Margarita lloraba amargamente en la puerta de la casa que había sido suya ocho años, la policía la había echado de su hogar por orden judicial, algunas vecinas la consolaban y le preguntaban si necesitaba coger algo de su casa. Ella negaba con la cabeza y secaba las amargas lágrimas. No tenía a donde ir. No tenía familia que la acogiera, su tía vivía en Canadá y su padre... a su padre no lo veía desde los 16 años, cuando salió corriendo de madrugada huyendo de su última paliza.
David corría por la calle, no sentía los 37 grados de temperatura en aquella mañana de Julio, sólo quería llegar cuanto antes al lado de Margarita. Se abrió paso entre el tumulto vecinal... Se agachó en cuclillas para estar a la altura de la mujer que se había sentado en la acera derrotada por la presión y calor de uno de los días más calurosos del verano.
"No te preocupes, ¿estás bien? ¿Estás mareada o algo?"
Ella simplemente negó con la cabeza.
"¿Quieres coger algo más de la casa, sólo esto quieres llevarte?
"Si... todo está en la maleta" Dijo mientras agarró la misma trolley que había llevado en los viajes por Europa... Amsterdam, Roma, Grecia, Francia... Cuando la vida era fácil... Y había para todo y para todos.
"Vámonos de esta mierda entonces..."
Ella se levantó aturdida y él llevó la maleta hasta un par de calles donde el coche que David descansaba en el parking.
"Pero... ¿Y tu trabajo? " Preguntó Margarita al saber las intenciones de su vecino.
"Ya lo habíamos hablado Margarita, te llevo a casa, eso es lo primero, que te tranquilices. El trabajo me esperará mañana pero esto es ahora vale?"
"Pero..." Balbuceó
"Pero nada!!! siéntate en el coche " Dijo con amabilidad y paciencia mientras metía la trolley en el maletero del coche.
Cinco horas después aparcó el coche en la sombra del viejo roble del jardín.
La casa era vieja, con la clásica estructura de la casa de los pescadores de antaño. Pintada con cal, el blanco relucía y deslumbraba.
Margarita hacía un rato largo que había dejado de llorar, David la había consolado y la tranquilizó lo suficiente como para creer que en la vida hay gente buena que ayuda y que está cuando hace falta.
Dejaron la maleta sin deshacer y fueron a comer a un bar de la costa. David conocía al dueño, y éste cuando lo vio aparecer fue hacia él para abrazarle con cariño.
Hora y media después, volvieron a casa con la barriga llena de la cena y con el nuevo trabajo de Margarita como camarera.
Aquel verano fue así; David volvía a su ciudad donde trabajaba como cocinero en uno de los mejores restaurantes de la provincia, Margarita trabajaba de camarera de Martes a Sábado. Los Lunes cerraban y los Domingos su jefe se los dio libres en verano para que pudiera disfrutar de la compañía de David, ya que él intentaba pasar con Margarita de viernes al lunes.
Los Sábados David recojía a Margarita en el trabajo, la esperaba discretamente en la acera de enfrente con su vieja bicicleta. Ella andaba presurosa al verlo y le daba un beso en la mejilla, se sentaba en la barra de la bicicleta y así recordando a esa mítica película, "dos hombres y un destino" la llevaba a casa.
Se sentaban en el jardín tracero, donde se veía el mar y la sombra de la parra ya era tupida. Allí descansaban y despedían el día viendo una puesta de sol siempre hermosa y única.
Siempre mantenían una conversión pero aquella tarde estaban especialmente silenciosos. Él la miraba y le regalaba una media sonrisa, ella mordía uno de los melocotones que había cogido del frutero de la cocina. David se levantó , dio unas vueltas y volvió a su banco pero antes se acercó a Margarita y le dio un beso en la frente.
Los Sábados David recojía a Margarita en el trabajo, la esperaba discretamente en la acera de enfrente con su vieja bicicleta. Ella andaba presurosa al verlo y le daba un beso en la mejilla, se sentaba en la barra de la bicicleta y así recordando a esa mítica película, "dos hombres y un destino" la llevaba a casa.
Se sentaban en el jardín tracero, donde se veía el mar y la sombra de la parra ya era tupida. Allí descansaban y despedían el día viendo una puesta de sol siempre hermosa y única.
Siempre mantenían una conversión pero aquella tarde estaban especialmente silenciosos. Él la miraba y le regalaba una media sonrisa, ella mordía uno de los melocotones que había cogido del frutero de la cocina. David se levantó , dio unas vueltas y volvió a su banco pero antes se acercó a Margarita y le dio un beso en la frente.
"Crees que en aquella isla vive alguien" Preguntó Margarita con la mirada puesta en aquel pequeño trozo de tierra a unos centenares de metros de la costa.
"No. Hay no vive nadie" Respondió con rotundidad y con un ojo guiñado para protegerse de la luz del sol.
"Porqué estas tan seguro" Volvió a preguntar esta vez con cierta intriga
" Pues porque esa es mi isla"
Margarita sonrió dando por echo que bromeaba.
" Si quieres mañana vamos" Propuso con rotundidad sin dejar hueco a la negativa
"Pero como iremos? Nadando yo no llego!!! " Ella se mostró dubitativa
"Iremos en mi barca"
"Tu barca?"
" Si, la tengo ahí detrás en el embarcadero"
Margarita no había prestado atención a ese embarcadero, creía que era un lugar obsoleto, abandonado en el tiempo, recuerdo de los viejos pescadores de la zona.
"Quieres verlo ?" David se había levantada y se colocó junto a Margarita que se había asomado al pequeño acantilado para verificar que lo que le contaba era cierto.
David la cogió de la mano y bajaron juntos por unas escaleras de piedras camufladas por el vergel salvaje de la zona, una vez allí David tiró con fuerza de una lona impermeable y dejó a la vista una pequeña barca con motor.
Margarita abrió los ojos asombrada...
"Podemos ir ahora?"
El chico miró un momentos las aguas y la altura del sol. Tendremos que coger linternas. Pero si quieres vamos. Esperame aquí.
Cuando David volvió, Margarita ya estaba sentada en la barca y él traía al hombro una mochita que parecía pesar demasiado.
Tras unos intentos fallidos.... la lancha se abrió paso en las aguas.
Un cuento que se puede aplicar perfectamente a la realidad de lo que está sucediendo hoy en día, en muchas casas y a muchas familias. Con esto de los desahucios y echar a gente de sus viviendas todavía se dan casos muchos más crueles y duros. En esta ocasión, aún se puede decir que no salen muy mal parados del todo.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Me llevaré la mochila de Margarita.
ResponderEliminarBesos.
Que impotencia debe sentir...
ResponderEliminarPor suerte tiene a David y no está completamente sola en esto.
Besos, buena semana, Nieves
aprecciate much your blog kisses
ResponderEliminarUna bonita historia, consuelo entre tanto dolor de la gente que dejan en la calle
ResponderEliminarMe encantó
Besos
Bonita historia, nos dejas con la intriga. Esperaremos
ResponderEliminarAbrazo
Esto viene de capítulos, habrá que ir calmando la ansiedad por el final, muy romántico comienzo Nieves, un abrazo!
ResponderEliminarNo se cómo seguirá pero yo una vez lleguen a la isla creo que no deben regresar.
ResponderEliminarUn abrazo.