguía
encendida, la tormenta seguía sobre nuestras cabezas. La lluvia y el viento
azotaba las ventanas. Puso sus manos entre las mías. Me preguntaba como
podía vivir con tanto frío siempre. Me acurruqué en su cuerpo y yo que siempre
pensaba que podría esquivar sus ganas, sus insinuaciones y proposiciones
nada decentes. Yo que siempre fui sobre seguro, dando por hecho que nunca
caería en las redes de su lado más perruno. Yo que le había repetido
taaaantas veces que no había nada más que amistad cuando pensaba en él.
Yo tan chula, tan fuerte, tan segura de mis propias ideas y pensamientos.
Yo me hundí en su tórax y él me buscó la mirada y me besó y yo me dejé
besar, y él me preguntó y yo acepté, me dejé llevar, los dedos resbalaron
sobre la piel, como explorador en busca de paraísos de tierra cálida y
húmeda, donde se esconden voluptuosos tesoros, isla deshabitada que
coloniza hincando su estandarte en las faldas venusianas y explora
recovecos y cuevas majestuosas mientras TOR golpea con su martillo los cielos
haciendo retumbar los cristales mientras beso su boca buscando el amante que ansío.
A la mañana siguiente aún llueve. Son las siete y media de
la mañana, descubro mi cuerpo desnudo bajo las mantas, su cuerpo desnudo junto
al mío. Abrumada por los acontecimientos me siento como barco
abatido por una inesperada tormenta. Él aún duerme.
Lo
importante es estar. - solía decirme cuando escuchaba mis negativas- Algún día tendré mi momento, porque ya
sabes...
Todos tenemos un cuarto
de hora de debilidad.
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http://encuentrosantesdelalba.blogspot.com.es
Momentos de tormentas casi perfectas con confesiones sinceras exactas también!
ResponderEliminarQue tengas buen días:)
Un saludo.
Qué más se puede pedir, todo llega en el momento oportuno y una tormenta lo es! Un abrazo Nieves, para los dos protagonistas!
ResponderEliminarAsí es...
ResponderEliminarIncluso algunos tenemos horas y horas de debilidad.
Bendita tormenta eh
Besos.
Tanto va la tinaja hasta el río que al final se rompe.
ResponderEliminarBesos
Si Tor usa bien el martillo, yo elegiría que el cuarto de hora ese apareciera repetidamente., que darse alegrías para el cuerpo alegra todo lo demás por contagio.
ResponderEliminarMe gustan las tormentas, nos hacen más... humanos ;)
ResponderEliminarNo podía ser de otra manera...todo era perfecto para dejarse llevar... :)
ResponderEliminarMil besos!!
Una tormenta muy oportuna.
ResponderEliminarSe te dan bien los relatos, Nieves, todos e inclusive estos picarones.
Besos, feliz 🌃
Bendita tormenta!!!!
ResponderEliminarBesos Nieves 😉
ResponderEliminarPues muchísimas gracias por vuestras palabras tan risueñas y agradables.
En una ocasíón así no puedo deciros otra cosa mejor ... Que la tormenta os acompañe.
Besitos y gracias por estar :)
Siempre entro en el otro y hoy, casualmente, he venido a este. Me ha gustado mucho tu narración.
ResponderEliminarUn abrazo.