Claudia bajaba las escaleras de su hogar, el 423 de una de las calles mas lujosas de la ciudad. Se dirigía a una entrega de premios, no le apetecía nada el asistir pero el protocolo la empujó a que aquella tarde de Jueves tuviera que ponerse uno de sus mejores vestidos y esos zapatos color champagne que tanto le gustaban a pesar de sus tacones de vértigo.
En uno de los peldaños del segundo piso se torció el tobillo y calló rodando escaleras abajo hasta esparramarse por todo el descasillo del primero. Anselmo que parecía estar tras la puerta de casa, tardó un segundo en abrirla y ayudar a levantarse a la maltrecha mujer. Las perlas del Caribe esparcidas por el descancillo y algunas cayendo escaleras abajo impedían una movilidad libre, Anselmo temía pisarlas y romperlas o pisarlas y resbalar.
La mujer al levantarse descubrió que su tobillo le dolía y costaba apoyarlo en el suelo sin sentir un dolor agudo. El hombre intentó tranquilizarla y le pidió que entrara en su piso.
La estancia era amplia, diáfana, todo limpio y ordenado. Anselmo dejó sentada a Claudia en un asiento tan moderno como cómodo y volvió a salir, tardó unos minutos, no demasiados, entre las manos llevaba todas las perlas que encontró y las puso en un cuenco de cristal tallado.
Entonces preguntó a la mujer si le seguía doliendo y ésta preocupada respondió "desgraciadamente si"
Acercó un taburete de ébano y se sentó frente a la mujer, aún llevaba el traje de trabajo, era marchante de arte y cada día lucía un elegante traje de marca, aún olía a su colonia habitual, Claudia la reconocía porque podía olerse por las escaleras cuando él salía de casa a eso de las 8, 30 de la mañana. El hombre cogió con dulzura el pie de ella y le despojó de los zapatos " zapatos arriesgados para bajar por las escaleras ¿Porqué no bajaste en ascensor? ". Ella no solía utilizar el ascensor nunca, ni siquiera entaconada, nunca le había ocurrido tal percance. Las medias de cristal tenían varios desgarros y ella se lamentó, él le sugirió que debería quitárselas para ver si tenía el tobillo inflamado. Claudia se despojó de la media con tal sensualidad que Anselmo tuvo que centrarse en el tobillo, miraba al tobillo como si no hubiese más partes en ese hermoso cuerpo de su vecina. Pasó suavemente las manos por el tobillo y las subió hasta la rodilla, tenía una piel suave y perfumada, ella apenas se movía, el miedo a tener un hueso roto la paralizaba, el hombre volvió a centrarse en el tobillo, a un pie pequeño, sin imperfecciones, suave, en ese momento el tiempo pareció detenerse; él le sonrió para tranquilizarla, intentando creer que aquella piel no despertaba en él ninguna sensación, ella le devolvió la sonrisa , intentando pensar que aquellas manos no despertaron en ella deseos de que siguiera acariciándola, que no parara... Anselmo dijo que no había nada roto pero el tobillo comenzaba a inflamarse, preguntó si quería llamar al médico. Claudia respondió que no, pero tenía que llamar a la organización para que excusaran su ausencia.
Mientras ella hablaba por teléfono él desapareció unos minutos para volver al salón en pijama y con un par de bolsas de hielo. Las colocó en el tobillo, él le conversaba y ella agradecía las atenciones de su amable vecino.
Un par de horas después subieron juntos en ascensor, Claudia entró en casa y se desnudó para dormir en su cama de sábanas blancas y almohada de aloe vera, Anselmo no tardó en quedarse dormido mirando las vistas por las cristaleras de su dormitorio. Ambos recordaron el momento en que dentro del ascensor, - él en pijama y ella con los zapatos en la mano -, no pudieron evitar acercarse lo suficiente como para que sus labios se unieran y poder saborearse mutuamente.
Ohhhh!!!!! Me ha encantando Nieves, qué sensualiesidad... Está tan bien narrado que me ha parecido oler el perfume!!!
ResponderEliminarMil besos!!
Uy, uy, a estos dos no deberemos dejarlos solos, jaja
ResponderEliminarMuy bonito, Nieves, me ha encantado.
Besos, buen finde guapísima
Y va a quedarse en eso nomás? Ah no, yo espero que la historia continúe, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarDespués de todo, el tropezón y la caída, sirvieron para que se encontraran los dos vecinos.
ResponderEliminarMuy romántico, Nieves.
Besos.
Muchísimas gracias por vuestros comentarios, en vista que Cristina se ha quedado con ganas de mas, me he acercado al 423 para ver como siguen estos vecinos.
ResponderEliminar:)
Mil besos amigas!!!