Las primeras gotas de la tormenta la sorprendieron justo en la puerta de casa -esta vez tuvo suerte-.
Hacía frío, tan pronto se acomodó se preparó un caldo calentito. El día había sido largo, el trabajo era agotador, ya que tenía que desempeñar la labor de ella y los tres compañeros despedidos aquel mes, - los despidieron alegando que había poco trabajo, obviamente era incierto-
Adoraba la tranquilidad y el silencio de su hogar, una pequeña casita que encontró por casualidades de la vida...
Contestó a las cuatro llamadas perdidas; su padre, su prima Carmen, su amigo Carlos y el vecino.
Diez minutos después llamaron a la puerta, se había enfundado su pijama rosa con el gran corazón violeta, sabía de quién se trataba y no tuvo inconveniente en atenderle de esa guisa, Arturo apareció con el paraguas en una mano y el paquete de correos en la otra.
Lo dejó entrar, y agradeció el haber recogido el paquete que esperaba hacía días, hablaron un rato sin pasar mas allá del recibidor, varios minutos después marchó presuroso de vuelta a casa.
Los rayos iluminaban la habitación, daba vueltas en la cama mientras recordaba momentos del día, fragmento de conversaciones, realizaba mentalmente el esquema de los quehaceres del día siguiente.
La lluvia golpeaba la persiana de la ventana... volvía a tener esa sensación de soledad, durante el día no se le pasaba por la cabeza, ni un instante, nada, estaba rodeada de gente, amigos, compañeros de trabajo, familia, incluso en muchos momentos deseaba volver a casa para escuchar el silencio. En la noche todo cambiaba, en mitad de la madrugada era habitual despertarse aturdida y adormecida buscando la compañía y el calor de un compañero durmiente, el hueco vacío de su cama la desvelaba durante algunos segundos, recordándole la sensación de soledad, de unidad, recordaba a los viejos amigos, a esos que durmieron a su lado, y llueve... siempre procuraba tener compañía las noches de tormenta, nunca le gustaron, con los ojos cerrados, pudo remontarse tiempo atrás, la silueta de su acompañante durmiente se iluminaba con los rayos de la tormenta, daba media vuelta y extendía su brazo para que se hundiera bajo su protección sabedor de que así consiliaria el sueño rápidamente...
El despertador sonó con la música de la radio, abrió los ojos, la luz brillante del sol matutino la hizo pensar que el día sería mejor meteorologicamente hablando, dio un brinco, el teléfono sonó, era Carmen que llamaba para que fueran juntas al trabajo, se le había estropeado el coche...
Se bebió el café en apenas dos sorbos y salió de casa, al subir al coche e incorporarse a la carretera pudo ver una nueva tormenta que se acercaba rápida y amenazante, aceleró con tantos planes para el día que tenía la sensación de que le faltarían horas para poder desempeñarlos todos.
Lo dejó entrar, y agradeció el haber recogido el paquete que esperaba hacía días, hablaron un rato sin pasar mas allá del recibidor, varios minutos después marchó presuroso de vuelta a casa.
Los rayos iluminaban la habitación, daba vueltas en la cama mientras recordaba momentos del día, fragmento de conversaciones, realizaba mentalmente el esquema de los quehaceres del día siguiente.
La lluvia golpeaba la persiana de la ventana... volvía a tener esa sensación de soledad, durante el día no se le pasaba por la cabeza, ni un instante, nada, estaba rodeada de gente, amigos, compañeros de trabajo, familia, incluso en muchos momentos deseaba volver a casa para escuchar el silencio. En la noche todo cambiaba, en mitad de la madrugada era habitual despertarse aturdida y adormecida buscando la compañía y el calor de un compañero durmiente, el hueco vacío de su cama la desvelaba durante algunos segundos, recordándole la sensación de soledad, de unidad, recordaba a los viejos amigos, a esos que durmieron a su lado, y llueve... siempre procuraba tener compañía las noches de tormenta, nunca le gustaron, con los ojos cerrados, pudo remontarse tiempo atrás, la silueta de su acompañante durmiente se iluminaba con los rayos de la tormenta, daba media vuelta y extendía su brazo para que se hundiera bajo su protección sabedor de que así consiliaria el sueño rápidamente...
El despertador sonó con la música de la radio, abrió los ojos, la luz brillante del sol matutino la hizo pensar que el día sería mejor meteorologicamente hablando, dio un brinco, el teléfono sonó, era Carmen que llamaba para que fueran juntas al trabajo, se le había estropeado el coche...
Se bebió el café en apenas dos sorbos y salió de casa, al subir al coche e incorporarse a la carretera pudo ver una nueva tormenta que se acercaba rápida y amenazante, aceleró con tantos planes para el día que tenía la sensación de que le faltarían horas para poder desempeñarlos todos.
Del sol a la tormenta, el corazón del personaje ondula como el tiempo, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarUna historia con mil y un matiz, ni que decir que me ha encantado.
ResponderEliminarBesos, buen finde Nieves
hermosa historia, feliz finde
ResponderEliminarUna cotidiana y bonita historia. A mi también me dan un poco de miedo las tormentas y sobretodo de noche!!!
ResponderEliminarMil besos!!!
Muy lindo relato, y que hermosa foto :). un abrazo
ResponderEliminarNo podemos escapar ni del sol ni de las tormentas...Como tampoco podemos huir de nuestros soles y nuestras tormentas interiores...Me ha gustado mucho, Nieves.
ResponderEliminarQue tengas una feliz semana. Un beso.
Os agradezco enormemente vuestros comentarios y vuestras visitas que las acojo con todo cariño.
ResponderEliminarUn beso grande amig@s!!
:)