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lunes, 8 de febrero de 2016

Pequeñeces







Desde que Juan vivía con ella en el tercero C de uno de los bloques de pisos con más historia de la ciudad, ella bajaba las escaleras tan rápida como un hámster, las mismas escaleras que Juan había bajado un par de horas antes para ir a trabajar.  Sólo cuando llegaba a la zona de los buzones en la planta baja  resoplaba con disimulo y paraba junto a su buzón color naranja, naranja pasión, naranja amor, naranja familia...  desde que Juan vivía con ella abría cada mañana el buzón para leer las cosas que él le escribía en servilletas de papel dejándoselas allí para que ella lo abriera y fuera leyéndolo por la calle, con pasos lentos, ensimismada en aquellos trozos de papel que ella guardaba en su bolsillo antes de entrar en la oficina  donde trabajaba a penas a dos manzanas de casa. 

Cuando volvía a eso de las dos lo primero que hacía era cambiarse el calzado y guardar el trocito de papel en una carpeta celeste con un pequeño corazón que ella había pintado con un bolígrafo rojo.
Se dirigía a la cocina y preparaba el almuerzo para cuando llegara Juan a eso de las tres y media.   Él al llegar le daba un beso y ayudaba a poner la mesa aunque casi siempre ella lo tenía  todo organizado, comentaban lo vivido en la mañana, y compartían el ratito de sobremesa, ella volvía a la oficina a las cinco, él ya se encargaba de fregar y ordenar la cocina, bajaba un rato  donde los amigos, para eso de las ocho volver a casa.

Ella le sonreía durante el rato que descansaba en el sillón antes de volver al trabajo,  siempre pensaba que pondría en el papelito que le esperaba en el buzón. Qué era lo que habría pensado esa mañana entre visita y visita, entre llamada y llamada.

A las cinco menos cuarto ella volvía a calzarse, volvía a bajar las escalera como un hámster y abría el buzón... su cara se iluminaba y salía a la calle...  Juan se asomaba por el balcón  y la veía leyendo ensimismada, a pasitos cortos,  y al revolver la esquina, justo en ese momento se guardaba el papelito después de haberle dado un beso.

Le regalaba esas pequeñeces porque sin ella en su vida habría un GRAN vacio.









7 comentarios:

  1. Un gran detalle que dista mucho de ser una pequeñez...

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  2. Oh Nieves me ha encantadoooo, esas "pequeñas grandes cosas" son las que nos enamoran y hacen que siempre haya ilusión....maravilloso!! Mil besos!!!

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  3. Una manera de llenar nuestro vacío dándole felicidad a quien amamos, la mejor manera, buenísimo, un abrazo Nieves!

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  4. Todavía queda gente con esos detalles, y me parece genial. Por cierto vaya buzones más bonitos, con tanto colorido.

    Besos Nieves.

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  5. MUuuuuuchas gracias amiog@s!!!

    Un beso a tod@s!!!

    :)

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