Hay ciertas cosas que el
corazón no olvida. Y a veces no son cosas del pasado, lejanas o perdidas ya en
el laberinto de viejos aniversarios, son pequeños detalles del ahora, que
cuando se viven sabes que se quedarán en ti por siempre.
Lorenzo ya no era ningún jovencito. Tenía canas en el pelo,
un par de endodoncias y una vieja úlcera de estómago que lo machacaba
cada vez que se iba de viaje. Sin embargo hay días que nada de eso
importa. Hay días como el de hoy que se siente como aquel jovencito que
se sentaba en el paseo marítimo sin demasiada prisa, miraba a las muchachas
con pantaloncitos cortos y larga melena mientras esperaba el momento
justo para tomarse uno de esos primeros cafés en una terraza a la
sombra, y quizás lo acompañara con un cigarro sisado horas antes a su tío
Amador. Hoy recordaba esa sensación porque salvando las
distancias lo que sentía era muy parecido.
Cuando llegó a la esquina de casa, subió la mirada buscando algo
nuevo. Si, era sutil, la ventana de cristaleras del balcón estaba
semi abierta. Buscó el nuevo llavero en el bolsillo pequeño de la mochila.
Metió la argolla entre uno de sus dedos jugando dándole vueltas.
Mientras subía las escaleras miraba el colgante que adornaba el llavero.
Lo había visto tantas veces que ahora le resultaba adorable verlo
entre sus manos engarzado con las llaves de casa. Cuando abrió la puerta
se recordó que aquél día era el primero que ella le
esperaba en casa.
Ella tampoco era una jovencita, pero se resistía a abandonar los
pantaloncitos cortos y las posturas imposibles para mujeres de cierta
edad. Cuando Lorenzo llegó al salón la vio en el suelo con las
piernas apoyadas en la pared verticalmente, con un café humeante junto a ella.
Lorenzo dejó la mochila en su sitio, las llaves en la mesa, se
quitó la camisa y se sentó junto a ella, con la espalda apoyada en la pared.
Ella le cogió de la mano, le preguntó por su jornada laboral y estuvieron
hablando largo rato. No era nuevo que juntos, perdieran la noción del tiempo.
Ella le pidió un abrazo y él con cierto pudor alegó que no olía demasiado
bien, pero igualmente sabía, que a ella ese detalle no le importaba
demasiado.
A estas alturas de la vida nunca hubiera pensado estar así.
Con el corazón desbocado, abrazado en el suelo del salón con alguien que
era puro fuego. Se había acostumbrado a la desgana, no era joven ni
estaba para muchas olimpiadas dominicales. Sin embargo ella lo mira y le dice lo que casi nadie dice. Le hacía sentir que era suya, le hacía sentir la vida galopar por sus venas.
Ella nunca buscó lo nuevo, ni lo caro, ni lo brillante. Ella valora esas otras cosas, y sabe de sobra que a veces las cosas gastadas son las mejores. Sin embargo él la miraba y le dice lo que casi nadie dice. Le hacía sentir importante, especial, le hacía sentir la vida galopar por sus venas . Hay ciertas cosas que el corazón no olvida.
Ella nunca buscó lo nuevo, ni lo caro, ni lo brillante. Ella valora esas otras cosas, y sabe de sobra que a veces las cosas gastadas son las mejores. Sin embargo él la miraba y le dice lo que casi nadie dice. Le hacía sentir importante, especial, le hacía sentir la vida galopar por sus venas . Hay ciertas cosas que el corazón no olvida.
¡Qué bonito, Nieves! La ternura del amor...sin edad.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte.
No te digo???
ResponderEliminarYo quiero vivir en tus relatossssssssssss! :P
Besos =)))
En tus relatos casi siempre el amor es color de rosa, y me parece fenomenal, cosa que en la vida real, no sucede siempre.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Precioso relato, Nieves.
ResponderEliminarBesos 🌹 feliz noche
Ahhh cierto, hay ciertas cosas que el corazòn no olvida
ResponderEliminarMuy Bello tu relato
Besos
si alguien te elige y sabe hacerte sentir una persona importante eres una persona afortunada. Y para eso no hay edad.
ResponderEliminar¿Qué fue antes la imagen o el relato? Es que me ha llamado la atención que se adaptara tanto a él.
ResponderEliminarBesos.
La historia antes que la imagen
Eliminar:) Gracias Macondo
¡Precioso Tigresa!
ResponderEliminarEl milagro de haberse encontrado dos almas gemelas, tan difícil y tan anhelado! Un abrazo Nieves!
ResponderEliminarSon esas pequeñas cosas las que prolongan el amor
ResponderEliminarBesos
Hola Nieves.
ResponderEliminarDebe ser bonito llegar a longevos y conservar aún lo que indicas en el relato.
Besos
La edad es lo de menos, lo que hay que mantener dúctil, abierta y serena es el alma.
ResponderEliminarMuy bonito texto, Nieves.
Un gran abrazote.
Me encanta!
ResponderEliminarEso es lo que buscamos todos y que es tan difícil de encontrar.
ResponderEliminarBesos.
Muchísimas gracias por vuestro entusiasmo y ganas de leerme.
ResponderEliminarRecibid un fuerte abrazo de todo corazón. Me dais ánimos para escribir otras mil historias.
Besitos :)