"Cuando
uno se queda solo en un bar y todos están acompañados, te preguntas...
¿Estoy acabado? y tu sólo te respondes... no, simplemente estoy solo, y
esta situación pasará... "
"En
ese bar era intocable, el dueño le ponía las cañas de cervezas sin tener que pedirlas,
se sentaba a un lado de la barra, donde los camareros atienden sus comandas
antes que las otras... "
La
atmósfera del bar era clara y despejada, cuando sus amigos marcharon descubrió
que no había casi clientes. Lo habitual era que apenas se pudiera
ver las mesas y sillas a causa del humo de los cigarrillos.
"
Una noche tranquila" Comentó a JJ, dueño del local.
"En
estas fechas es habitual" respondió mientras secaba los vasos con un paño
blanco.
Entonces
recordó que eran días de navidad, días de familia, de compras y encuentros.
Echó un vistazo a los pocos clientes de aquella noche. Un par de amigos
en la mesa de la entrada, una reunión de chicas en el fondo y en la barra
solitaria tan sólo él y JJ.
Las
mujeres de la reunión reían y conversaban alegremente aunque con la música de
fondo del local no se le entendía lo que se traían entre manos.
No
tardó demasiado en descubrirlo ya que una de ellas, la menos juvenil -al menos
en apariencia- se acercó a la barra y preguntó si vendía la placa que tenía en
un lateral de la barra, junto al grupo de botellas de licores blancos. Rodrigo
alzó la mirada para ver la placa. JJ hizo lo mismo aunque él hizo una mueca de
duda. "No sé..." Resopló. "Está aquí desde el día
que inauguré esto, la encontré tirada en el trastero y me pareció irónico... me
ha traído suerte"
"
Te parece bien 50"
"100
y trato echo" Dijo mientras la bajaba del lugar donde había estado
más de siete años.
"75
y no más"
"Es
tuya" Se la cedió con una mueca de sonrisa.
"
Y ahora pónganos una ronda de lo mismo por favor"
JJ fue
a por los vaso y los fue llenado de hielo.Rodrigo pensó que clase de placa era esa que despertaba tanto imnterés, para él era un trozo de chapa con un letrero que recordaba a épocas de posguerra, - Prohibido entrar, blasfemar y fumar- ... Su mirada se tornó a la mujer y entonces descubrió que la conocía. Habían pasado algunos años, pero era ella. No se atrevió a decirle nada,
permaneció en silencio, podría decirle tantas cosas, sus ojos no habían
cambiado, seguían teniendo ese brillo. El camarero le dijo que se lo llevaría a
la mesa y ella con la placa en la mano se dirigió con las amigas.
Rodrigo
no pudo evitar moverse y poner su mirada a ella, a Carmen, a esa chica
que se quedó en un pasado y que nunca olvidó del todo, pero es fácil tener ese
pensamiento en esos momentos de su vida, cuando por circunstancia estaba solo
y desamparado, como un perro abandonado en mitad de una carretera.
La
música sonó entonces, esa canción que sonaba constantemente en aquellos días en
la radio. Las casualidades no existen, eso lo sabía él desde siempre. Rodrigo
la miraba y ella sintiendo su mirada lo miro y lo reconoció, a duras penas, eso
si... había cambiado demasiado, pero era él. No hicieron nada, se quedaron todo
el rato que duro la canción mirándose, hablando sin hablar, reconociéndose y
viviendo en un presente incierto el pasado olvidado.
Algunas
amigas marcharon y ella se acercó para saludarle, le sabía mal pasar de largo
ignorando al hombre que aprendió a olvidar.
Varias
horas después JJ les dijo que eran las 6 de la mañana y tenía que cerrar. Había
que irse a casa...
Las
primeras luces del día hacían despertar a una ciudad durmiente, él se ofreció a
acompañarla a casa y ella aceptó. 20 minutos después subían los siete peldaños
para entrar a su casa, ella con la misma sonrisa que recordaba le dio un beso
en la mejilla y se despidió con un "Gracias". Rodrigo comenzó a
bajar las escaleras cuando ella por un impulso que apenas alcanzó a comprender,
le preguntó si quería entrar un momento y él ... él aceptó.
