Las luces de un Enero generoso
regalaban al paisaje unas vistas deliciosas, no se echaba de menos ni el dulce
olor a azahar ni los sonidos de los nidos de gorriones que anidaban osadamente
en los huecos de la casa de Catalina.
Aquella
mañana habían estado en la ciudad,
llegaron tarde de su última cita médica y por eso aquella tarde tomaron su café
aún con algunos platos del tardío almuerzo en la mesa del porche.
A
Catalina le gustaba tomarse su poquito de café con un algo de chocolate, no
tenía predilección, lo mismo podía ser una galleta, un pastel, un trozo
de tarta o una onza... pero lo importante era que fuera chocolate.
Pablo
tenía ese detalle bien presente. En el camino de vuelta paró unos minutos
para comprar algunas cosas importantes y sobre todo el chocolate de Catalina,
no olvidaba el día que en casa no quedó nada de esa dulce tentación y tuvo que
salir a la ciudad tras no poder soportar ver a Catalina con el envoltorio vacío
oliendo los restos del pastelito.
Se
acercó al porche donde ella descansaba mirando el paisaje y puso entre sus
manos un par de onzas de puro chocolate negro. Ella lo mordió con sus blancos y
fuertes dientes, y él se sentó a su lado haciendo un gesto para que la mujer
pusiera los pies sobre sus piernas y así descansara de su pesada carga.
¿Crees
que mañana lloverá? Preguntó mirando con recelo las nubes que iban
ocultando el azul de un cielo esperanzado. Sabía que su Catalina además
de una excelente compañera de vida era una experta en adivinar el tiempo que
iba a hacer en horas o días... Alguna vez se lo explicó pero él no entendía
nada, lo veía más como un don brujeril que de una experta en vientos y
temperaturas.
Ella
negó con la cabeza
Hasta
el viernes no veremos agua, así que dará tiempo para arreglar la verja.
Tras
una pausa donde ella aprovechó para terminar de comer su porción de chocolate
del día, Catalina lo miró y le pidió que les contará algo...
"Cuéntanos
algo, una de tus historias" dijo acariciando su prominente y suave
tripita.
Pablo
comenzó a contar algo sobre los gorriones, el tejado y la inminente llegada de
la primavera, Catalina permanecía atenta y con una suave y sutil mueca de
sonrisa advertía que esa historia no se la contaba a ella.
"AY
!!! Mira... " Puso la mano de Pedro en su tripa y él notó con alegría y
asombro que su niño se movía con nervio dentro de ese templo de vida que era en
aquellos días su Catalina.
De
pronto paró de moverse y Pablo prosiguió su relato descubriendo con mágico
asombro que el pequeño volvía a moverse cada vez que escuchaba su voz. Presionaba
hacia fuera uno de sus pies y cuando Pablo lo empujaba hacia dentro mientras hablaba, el pequeño volvía a moverlo hacia fuera en un divertido juego que solo
se desarrollaba entre padre e hijo.
Cuando
Pablo terminaba de contar su historia, daba un beso y una caricia al vientre de
Catalina y el niño paraba de moverse.
Ella
nunca había visto nada igual, nadie le había contado ese tipo de vínculo padre
~ Hijo, sin embargo ellos lo vivian con la mayor naturalidad.
Él la miraba
un instante, ella le atusaba el pelo, diciéndole sin hablar que ya era hora de
un pelado, él le daba un beso en los labios ligeramente agrietados por el frío.
"Sólo
tres semanas para que nuestro niño esté con nosotros" Dijo
sonriente
"Será
lo más nuestro que tengamos, lo más tuyo y lo más mío. Ya no habrá cosa más
importante en nuestro mundo"
Volvieron
a darse un volátil beso.
Y
entraron a casa ya con las sombras de la noche temprana al cobijo de su hogar
y al calor de la lumbre...
Joder que romántico y que bonito. Yo creía que estas cosas ya no se llevaban, porque uno es más bruto que un saco de martillos. Voy corriendo a comprarle a la parienta chocolate negro, para ver si así cae algo. Bueno pero lo compraré del más barato, y se lo envolveré en papel de esos de las tiendas de los chinos, ya que lo que cuenta es el detalle. Si por el precio de una tableta, le llevó dos, lo mismo la fiesta la tengo doble.
ResponderEliminarBesos Nieves.
Cuando aparecen los hijos, todo da un giro, llegan como un huracan que lo cambia todo de sitio y aportan nuevas sensaciones, situaciones, las paredes cobran vida ( tipo Altamira)
ResponderEliminarLos mios son un terremoto.
is an honor to read you every day . kisses
ResponderEliminarMi padre se llamaba Juan, igual que mi abuelo y al abuelo de este, yo me llamo Juam y asi se llamara mi hijo y todos somos uno.
ResponderEliminarPrecioso,Nieves, para que luego digan que el toro no berra por la cría.
ResponderEliminarUn beso.
Intenso como escribes me deleitas con tus letras
ResponderEliminarNieves, desconocía tu blog y me ha encantado... me has hecho volver a vivir el embarazo de mi hija y la inmensa ternura que nos desborda el alma cuando la sentimos en nuestro vientre. Maravilloso relato, mis felicidades por él.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ángeles
Sencillo, tierno y entrañable relato!! Mil besos Nieves
ResponderEliminarMUchisímas gracias poor vustroas comentarios y visitas que siempre me alegran tanto.
ResponderEliminarHoy especialmente un grato saludo a Ángeles que es la primera vez que me lee y a la que estoy encantada de acoger en este rinconcito tan de nosotros. :)
Besos amig@S
:)
Hermosa historia Nieves, un abrazo!
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