Eran las 4 de la madrugada cuando le escuché llegar. Sólo hacía un par de horas que había conseguido conciliar el sueño, me quedé dormida esperándole. Pensé que se había echado atrás,que me abandonaba en aquél agujero, sin embargo allí estaba tras la ventana, dando sus toquesitos para que supiera que estaba esperándome.
Me senté un instante en la cama y vi la mochila preparada. Él se asomaba con su sonrisa tras el cristal con ojos temerosos y nerviosos, los cristales de la ventana estaban mojados, resultaba curioso que aquella noche justamente cayera una tormenta de verano.
Abrí la ventana y Alejandro saltó con agilidad dentro de mi dormitorio. Se quedó allí parado, de pie, como si quisiera decir algo que aquella madrugada prefería guardarlo para él.
Me puse los zapatos, cogí la mochila y le di paso para que él saliera primero. Cuando salté fuera sentí el fresco de la madrugada, la humedad de la tierra mojada, las nubes de tormenta aún ocultaban el cielo, no se veían las estrellas.
Andamos rápido, sigilosos bajo el manto de la madrugada. Cuando llegamos a la estación de tren, no hablamos, Alejandro compró los billetes mientras le esperaba en el andén, deseaba con ansiedad ver cuanto antes el tren entrando por la curva de la estación.
Cuando él llegó a mi lado me quiso dar el billete, "quédatelo tú" fueron las dos primeras palabras del día. Las gotas de lluvia aún goteaban por los tejadillos. Alejandro miraba las monedas que le había devuelto el taquillero de la estación, se las pasaba de mano en mano, sólo cuando escuchó el tren llegar disidió guardárselas en el bolsillo de sus pantalones de camuflaje.
Entramos en el tren. Sentí cierto conford, el calorcito de un ambiente cerrado. Tardamos en encontrar nuestros asientos, el tren ya estaba en marcha cuando los encontramos y pudimos sentarnos. Uno frente al otro. Cuando miré por la ventanilla, la luz del alba se intuía en el horizonte y ya casi estábamos a las afueras de aquel pueblo asfixiante.
Alejandro me miró. Hizo un gesto cómplice, arqueando las cejas, puse uno de mis pies entre los suyos, me lo apretó con sutileza con los suyose inclinó el cuerpo hacia delante para pedirme un beso. Tenía miedo, estaba nerviosa, mi tembloroso beso delató mis sentimientos perturbadores. "No tengas miedo, todo irá bien, no nos van a encontrar"
Quería creer en eso. En que por fin había podido escapar de las garras de una sociedad arcaica y medieval, donde tenía que sucumbir a los designios de mi padre, donde tenía que vivir la vida que habían preparado para mí y no la que yo deseaba.
Desde que estaba en la guardería Alejandro y yo ya compartíamos el chupete. Había sido mi amigo toda la vida y al cumplir los trece años se combiertió en mi gran y único amor. Yo estaba predestinada a un primo, un primo lejano 8 años mayor que yo, delgado como un espárrago y cliente asiduo del puticlub de Teresa.
Alejandro y yo siempre lo tuvimos claro, teníamos que andar con cuidado, no hacernos ver juntos demasiado y no hablar nunca el uno del otro. Habíamos encontrado un lugar perfecto que convertimos en nuestro refugio, una antigua construcción donde se guardaba el heno, allí conocimos nuestros cuerpo y aprendimos a amar sin demasiados miedos ni complejos. Allí nos besamos la primera vez y engendramos al niño que portaba mi vientre.
El tren paró a media mañana, Alejandro salió a comprar algo para desayunar,almorzar, o las dos cosas a la vez. Tenía hambre... el café a penas lo saboree y los donut me supieron a poco. El sol empezaba a molestar y fui a cerrar las cortinas cuando unas fuertes nauseas volvieron a mí como cada mañana... Salí presurosa al baño del vagón.
Cuando volví Alejandro se sentó a mi lado " lo siento, debí haber comprado otra cosa"
No importaba, daba igual lo que comiera, todas las mañanas vomitaba y aquella mañana ya había tardado...
Al día siguiente bajamos del tren, las gentes del lugar hablaban ya otro idioma, pero aún nos quedaban otras diez horas de viaje, esta vez en un par de autobuces.
Cuando bajamos del autobus en aquel pequeño pueblo en mitad de la montaña, nos supimos a salvo. Nos acercamos al único Hostal de la zona y alquilamos una habitación, con baño y cocina, la mas grande, la de mejores vistas. Prácticamente el edificil estaba vacío y la dueña nos la dejo al precio de las habitaciones modestas.
Cuando entramos a la habitación, deshicimos las mochilas y nos dimos un baño compartido, dormimos algunas horas, y bajamos a cenar. Alejandro preguntó si sabían donde se necesitaba a alguien para trabajar, hacía años que sabía perfectamente ingles, su padre siempre refunfuñaba que para qué quería tanto ingles si no saldría nunca del pueblo... Aunque en un principio no supieron decirle al pagar la cuenta le atendió la dueña del Hostal y le dijo que si podía esperar podría contratarlo dentro de un par de meses que empezaba la temporada turística que duraba diez meses.
Dos meses... sin trabajo, con dinero justo...
Aquella noche apenas descansamos, demasiados nervios y emociones a flor de piel. Tenía miedo a que nos encontraran, a que tuvieramos que volver, obligándonos a vivir con personas que no queríamos, y sobretodo temía por nuestro hijo no nato, que crecía ajeno a tanta maleficencia.
Esa primera noche a mil leguas de nuestro infierno fue la peor, después de esa noche todo se asentó, a poquitos fuimos construyendo una vida. Al principio mas inestable, pero el día que celebramos nuestra mayoría de edad supinos que estavamos a salvo, que ya no había vuelta atrás y en aquellas tierras lejanas en un pueblo en mitad de la nada, entre nubes y montañas nació nuestra primera hija, un par de años después llegaron sus hermanos, gemelos. Quizás no tengamos demasiado, pero estamos juntos, somos una familia... Nada pudo separar nuestro verdadero amor.
Ohhh qué bonita historia,una vez más ha triunfado el amor!!!!!!
ResponderEliminarPodemos decidir nuestro destino.
ResponderEliminarEs posible, que no acertemos siempre, pero tanto los aciertos como los fallos, deben estar en nuestras propias manos
is an honor to read you every day much kisses
ResponderEliminarUna tierna historia de amor verdadero que les dio fuerzas para luchar, hermoso relato, Nieves, un abrazo!
ResponderEliminarHay culturas en las que todavía el designio paterno es el que rige la vida de los hijos.
ResponderEliminarY muchos jóvenes, como los de tu relato, deben recurrir a la huida.
Les tejiste una linda historia, Nieves.
Besotes.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestras visitas y comentarios, y por supuesto por la compañía que me dais con vuestra presencia.
Mil besos amigas y amigo Rubén :)
Un poco de tension, pero un final feliz
ResponderEliminarAbrazo