Aveces me dejo llevar por mi cerebro inconsciente. Olvido ciertas normas. Me cubro con ese manto protector de todas las mentiras, de toda mi verdad. Tengo buenas alianzas; mi buena amiga y las infernales calles del sur. Calles solitarias que recorro hasta llegar a un viejo Hostal a las afueras, en mitad de una pequeña nada, en un limbo de chicharras y calimas.
Mientras digo su nombre al recepcionista recuerdo a mi amiga maquillándome, dándome ánimos con su silencio a seguir adelante con mi inconsciente hazaña.
El recepcionista me da permiso para entrar tras anunciar por teléfono mi llegada, subo con cierta ansiedad. Tengo ganas de verle, de amarle. Mi marido está lejos, en uno de sus viajes de empresa. Tardará semanas en volver, eso me alivia, me libera.
Abre la puerta. Me deja entrar. En sus brazos es como ser otra persona, estas envuelta en él y él está envuelto en ti y tú por un momento eres algo más que tú... pero Bah! no soy ninguna poeta. Sólo soy una mujer que escapa al deseo de un hombre apasionado, discreto, que acude a mí sin preguntas, una mujer que busca la pasión fortuita en un hombre que ha parado en su hogar, en mitad de su viaje.
Se sentó junto a mí en la barra de la cafetería, preguntó si había algún sitio donde alojarse unos días - su moto lo había dejado tirado y estaría en el taller hasta el Jueves- yo fui la única que le contestó.
Después de desayunar, le indiqué el camino al Hostal, lo acompañé casi a la misma puerta, para ser Lunes había poco tránsito en la calle central. Volvimos a vernos un par de veces más, en el supermercado el Martes por la mañana y en la plaza el Miércoles por la noche, era fiesta en el pueblo y todo los vecinos se reunían en la plaza para beber y bailar. El Jueves por la mañana amanecí entre las sábanas de una habitación del Hostal, junto al motero, algunos tatuajes permanecían al descubierto, su abdomen de tableta chocolate, nunca había visto un abdomen tan marcado. Me vino un flash con la imagen de la barriga cervecera de mi marido... oh Dios... El motero me abrazó y mientras me dejaba acurrucar, pasé con sutileza mi mano por ese perfecto abdomen.
La moto lleva aparcada en la puerta del Hostal cinco días, en un par de días se marchará. Eso me tranquiliza, me alivia, me libera, mientras llega ese momento paso las horas de la siesta sureña en un Hostal, a las afueras del pueblo, en un pequeño limbo de nada, donde reinan las chicharras y la calima. Donde olvido ciertas normas... porque aveces me dejo llevar por mi cerebro inconsciente.
Mientras digo su nombre al recepcionista recuerdo a mi amiga maquillándome, dándome ánimos con su silencio a seguir adelante con mi inconsciente hazaña.
El recepcionista me da permiso para entrar tras anunciar por teléfono mi llegada, subo con cierta ansiedad. Tengo ganas de verle, de amarle. Mi marido está lejos, en uno de sus viajes de empresa. Tardará semanas en volver, eso me alivia, me libera.
Abre la puerta. Me deja entrar. En sus brazos es como ser otra persona, estas envuelta en él y él está envuelto en ti y tú por un momento eres algo más que tú... pero Bah! no soy ninguna poeta. Sólo soy una mujer que escapa al deseo de un hombre apasionado, discreto, que acude a mí sin preguntas, una mujer que busca la pasión fortuita en un hombre que ha parado en su hogar, en mitad de su viaje.
Se sentó junto a mí en la barra de la cafetería, preguntó si había algún sitio donde alojarse unos días - su moto lo había dejado tirado y estaría en el taller hasta el Jueves- yo fui la única que le contestó.
