Eran las dos de la madrugada,
cuando en mitad del jaleo, de las risas y el alboroto de todos los
clientes del bar, en plena conversación de cotilleos y sorpresas, ella miró,
quizás por inercia, a la televisión encendida. Nadie parecía prestarle
atención sin embargo ella se quedó ensimismada.
Hacía años que no veía retrasmitir boxeo en televisión. Se
acordó de él, que le gustaba el boxeo de los sábados por la noche, se
acordó que ella se quedaba dormida, se acordó que él veía todo el combate y que
seguía viendo la porno que echaban después. Se acordó que durante años, incluso despues de él, se aficionó al
boxeo pero no al porno.
No sé si eran sus ojos, sus calcetines, su bicicleta destartalada,
su pelo rapado, su melena y su cresta rebelde, no sé si eran sus tatuajes, su verborrea,
sus cuentos y aventuras, los caminos que recorrió, las tierras de donde
vino, sus gaitas, sus flautas, sus cajas de cosas, no sé si fue su mirada, sus
pulseras y secretos, no sé si fue el no irse, el quedarse, su casa, su cama, su
amor.
Puede que en ella, todo su presente, todo su futuro se concentrara en
ayer, ese ayer tan lejano como certero, donde todo era ahora, donde todo era fácil,
donde los sábados por la noche terminaban en una casa humilde pero que para
ellos era el paraíso, como el paraíso de Adán y Eva. Llenos de amor y
pecado.
Y fue en mitad del jaleo, de las risas y el alboroto de
todos los clientes del bar, en plena conversación de cotilleos cuando
tuvo uno de esos pensamientos secundarios, esos que brotan sin querer después de haber
estado dormidos tropecientos años. Mientras seguía la conversación del
momento, recordó que la búsqueda era inútil. Que no podía encontrar algún día lo que ya estaba en ella, lo que ya tenía
desde hacía tanto tiempo y olvidaba constantemente. Él era su gran amor.
Lo había sido y lo sería siempre. Con el que se casó un amanecer, a las 5
de la madrugada, en una azotea cubierta en una manta, escuchando los argumentos
de un hombre atolondrado como pirata en agua dulce. Con el
que aprendió a volar, a ser libre y ser quien era. Si... durante unos
largos segundos ella miró el combate y escuchó la voz del amor de su vida
comentando el golpe, se trasladó a aquella cama. Siempre lo recordaba con
alegría, era la clara diferencia entre todos y él. Aún recordaba
sus consejos, tropecientos años después aún tenían valor, aún servían...
Durante unos largos segundos recordó que desde que él zarpó con su barco
a otros horizontes nunca más nadie le ha pintado piedras.
Hay que pasado... Que para bien o para mal ahí está. El pasado nos hace lo que somos, aunque soy del pensar que el futuro está en nuestras manos. Besitos.
ResponderEliminarHay veces que los recuerdos inolvidables aprietan el corazón
ResponderEliminarBesos
Cuando se fue él desapareció la magia...
ResponderEliminarSí.
Ocurre así.
Besos.
lo que escribes es precioso, pero desalentador.
ResponderEliminarbonito lo que pasó. un desastre que lo mejor de la vida esté en el pasado.
suerte haber tenido esos momentos. deseable que aparezcan iguales o mejores en el tiempo por venir.
Quizás lo mejor esté por llegar.
ResponderEliminarBesos 🌹 buen finde
Pintar piedras o almas. Pintar idas y venidas, Pintar sonrisas, Pintar horizontes. Y con el tiempo, recordamos todo lo pintado aunque ya no pintemos nada. Saludos.
ResponderEliminarLoa recuerdos de un gran amor, mejor tenerlos que no tenerlos, y si dejan honda huella mucho mejor, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarYa pasò y si no tiene vuelta hay que dejarlo y seguir camino, vivir en el pasado "perdido" causa tristeza
ResponderEliminarAdelante està la magia por venir
Besos
Triste y no triste, mejor haber tenido algo que recordar con agrado que lo contrario...ya vendrá algo mejor, seguro que sí!
ResponderEliminarBesos =)))
Muchas gracias por estar ahí siempre y acompañarme en esta aventura, en forma de relatos...
ResponderEliminarMil besos y feliz día amig@s
Me aportais un montón y me dais esa carga de energía + para no decaer y seguir contando
:)