La niña subió las escalera
compungida y haciendo pucheros...
Su
madre varios peldaños adelantados la animaba a no pararse en mitad de las
escaleras y a que dejara de lloriquear.
Abrió
la puerta de casa, la esperó con los brazos cruzados y justo en el
momento en que la niña entró en el umbral le dio un fuerte golpe en la
cabeza a la vez que balbuceaba: "Entra, que eres una inútil que no sirves
para nada"
Marina
abrió los ojos en mitad de la madrugada como si aquella bofetada acabara de
recibirla. Se incorporó en la cama, las luces del alba apenas entraban por la
ventana, miró el reloj y aún quedaba una hora para que el despertador sonara...
Juntó
sus rodillas con la barbilla intentando calmarse.
La mano
de Jaime pasó con delicadeza parte de la columna vertebral de la mujer que
apenas reaccionó.
Jaime
sabía bien lo que ocurría, esperó unos minutos, esperó a que ella volviera a
tumbarse en el colchón para dejarse abrazar, sentir su beso en la frente y
alguna palabra de alivio antes de que el día comenzara y los fantasmas de la
noche volvieran bajo las camas y entre las grietas...
Marina
sabía que no iba a ser un bien día, lo supo mucho antes de que despuntara
el día. En el trabajo estuvo incómoda, desconcentrada y deseosa de que llegara
el momento de volver a casa. Y fue en el camino de vuelta, cuando en el
último momento decidió volver a casa andando. Era una buena caminata,
cerca de una hora andando, pero pensó que le vendría bien, se despejaría
y haría algunas compras por el camino.
Había
pasado ya los jardines de la aurora cuando vio una cría de pájaro en el suelo,
bajo un árbol, lo cogió entre sus manos con sumo cuidado, miró hacia arriba y
pudo ver a sus hermanos que asomaban el pico entre las ramas y los palitos del
nido que su madre habría construido con su fortaleza e instinto.
Marina
volvió a mirar al pajarito que abría el pico pidiendo comida. Fue
entonces cuando se percató de que no había nadie observándola. Tenía el animal
alado ente sus manos sin que nadie lo hubiera advertido. Apretó al animal ente
sus manos, fuerte, fuerte, sintió un pequeño crujido, imperceptible al oído
pero entre sus manos supo en ese instante lo que había hecho. Miró al
pajarito una vez más, inerte, silencioso, con su pequeña cabecita pendulante,
aún tenía el calor de vida entre sus manos. Aún así no sintió nada, vio
llegar a mamá gorrión cargada de alimentos e ignorante del destino de uno
de sus polluelos.
Marina
esbozó una extraña mueca difícil de descifrar, y tiró sin mucho
aspaviento al pájaro inerte junto al tronco del árbol.
Cuando
llegó a casa a eso de las ocho y media de la tarde Jaime la esperaba con ganas
de pasar lo que quedaba del día junto a ella, la saludó y le habló de una forma
más amorosa de lo que era habitual, sabía que cuando tenía esas pesadillas
tardaba algunos días en alcanzar la armonía en su vida cotidiana.
Ella
fue directa al baño para lavarse las manos. Jaime la abrazó. La hizo sonreír
con algún comentario divertido. Estaba tan enamorado de aquella mujer que con
tan solo mirarla a los ojos sabía que era la mujer más sensible y emotiva del
mundo. Había tenido suerte en encontrarla, en ocasiones Jaime sentía que lo
miraba con ojos tristes, pesados, como si no estuviese allí con él sino en
algún momento de ese pasado que tantas grietas abrió en su alma y por donde se
siguen colando las bofetadas de una mujer a la que se llamaba madre.
Marina
se acostó tarde, se cepillaba los dientes para ir a dormir, se miraba en el
espejo del baño mientras Jaime ya descansaba, observaba el reflejo de su
rostro en el espejo, apacible, tranquila, con esa sutil belleza de mujer
cuidada... tuvo que sacudir su cabeza para apartar las plumas que
brotaban entre los mechones de su melena...
- Que
te pasa? Jaime le preguntó al verla agitarse camino a la cama
- Me
quito los mechones de plumas... balbuceó
-
Bueno... duerme verás como mañana no estarán. Jaime despertó aturdido
sin saber la hora que era. Marina estaba soñando... pensó
La infancia nos marca, si no fue buena, nuestra vida no lo será tampoco, es una triste historia que tiene similitud con tantas otras que vemos por ahí, muy buen relato Nieves, un abrazo!
ResponderEliminarHay traumas que marcan a un hombre o a una mujer para toda la vida. Hay madre que nunca debería llegar a ser madre, porque solo la palabra, ya le viene largo.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Bello y tierno relato.
ResponderEliminarbs.
Qué pena que hayan madres que no merecen llevar ese nombre.....Sorprendente relato Nieves!! Mil besos!!!!
ResponderEliminarHay pesadillas que se curan y otras no, ni teniendo al lado alguien que te despierte.
ResponderEliminarUn abrazo,Nieves.
Hola saludos.Que relato es muy conmovedor me encanta es tan parecida a la infancia de hace algunos años precioso.
ResponderEliminarEspeluznante, tierno, tiene de todo
ResponderEliminarLa infancia nos va dejando marcas y fantasías imborrables
Que cuento!
Besos
Cuando no se es querido ni aceptado, cuando se le descalifica y golpea, ese niño tendrá un gran trauma y le será difícil amar y entregarse.
ResponderEliminarTremendo final, Nieves, muy bueno.
Un abrazo.
A veces nos arrancamos una espina haciendo daño a terceros inocentes.
ResponderEliminaraprecciate much your blog kisses
ResponderEliminarOs agradezco enormentenete vuestras visitas y tanto cariño.
ResponderEliminarBesos !!!
Feliz fin de semana :D