Después de desayunar, le indiqué el camino al Hostal, lo acompañé casi a la misma puerta, para ser Lunes había poco tránsito en la calle central. Volvimos a vernos un par de veces más, en el supermercado el Martes por la mañana y en la plaza el Miércoles por la noche, era fiesta en el pueblo y todo los vecinos se reunían en la plaza para beber y bailar. El Jueves por la mañana amanecí entre las sábanas de una habitación del Hostal, junto al motero, algunos tatuajes permanecían al descubierto, su abdomen de tableta chocolate, nunca había visto un abdomen tan marcado. Me vino un flash con la imagen de la barriga cervecera de mi marido... oh Dios... El motero me abrazó y mientras me dejaba acurrucar, pasé con sutileza mi mano por ese perfecto abdomen.
La moto lleva aparcada en la puerta del Hostal cinco días, en un par de días se marchará. Eso me tranquiliza, me alivia, me libera, mientras llega ese momento paso las horas de la siesta sureña en un Hostal, a las afueras del pueblo, en un pequeño limbo de nada, donde reinan las chicharras y la calima. Donde olvido ciertas normas... porque aveces me dejo llevar por mi cerebro inconsciente.
Pues esto también puede ser más realidad que ficción.
ResponderEliminarAbrazo.
Querida Nieves.
ResponderEliminarEste relato me ha dejado impresionado. Todo en él está delimitado con un orden que parece normal y anodino y sin embargo es ¿desorden o ruptura? La vida aburrida de la mujer, su encuentro fortuito con el motero, sus diferencias atléticas con un esposo que parece no amar demasiado; el ambiente, pesado y a veces envuelto en un sopor de ensueño...
Es un relato excelente con un aire de misterio y realidad que invita a mirar más allá y preguntarse, ¿en qué acabará todo esto? Y sin embargo lo sabes, el final está ahí, todo volverá a ser como antes. De hecho ella misma lo piensa o se lo dice a sí misma:
"Eso me tranquiliza, me alivia, me libera, mientras llega ese momento paso las horas de la siesta sureña en un Hostal, a las afueras del pueblo, en un pequeño limbo de nada, donde reinan las chicharras y la calima. Donde olvido ciertas normas... porque aveces me dejo llevar por mi cerebro inconsciente."
¡Magnífico!
Un fuerte abrazo.
Josef-José.
Muy buena historia.
ResponderEliminarMejor no se complique la vida.
Besos, buen finde
Nieves, no debemos juzgar a esta mujer, no le hace daño a nadie, mantiene su aventura pasional oculta para no lastimar, mientras sabe que va a terminar, aunque quién puede saber si ese motero no volverá al año siguiente como en la famosa película y su aventura será eterna?
ResponderEliminarUn abrazote!
Pobre vida que debe llevar esta mujer, no se cómo puede seguir con su marido, si al parecer ya no hay nada que le una a él. No me extraña que no se pudiera resistir al de la tableta de chocolate....A vuelto a vivir!!!!!
ResponderEliminarMil besos!!!
Tejón, Pues la verdad es que si porque esto de los amantes es algo que está a la orden del día.
ResponderEliminarAbrazos :)
Josef-José, Que puedo decirte, me dejas sin palabras, muchísimas gracias por esta valoración que no sé yo si soy merecedora de ella.
Besos!!!
Vero, Las complicaciones nunca son buenas pero ... la mente se nubla a veces y se comenten actos así, un poco alocados que terminas odiándolos o añorándolos.
Mil besos amiga :)
Cristina, Sé la película que te refieres, quien sabe, puede que este motero marche pero vuelva cada tanto... y vayan retomando esa aventura.
Besos!! Gracias por retomar las entradas pasadas. A mí me pasa lo mismo con mis sobrinos, tengo que buscar nuevos horarios para poder pasar por aquí. :)
Patry, Gracias por tu comentario sobre todo el anterior, a mi si que me dejas sin saber que decir... :)
Besos!!!
Tienes tal coco para escribir, que embelesas línea por línea, hasta el final de tus magistrales textos.
ResponderEliminarBesos amiga Nieves.