Hoy desperté con cierta lucidez. Con la música de springsteen en la radio, con el
aroma a café recién hecho, con la luz de media mañana en un día helado,
con el regalo de uno de esos días festivos. Pan tostado y una pizca de
margarina y mermelada...
Nuestra pequeña bebía en su bol su leche especial. Deambulaba sigilosa
por la cocina olisqueando algún rastro... se aburría y me miraba con sus ojitos
egipcios.
Comenzó a llover débilmente justo cuando él llegó a la cocina, cogió en
brazos a la pequeña que se había sentado en su silla para comerse las
tostadas aún humeantes. La acarició y la dejó en el suelo donde maulló con
cierto enfado.
Me senté con mi café demasiado caliente, miraba por la ventana las gotas de
lluvia golpear los cristales.
Apoyé mi mano en la mejilla mirándole como comía las tostadas y me contaba
cosas. Y mientras se escapaba una sonrisa por la comisura de mi boca, intentaba recordar, pero no conseguía retornar a mi vida sin él. Sé que
fue arduo el camino, solitario y angosto en muchos momentos, pero allí estaba,
regalándome su vida, sus momentos, compartiendo mañanas invernales, pidiéndome
besos con sabor a fresas y escuchando palabras que nunca creí escuchar en mitad
de la cocina de nuestro hogar.
Hoy desperté con cierta lucidez. Junto al hombre más bueno del mundo, en
nuestra pequeña casita con jardín, una cocina grande donde era fácil sumergirse
en recetas deliciosas, un salón donde perder el tiempo viendo televisión, leer
o escuchar viejos vinilos y un dormitorio donde en el techo había una
gran cristalera para ver mi cielo en verano o sus tormentas en
invierno.
La lluvia chafó los planes de barbacoa, pero él no parecía estar demasiado
desilusionado. Llevó los platos del desayuno al fregadero y mirando por
la ventana dijo que llamaría a los amigos para aplazarlo.
No le importaba no tener esa fiesta - me dijo - podríamos volver a la cama y hacer el amor. Buscó mi abrazo, susurrando pequeñas delicias mientras me besaba.
No le importaba no tener esa fiesta - me dijo - podríamos volver a la cama y hacer el amor. Buscó mi abrazo, susurrando pequeñas delicias mientras me besaba.
Teníamos tan pocas ocasiones para estar con los amigos que le propuse pasar
el día fuera, almorzar en alguna de esas ventas de carretera todos juntos,
pasar la tarde todos con nuestras historias y nuestras risas y volver a casa
tarde, un tanto achispados con alguna cerveza de más, y con la sensación de
haber vuelto a casa desnudarnos por los pasillos hasta llegar a la cama.
Encontrar su amor fue un agradable accidente, despertar cada día con
el hombre de mi vida, el que tiene mi corazón entre sus manos, el mejor amigo y
compañero que soñé tener, nuestra historia es flexible, adaptable, siempre
creciente y cambiante... despertar en cualquier lugar, con lluvia o con sol,
con mucho o con lo justo, juntos hemos crecido y evolucionado, el mundo resultó ser distinto
cuando decidimos compartir el camino... y tengo la mágica idea que allí donde
estemos, allí donde me refleje en su mirada será nuestro hogar...
Vaya despertar más bello.
ResponderEliminarUn abrazo,Nieves.
Compartir el camino. Ahí està la clave. Besos.
ResponderEliminarOda al amor estable...
ResponderEliminarViva el amor y las buenas parejas...
ResponderEliminarMil besos!!!
Que siga así que eso es fantástico.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Muchas gracias amig@s!!!
ResponderEliminarBesitos a raudales :)