Alain había sido sincero, me contó todos sus miedos y todos esos deseos que estuvieron en su cabeza todo este tiempo en el que la desventura nos había separado.
Yo a pesar de toda esa rabia que acumulé, dentro de mí, sabía que nunca lo dejé de amar. Esa certeza me la regaló Alain. Ningún hombre me había dado tanto sin tener la intención de darme mucho. Él estaba aquí, en mi cocina, me había besado y yo le acaricié como se acaricia la tapa de un libro que te gusta mucho.
Alain me miró, con esa mirada de hombre que desea. Me volvió a besar, me cogió a peso y me sentó en la mesa de la cocina. Dejé caer los zapatos al suelo mientras él se encajaba entre mis piernas. Pasó sus dedos por mi silueta, por mis pechos, mi vientre y mis piernas, me pellizcó la cintura con sus manos bajo mi vestido. Le abrí la camisa, llevaba un camiseta interior, recordé lo mucho que me gustaba verle con ellas, le bajé la cremallera del pantalón al mismo tiempo que sentí que mis bragas recorrían mis piernas. Él me dijo que me amaba. Hicimos el amor en la cocina, aunque terminamos en la cama de donde no salimos hasta el día después. Nos levantó el hambre.
Tenía miedo, no lo puedo negar. Es ese miedo que se tiene cuando entregas tu alma y tu corazón a otra persona. No puedes evitar sentirte vulnerable. Esa persona tiene la clave de todo tus sentimientos, esos que no enseñas a nadie. Alain era el único hombre al que había permitido verme triste. Él también lloraba, no necesitaba ver lágrimas en sus ojos para saber que lloraba. Los hombres suelen ser así.
Me dijo que debía salir, su jefe llevaba algunas horas llamándole. Dio un salto para vestirse pero no daba con sus calzoncillos, llegaba tarde, recordé esos calzoncillos que había guardado en un cajón desde mucho antes de ser lo que eramos. Los cogí y se los dí. Alain abrió los ojos con sorpresa, sonrió sutilmente y yo me ruboricé. Lo miré con aquellos calzoncillos... el culpable de toda nuestra historia. Entonces le pregunté si volvería. Me dijo que si yo lo deseaba volvería. Quizás no debí ser tan clara y directa, quizás debí darle a él la opción de elegir libremente, pero le dije que quería que volviera después del trabajo, que trajera todas sus cosas... y que se quedara en casa. Conmigo.
Él -pincha aqui-
Él -pincha aqui-
A estos no hay quien los pare.
ResponderEliminarBesos.
¡Hola Nieves!
ResponderEliminar¡Genial comtinuación de la historia! Ojalá sigamos sabiendo qué fue de estos vecinos.
Saludos.
Hola Nieves.
ResponderEliminarApasionado final. ¿Habrá más en el futuro? "Chi lo sa"
Besos.
Hola Roland.
EliminarQuien sabe... xd
Ha sido genial compartir nuevamente estos momentos de escritura contigo. Gracias por hacerlo tan fácil.
Saludos y... feliz semana
Estos vecinos se lo están pasando de lujo eh...
ResponderEliminarBesos.
Gracias por vuestros comentarios y pasaros a leernos.
ResponderEliminarOs mando un fuerte abrazo amigos
Besitos a todos
Wow! Qué emoción!
ResponderEliminarBesos =)))