A las cinco de la tarde se sentaba un rato a leer.
Era parte de su rutina. Se levantaba a las seis de la mañana para ir a trabajar, al terminar la jornada llegaba a casa, almorzaba y dormía una reparadora siesta de una hora corta, entonces, se preparaba un café, dos galletas y leía.
Vivía de alquiler en un barrio tranquilo, la gran mayoría de la vecindad eran jubilados. El único jaleo que se podía escuchar era el corretear de algunos nietos a la salida del cole y el sonido de las fichas de dominó al ser removidas.
Desde hacía tres semanas algo la perturbaba.
El primer día fue fortuito, algo la hizo mirar encontrando aquel nuevo vecino tras los ventanales del balcón. Pensó que al ser nuevo no había calculado bien el riesgo de ser visto tras las amplias puertas cristaleras que dan a los balcones, pero aquella situación se había convertido en parte de la rutina diaria, así era... Se tomaba el café con sus dos galletas a la vez que observaba al vecino, en un principio el pudor la hacía mirar a otro lugar, pero día a día fue acostumbrándose y recreándose...
Era un hombre joven, treinta y tantos quizás, se entendía que llegaba del trabajo directo a la ducha, salía de ella con la toalla en forma de pareo, dejando a la vista un pectoral curtido en gimnasio, hasta en la distancia se podía ver un cuerpo definido y depilado, el cabello lo tenía un poco más largo de lo normal, el flequillo le ocultaba aveces los ojos, se paseaba de un sitio a otro por el salón hasta que se traía algo de comer y lo engullía mirando el paisaje vecinal... pensativo, ausente... Alguna vez atendió al teléfono olvidando con la conversación que una toalla pierde fácilmente sujeción, - aquel día no perdió detalle -, pero él tuvo buenos reflejos, y subió a tiempo la toalla que resbaló lo suficiente como para tenerla en vilo durante unos intensos minutos...
Ella lo miraba semioculta en su sofá, camuflada en el anonimato y protegida tras los visillos blancos, lo observaba mientras lamía la cuchara del yogurt, o pasaba sus dedos por la boca para asegurarse que no quedaba restos de la merienda, tras un breve momento se adentraba en las habitaciones para no volverlo a ver más hasta el día siguiente.
Aquel hombre se había convertido en su momento de contemplación.
NIeves, buena distracción tiene.
ResponderEliminarEn esta historia se han invertido los papeles, chica observa a chico...
Besos, buen finde
Veamos cómo sigue esta historia, si él la descubre o solo queda en ella, acá espero curiosa, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarEs curioso esto de observar, es un buen estudio del comportamiento humano.... y sobre todo cuando es un chicarrón!!! :)
ResponderEliminarMil besos!!
Lindo entretenimiento visual, para acompañar la merienda... supongo que habrá una segunda parte.
ResponderEliminarBesos, preciosa.
Gracias chicas!!!
ResponderEliminarTendréis un poco más...
Besos!!
Buena distraccion
ResponderEliminarAbrazos