Deseo reflejarme en la luz de tu
mirada, en cada una de las madrugadas. Que tu cuerpo sea mi abrigo. Tu
pecho mi almohada. Tus sueños, los míos y tus besos la fuente de mi deseo.
Ella escribía cuentos
pero llegó perdida al pequeño camino te tierra naranja unas de las tardes mas
bonitas de primavera. El perro que vio adormecido aún cuando le quedaba
un trecho para llegar a la verja ahora ladraba con tanto ímpetu que no le
dejaba pensar lo que hacer, si seguir adelante en el camino de albero o pedir
ayuda a la dueña de aquel perro exaltado por su presencia.
El
hombre salió del interior de la casita de campo, con árboles nuevos y un huerto
cuidado. El perro se desplazó junto a las piernas de su amigo y se acercaron a
la verja para atender a la escritora perdida.
Demasiado
tarde y demasiado lejos de cualquier lugar como para querer y poder volver al
mundo de supermercados, cafeterías y barrios unifamiliares. Nadie había
llegado antes tan lejos. Nadie se había acercado a su verja, así que la
invitó con amabilidad a que entrara, podría pasar la noche y volver al mundo
ruidoso al día siguiente.
Ella
encontró en aquel lugar lejano donde nadie antes habían llegado sus cuentos
perdidos, esos que sólo en aquel lugar podían ser escritos. Una noche se convirtió
en días, los días en semanas y las semanas en una vida. Y fue allí, que
al igual que sus cuentos encontró la mirada que siempre estuvo buscando, los
abrazos templados y la compañía de la persona que le entregó su parsimonia y su
corazón triste, allí fue donde encontró los amaneceres y la
verdadera velocidad del tiempo, donde su nombre sonaba a susurro, donde tuvo la
certeza de que las arrugas indicaban simplemente donde han estado las
sonrisas. Allí olvidó los paisajes de ida y vuelta tras agotadoras jornadas
laborales, caras desconocidas y pocas conversaciones...
Y fue entonces
cuando olvidaron el pasado, descubrieron todo el amor que les quedaba en sus
corazones de niebla y cuentos. Y fue entonces cuando un día descubrieron que
eran la pieza del puzle que siempre faltaba para que la rueda de sus vidas
funcionara. Fue entonces cuando en uno de esos atardeceres él la miró con sus
ojos y ella lo supo.
Deseo reflejarme en la luz de tu mirada, en cada
una de las madrugadas. Que tu cuerpo sea mi abrigo. Tu pecho mi almohada.
Tus sueños, los míos y tus besos la fuente de mi deseo.
Qué hermoso Nieves, un relato conmovedor y pleno de esperanzas! Un abrazo!
ResponderEliminarEsto relatos los bordas. Sobre todo me encantan los párrafos del principio y final del texto.
ResponderEliminarBesos Nieves.
La fortuna de encontrar su lugar, porque a veces se nos pasa la vida sin encontrarlo, y sin los abrazos perfectos.
ResponderEliminarUn saludo, desde 688 km. Lo acabó de mirar, de momento, solo es un proyecto en mi cabeza.