Llegaron a la vieja casa de tía
Flor en primavera, cuando María empeoró de su asma y los especialistas le
aconsejaron alejarse de la ciudad. La casa de tía Flor llevaba cerrada
unos seis años, desde que falleció por culpa de su débil corazón.
Al notar una considerable mejora María y su amigo Daniel
decidieron quedarse en la casa de forma indefinida. Ella trabajaba en
casa y él se desplazaba a la ciudad, desde allí el viaje hasta el trabajo
tan solo era de 20 minutos cuando desde su antiguo tercer piso tardaba una
hora.
La casa era una casa grande, de campo y moderna, con algún toque
vintage debido a esos viejos muebles de familia de los que ella nunca quería
deshacerse. En la entrada de la casa estaba el gran espejo rococó, así lo
solía llamar Daniel, "el espejo rococó". Era una pieza de antigüedad, cinco
generaciones de su familia habían porteado aquel espejo en cada uno de sus
hogares, era la joya de la corona de su hogar y de la familia. A Daniel
nunca le gustó y ella estaba cansada de limpiar el cristal debido a las marcas
de la mano que dejaba su amigo al apoyarse para coger las llaves de la mesita. Él
le aseguraba que no tocaba ese espejo, sin embargo ella tenía que limpiar las
huellas de dedos todos los días.
Fue el detonante de varias discusiones, Daniel se enervaba al
verse el único culpable de aquel "delito doméstico" y María llegó a
pensar que era asunto de las humedades, el tiempo habría provocado algún
defecto en el cristal o algo así. Cansada de tanto limpiar aquellas
huellas a principio de verano decidió cambiar el cristal del espejo.
María se despreocupó pero a los pocos días encontró nuevamente la
marca de aquella mano en el espejo... otra vez.
Daniel la abrazaba por las noches y le convencía que era una casa
vieja, con sus manías de casa vieja, las humedades del espejo y el desencaje de
las maderas, uno de los peldaños de las escaleras estaba levantado y crujía
constantemente... Eran cosas de la casa. Además - añadía siempre- Esta
casa es muy de espejos, tu tía flor debió tener una vida muy loca.
Ambos se quedaban mirando el techo donde se veían reflejados en un gran
espejo. María le preguntaba si quería quitarlo y él le decía que no, estaba
empezando a apreciarlo.
Vivir juntos fue la mejor decisión que habían tomado. Ambos eran
almas solitarias, complejas y sencillas según los días, no habían tenido
demasiada suerte en los asuntos del amor, así que pensaron que estaría
bien compartir la vida cotidiana, compartir gastos y compañía fue la mejor
proposición que podían haberse hecho. Eran amigos, solo amigos, aunque
ellos sabían que a veces en aquel espejo en el techo se reflejaban imágenes lascivas
y lujuriosas, imágenes de felicidad y pecado. Los dos echaban las culpas
a ese espejo de forma chistosa, nadie que duerma bajo un espejo así tarda en desbocar
el mono salvaje que lleva dentro.
Pero aquella noche, como la gran mayoría de las noches
durmieron mientras la casa crujía y hablaba bajo el manto de la noche...
Un murmullo, un quejido sutil en la distancia, el paso lento de zapatillas,
el crujir del espejo y las marcar de esa mano en el espejo apoyada con fuerza
para no desfallecer, los pasos en la madera de los peldaños de la
escaleras, crujir, crujir.... crujir, como si alguien estuviera subiendo esa
escalera y no pudiera subir mas arriba de ese peldaño roto. En ese
peldaño donde tía Flor fue encontrada aquella mañana debido a su ataque al
corazón.
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Qué bueno Nieves, ahí estaba la tía Flor para hacerles compañía, un abrazo!
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarBesos
Las casas antiguas guardan muchas vidas. Y, a veces también, muchas muertes. Saludos.
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminarMuy bien escrito.
Tensión y bien resuelta.
Besos.
Ahhhhhhhhhh el fantasma de la tía
ResponderEliminarque relato interesante
Besos
Muchísimas gracias por vuestras visitas y comentarios.
ResponderEliminarSin duda los espero con alegría y con esa inquietud de saber vuestros pensamientos...
Besos y feliz semana amig@s
:)
Interesante relato .
ResponderEliminarMe parece que yo no me alojaría nunca en casa de la tía Flor...ayyyy
Besos.
Alucinanteeee, ya me estoy imaginando la situación... me encantaría ir a esa casa!!
ResponderEliminarMil besos Nieves!
Ir a esa casa y reflejarte en ese espejo... cuanto menos inquietante 😨
ResponderEliminarya tenía ganas de que leyeras esta historia.
Besos