Carmen colocó la placa en la entrada de la casa, distorsionaba ante toda la exquisita
decoración de aquel hogar, ya que al entrar en la casa lo primero que le
sorprendió fue los colores pastel y el aroma a velas... Los marcos de fotos con
algunos niños en la playa y un cuadro, quizás el único de la casa en el que se
veía un paisaje africano y Carmen junto a un hombre, ambos en una actitud
aventurera.
Rodrigo
se sentó y Carmen fue a poner música, buscó entre los CDs y encontró el
que buscaba... "Este?" Sonrió cómplice
"Aún
lo guardas?" Ese cd se lo regaló él. En ese álbum aparecía la
canción que horas antes había sonado en el bar y que gracias a ella se había
reconocido después de puede ser, 15 años...
La
música comenzó y Carmen bebió un poco de agua del vaso que había traído desde la
cocina.
"
¿Bailamos? "
"Sigo
sin saber bailar Carmen"
Ella se
acercó a él y le cedió la mano, él se la dio y poco a poco fue dando pequeños
pasos parecidos a un baile, ella sentía su cuerpo y dejó caer su rostro en el
hombro de Rodrigo.
La canción
terminó y siguieron dando pequeños pasos de baile, abrazados, mirándose con los
ojos brillantes, mescla de sentirse achispados por el alcohol de la noche y la emoción
del inesperado encuentro.
Había
estado dando tumbos, todo le había salido mal, en estos momentos estaba en una
especie de callejón sin salida, y de pronto estaba allí en la casa de Carmen
bailando sin saber bailar y demasiado mareado para atreverse a proponer juegos
amatorios. Pero olía tan bien, su tacto era tan suave y su silueta tan
agradable que suavemente su boca llegó a la de ella y se besaron con sensualidad
y excitación contenida.
Al
despertar casi al atardecer, entre unas sábanas olor lavanda sintió una
sensación extraña, hacía demasiado que no la sentía, despertaba en compañía,
ella se le escuchaba trastear en la
cocina y la tv estaba puesta a un volumen bajo... Miró un instante los
detalles de la habitación, hacía años que no despertaba en otro lugar que no
fuera su cama. Sintió alivio, comodidad y cercanía al recordar que no habían tenido
sexo cuando hubiera sido tan fácil. Se levantó y al buscarla por la casa,
la descubrió en la cocina, donde la luz de la tarde tornaba en anaranjados.
Ella le sonrió y con la mayor naturalidad le pregunto si tenía hambre...
"Pues
creo que si..."
"Te
siguen gustando las tortillas de patatas"
"si...
pero te ayudaré a pelarlas" Dijo mientras abría un cajón que
resultó ser el de las servilletas.
Ella le
acercó el cuchillo y Rodrigo se sentó en una mesita arrinconada en la pared de
la cocina.
Carmen
puso cuatro patatas en la mesa y él comenzó a pelarlas, ella lo miró un
segundo y le dio un beso en los labios y tras un breve silencio comenzaron a hablar de cosas mientras
hacían la cena.
***
Una segunda oportunidad, es tan improbable, que cuando sucede hay que aferrarse a ella con un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMe gusta el letrero, no lo de prohibido entrar, más bien lo de prohibido fumar y blasfemar.
La música y los olores están directamente conectados a los recuerdos.
Pues nada, eso... Un fuerte abrazo.
Bonita historia. Pero no quisiera que a mi me sucediese.
ResponderEliminarBesos
La vida da tantas vueltas que lo que en uno de sus giros no pudo ser, tal vez sí lo sea en otro.
ResponderEliminarToda la felicidad para el nuevo año, Nieves
Un gran abrazo.
Una melancolica historia de Navidad
ResponderEliminarBesos
aprecciate your blog kisses
ResponderEliminarGracias chic@s !!!
ResponderEliminarOs deseo un felicisímo año 2016 y que podamos compartirlo todos juntos y alegres.
Un beso grandioso de vustra amiga Nieves ;)