Lobo es un perro que vive en un bungalow a las afueras de la ciudad. Llegó allí después de media vida yendo de un sitio a otro. Sin demasiada suerte, ni ningún amigo humano con el que creara un vínculo tan fuerte como para quedarse. Ya era un perro listo, sabía que con el dueño de aquella casita de madera, pequeña pero con un porche con mesita para las tardes de verano pasaría una buena época, ya no era perro de aventuras ni exploraciones, ya sabía lo que había tras cualquier cosa. Casi nada le llamaba la atención y pocas cosas le hacían ladrar. Ahora estaba en esa época perruna de manta y descanso y allí con aquel hombre no demasiado joven ni demasiado viejo parecía haber encontrado ese equilibrio.
Siempre le daba a él el primer plato de la olla, le hablaba
mientras comían, le contaba todo lo que había hecho durante todas esas horas
que no estaba allí. A lobo le gustaba la cocina porque tenía una ventana
que daba a las vistas del bungalow de esa perra rara que vivía con un gato y un
pájaro que hablaba el idioma de los humanos y que todos los niños se acercaban
y se reían. Le gustaba que le sobrara postre porque a él le gustaban los
postres pero solo podía aspirar a la sobras, era como una especie de regla rara
que no entendía muy bien. Le gustaba ver los partidos de futbol y los
combates de boxeo de los jueves por la noche. Le gustaba esa mantita que olía
a perro viejo, que aquel hombre rara vez lavaba, donde Lobo dormía y se restregaba
para acomodarse fuera la hora que fuera. También le gustaba la cama
porque era grande y siempre olía bien, cambiaba las sábanas cada vez que Lobo
se acostaba, posiblemente era el espacio de la casa más perfumado y limpio de
todo el hogar. Lobo no tardó en descubrir el motivo de tanto cuidado con
esa habitación porque era una de las cosas que más le gustaba de aquel
lugar, cada ciertos días llegaban simpáticas mujeres que pasaban largos
ratos, a veces le traían regalos, lo dejaban sentarse en su regazo y lo acariciaban
como si fuera un cachorro, le decían cosas bonitas e incluso había algunas que
le daban besitos diciendo que era un perro muy bueno. Esos días no podía
hacerse el remolón y dormir a los pies del colchón, aquellas simpáticas
mujeres ocupaban la cama y Lobo se quedaba en el pasillo. A veces
mientras descansa en cualquier rincón de aquel bonito y sencillo bungalow
recuerda que esas noches es mejor perderse fuera de esa habitación,
siempre lo echan del colchón cuando intenta subir y ya descubrió el error de elegir quedarse
bajo la cama, los movimientos y lo ruidos no lo dejan descansar, y
ya un perro de esa edad necesita descanso y tranquilidad.
Por la mañana las chicas despiertan todas contentas y
siempre le dan desayuno extra, Lobo las mira con esa cara de perro listo y
bueno y se lo come todo y mueve el rabo contento. Su amigo, el dueño de
aquella casa de madera a las afueras de la ciudad también parece contento
aunque él ahora no mueve el rabo. Solo lo hace por las noches cuando aquellas
simpáticas mujeres duermen en esa cama tan grande y perfumada.
Lobo la pasa mejor con su menú cuando las chicas visitan la casa! Parece que encontró su hogar, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarBueno, pues ya se sabe, que vengan chicas simpáticas todos los días, dormirá fuera de la cama pero estará mucho mejor alimentado.
ResponderEliminarDebería lavarle su mantita al igual que hace con la ropa de su cama.
ResponderEliminarParece que ya tiene un hogar.
Besos 🌹 buena semana
Un relato ameno, de esos que dan una tibieza en el pecho porque las cosas funcionan bien, hay cuidado y cariño.
ResponderEliminarBesos, Nieves.
la historia de dos solitarios
ResponderEliminarBesos
jajajaja ¡Qué chistoso el relato! Muy simpático, de los que sacan una sonrisa ^^
ResponderEliminarTierno relato, amo los animales y me deleitè con Lobo
ResponderEliminarBESOS
Jajajaja me has hecho la mañana Nieves, con eso del rabo!!! :DDDDD
ResponderEliminarBesos =)))
De rabo a rabo...
ResponderEliminar:)
Besos.
Cuando entre rabos anda la cosa, el que más lo menea, acaba mojando. Muy bueno Nieves.
ResponderEliminarBesos.