Ella era como cualquier mujer,
como cualquiera de las que veis cada día en vuestra vida cotidiana; como
vuestra vecina, compañera de trabajo, como esa que viaja silenciosa en vuestro
mismo trayecto en el tren cada mañana para ir a trabajar.
Ella
era sencilla, silenciosa, observadora y risueña. Nunca tuvo esposo. Nunca
lo echó en falta, cada cierto tiempo el camino de la vida, la casualidad
y el destino hacía que compartiera cierto trayecto con un hombre bueno que le
robaba el corazón y le hacía creer que podía ser amada como ella amaba... Sin
miedo, sin ataduras, con la sensación de entregarse a un universo en el
que llegas a él en caída libre.
Ese día
había sido como uno más, llegó del trabajo y tras el almuerzo se sentó en el
sofá a estirar un poco las piernas y a cerrar los ojos durante
algunos minutos. El zumbido del timbre de la puerta la sorprendió, no era
nada habitual que a esas horas llamaran a casa. Miró su reloj de pulsera
camino a la puerta - las 16,35 min.- Al abrir la puerta un hermoso ramo
de margaritas ocultaba el rostro del que lo portaba, su carita se asomó
por un lado del ramo...
"Clarita
Sánchez"
"si"
apenas pudo pronunciar esa afirmación.
El
muchacho, muy joven, apenas tendría los 20 años, le cedió el ramo que Clara
abrazó como si temiera estropearlo entre sus brazos.
"Puedes
firmarme aquí"
Ella
sin disimular lo extraordinario del momento firmó temblorosa y el jovencito
le deseo una buena tarde para de inmediato subir a la furgoneta de reparto y
seguir regalando risas y sorpresas.
Clara entró,
nerviosa, sorprendida, inquieta... colocó con cuidado el ramo sobre la
mesa un momento mientras buscaba el jarrón más bonito que poseía. Las
margaritas blancas le sonreían ampliamente, las colocó con cuidado en
el jarrón en el que previamente había llenado con algo de agua. Nunca... Nunca
le habían regalado flores. Las olió y estuvo allí mirándolas al menos
media hora hasta que entre las flores pudo distinguir algo... Se acercó y
cogió con sumo cuidado una tarjetita. La abrió deseosa por saber...
*Espero
que las flores sepan decirte
lo que mis torpes palabras no saben*
Reconocía
esas letras.
Su
corazón latía fuerte.
Sentía
como caía por el precipicio del amor.
Nunca
antes, a pesar de sus cuarenta y tantos... nunca antes, ningún hombre
había tenido el detalle de regalarle flores.
Ella
siempre pensó que toda mujer debe saber que se siente al ver un ramo de
flores esperándote tras una puerta al menos una vez en la vida.
Y
después de media vida, descubrió que ella también tenía su ramo.
Hermoso relato, Nieves.
ResponderEliminarBesos, buen finde
Ohhhh qué romántico!!! Sabremos un poco más de esta historia? Mil besos!!!
ResponderEliminarNUnca regale un ramo de flores a mujer alguna y por lo que leo a las cuarentonas les cae bien.
ResponderEliminarHermoso!!!
ResponderEliminarAbrazo
Acá estoy de vuelta Nieves! Siempre llega lo que no esperamos, muchas veces es lo más hermoso de la vida, un abrazo!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por seguir estando siempre leyendo mis historias, he decidido escribir un poco más sobres estos personajes a petición de nuestra amiga Patry
ResponderEliminarMil besos a tod@s y feliz semana
:)