No recuerdo el tiempo que hacía
que me levantaba de buen humor. Hacía meses que estaba constantemente
enfadada y que saltaba a la mínima. Muchas veces no me aguantaba ni yo. Me
estaba convirtiendo sin lugar a la duda en una cuarentona cascarrabias.
Mi marido siempre fue un hombre bueno, de estos de pueblo,
sencillo y conformista pero en los últimos tiempos como que prefería estar en
las clases de cocina y con las amigas antes de escucharle hablar siempre de sus
mismas cosas del trabajo, una y otra vez, como si fuera mi condena en el
purgatorio.
Aquella mañana cuando me dispuse a preparar el almuerzo bien pude
elegir una de sus comidas preferidas, se levantaba a las 6 de la mañana y
llegaba a las cuatro después de un buen trecho de carretera a 40 grados del
Agosto mas soporífero de los últimos tiempo, sin embargo preferí hacerme mis
fideos con huevo y picatostes, a él no le gustaban, bien que lo sabía pero
"que se joda" pensé. Demasiado que le hago de comer, mantengo
la casa limpia y le he dado dos hermosos hijos.
Cuando llegó yo ya había comido y hablaba con Estefanía por teléfono.
Lo vi entrar sudoroso y con los ojos rojos, seguro que diría eso de
"estoy muy cansado, la carretera... bla bla bla, bla bla bla"
Se sentó en la mesa y al ver que yo estaba ocupada hablando fue a la
cocina y volvió con el bol de fideos. Lo vi darle vueltas, una y otra vez
con esa cara de perro abandonado y quejica. Pero terminó comiéndoselo, ¡¡¡ claro que si!!!.
...
Aquel día comiéndome aquellos fideos templados, la miré buscando a
mi chica, a esa que un día me robó el corazón y siempre encontraba un momento
para mi. Aquella chica enamorada y risueña había desaparecido. Nuestro
amor estaba tan frio como esos fideos y nuestra convivencia tan tostada y dura
como aquellos picatostes. Me quedé sentado en la mesa 40 minutos y no me
miró ni una vez. Imagino que lo sabía desde mucho antes, ¡¡¡ claro que si !!!
Pero fue en aquel almuerzo cuando descubrí el abismo que nos separaba.
No tenía ganas de hablar, ella siempre terminaba gritando y yo en
el bar. Supe que todo había muerto y que aquel sería nuestro último
almuerzo compartido... La próxima vez que hablara con ella sería para
decirle que me iba de su vida.
Las dos caras de un amor que se murió.
ResponderEliminarBuen relato.
Saludos.
Una de esas historias que nadie quiere vivir, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarBuen relato. Besos.
ResponderEliminarUn gesto vale más que mil palabras
ResponderEliminarBesos
Qué triste!!! Es una pena que todo se termine así..
ResponderEliminarMil besos Nieves!!
Todo tiene un principio y un fin, aunque nos cueste reconocerlo. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios tan amables y las visitas que tanto me gustan y alegran.
ResponderEliminarBesos!!!