Había quien podría pensar que era mamá, que tras descubrir la nueva trastada tiraba enfurecida su zapatilla, lanzándola con la rabia de un trol para hacer que se recapacitara sobre el nuevo destrozo hogareño.
Desde el otro lado, el lado del culpable, del descubierto, era mas bien la experiencia extraordinaria donde la zapatilla parecía salir de la nada, a toda velocidad de un agujero negro, interestelar, de una dimensión desconocida, no la veías venir, en ocasiones los buenos reflejos hacían esquivar la zapatilla voladora, en otras daba de lleno a su objetivo, pero nunca hacían daño.
Era más bien un efecto persuasivo, de advertencia más que de ataque mortal.
Al girar la cabeza siempre veías un rostro desencajado, despavorido por la nueva trastada, había quien podría pensar que era mamá pero en esos casos sólo podías encontrar al mas terrible de los orcos gritando con esa expresión de aquí se acabó el juego.
Qué pánico no? Recibir un zapatillazo de improviso, y enciam de procedencia misteriosa....
ResponderEliminarUn abrazo!
ja ja ja, me trae a la memoria cuando me sacaban de quicio mis hijos, y eso que yo era paciente! Pero me transfiguraba como tu personaje, parecía el increíble Hulk, muy graciosa la anécdota Nieves, un abrazo!
ResponderEliminarPues mira, a mí no me tira nadie zapatillas, ya que las tengo que tirar yo. Cualquier tipo de calzado me dura una eternidad, y los tengo que tirar casi nuevos, porque me canso de tenerlos tantísimo tiempo.
ResponderEliminarBesos.
Muy buen recuerdo, ya casi no me acordaba de la zapatilla voladoraaaa jajajaja, al parecer todas las madres tenían una!!!
ResponderEliminarMil besos!!!
jajaja es verdad
ResponderEliminarAbrazos
Algunos niños no sacan nuestro lado perverso, jaja
ResponderEliminarBesos, buen finde
Es que las mamás, cuando se ponen en plan orco, son muy orcos... ¡Y a veces no necesitan ni la zapatilla!
ResponderEliminarBesotes
GRACIAS!!!
ResponderEliminarMUUUUUUUUACK
;D