En esas malditas fechas todo se complicaba,
su soledad personal se acentuaba y cuando volvía a casa después de su
jornada laboral sólo le esperaba esa gata que un buen día apareció en su
ventana y no quiso marcharse.
Tenía
claro que esa gata sin nombre lo eligió a él entre todas las personas de aquel
barrio, entre todas las ventanas solitarias se quedó en la suya, la más
solitaria y silenciosa de todas.
En esas
malditas fechas donde todo se convertía en fiestas y luces, en reuniones y
amabilidad él se sentía el más desdichado de todos los hombres, de todos los
hombres de la tierra... y aunque algunos pudieran confundirle con el señor
scrooge - personaje malhumorado y gruñón de cuentos de navidad- él sabía
que su soledad y amargura no era ninguna elección sino el momento que le había
tocado vivir tras un cúmulo de desgraciados acontecimientos que prefería
no comentar ni recordar.
En esas
malditas fechas aún esforzándose con todas sus ganas en no hacerlo su mente le recordaba continuamente momentos
pasados, en los que todo era más amable y fácil, se recordaba colocando
las luces y esos adornos que tanto le gustaban... Sin embargo este
año había sentenciado a los espumillones, bolas y luces a la oscuridad del
trastero, aguardarían no sabían hasta cuando dentro de una caja de embalaje a
que las ganas y la ilusión hiciera que alguien los colocara aleatoriamente por
todo el piso.
Algunas
tardes se asomaba por la ventana y miraba las luces tintineantes de los vecinos.
"Este año no estoy para luces, este año no estoy para reuniones, este año
no estoy para estas malditas fechas..."
Una de
esas tardes que prefería estar en casa que vagabundear por las calles del
pueblo escuchó algo caer en el descansillo de las escaleras del bloque, decidió
salir y mirar... era Eloísa, portaba entre sus manos una caja de embalaje y
buscaba con su mirada perdida las bolas que rodaban por el suelo.
Pedro las recogió
y las depositó en la caja. "Ya está aquí... " Murmuró entre
dientes
"¿Qué?"
Eloísa no entendió lo que quiso decir.
"Las
fiestas... ya están aquí"
"Si!!
" Exclamó con su habitual sonrisa, amplia y como si no tuviera nada que
temer.
"
Mis sobrinos vendrán mañana imagino para ayudarme, necesito que me separen las
bolas del árbol navideño según el color. No tengo demasiado espacio para
guardar y todo está en un par de cajas"
Explicó
mientas tocaba el espumillón dorado que sobresalía entre tanto brillo.
"Si
quieres puedo ayudarte yo, no tengo nada que hacer"
"Bueno,
no sé... no quisiera molestarte... "
Él
insistió y ella accedió a que le ayudara. Pasaron toda la tarde
adornando el árbol y colocando las luces en las ventanas. Si no se pone
alguna luz especial en casa estos días la magia pasará de largo. Recalcó un par
de veces en aquella tarde sin dar opción a la discrepancia.
Eloísa
le regaló una merienda con dulces navideños y un café tan bueno que no tuvo
suficiente con una taza.
Al
anochecer, Eloísa encendió una pequeña lamparita que coquetamente adornaba uno
de los rincones del salón. No la solía encender porque ella no necesitaba
luz para ver, desde los 14 años se manejaba perfectamente en la oscuridad,
él la miraba mientras hablaban y le causaba cierta ternura, a la vez se
sentía cómodo a su lado, era la única persona que lo conocía tal y como era. No
podía reconocer su rostro pero conocía muy bien su esencia, su personalidad y
esas manías que sólo los amigos de verdad conocen.
Al
despedirse ella le cogió de la mano, siempre lo hacía y a él le gustaba. Le cogía
de la mano y lo acompañaba al descansillo. Le acariciaba su rostro para
notar su estado de ánimo; su arruga en la frente de enfado, sus
labios sonrientes o su rictus de no querer contar lo que le rondaba por la
cabeza. Se estiraba un poco y le daba un beso en los labios, a él siempre le
sabía a poco y le devolvía siempre otro. Le gustaban sus besos; húmedos, suaves
y silenciosos.
"¿Seguro
que no quieres quedarte hoy?"
"Estoy
demasiado cansado y mañana tengo que madrugar, de echo... me quedan 6 horas de
sueño"
"Mañana
vale?... Te quiero"
Ella
sonrió, quedó en silencio, nunca tuvo ni tendrá claro hasta que punto la
amaban...
En esas
malditas fechas todo se complica y todo se envuelve de un velo que él lo
asimila con desgana y pesimismo.
...
Si no
se pone alguna luz especial en casa estos días la magia pasará de largo. Esa
frase le acompañó hasta caer rendido en la cama.
Al día
siguiente a eso de las cuatro y media de la tarde se dirigió a la puerta de Eloísa,
ella abrió y él sin apenas darle una tregua le pidió que si podía ayudarle a
poner los adornos en su casa. Cogió su bastón blanco, cerró la puerta de su
casa y entraron en la de Pedro, un hombre que pese a todo lo terrenal no le
apetecía que su poquito de magia pasara de largo...
Hermosa historia, Nieves.
ResponderEliminarEloísa es un amor.
Besos, feliz tarde
Ella no necesitaba luz para ver en la oscuridad…
ResponderEliminarMe ha gustado la historia y la manera en que la cuentas.
Saludos
Terminaran juntos? Creo que son el uno para el otro....Me gusta esta historia!!! Mil besos!!
ResponderEliminarUna lucecita que uno necesita de vez en cuando.
ResponderEliminarBesos
Conmovedora historia
ResponderEliminarEstas benditas fiestas complican un poco a los que están solos o deciden estar solos, depende de como elija cada uno tomar la fecha
Se pueden pasar las fiestas en soledad sin considerar malditas las fiestas que nos recuerdan el nacimiento de Jesus, pero es una elección personal
Besos
is an honor to read you much kisses
ResponderEliminarAnimarse! Solo eso hace falta para dejar la soledad mal vivida, ahora podrán estar mejor, compartiendo sus silencios, un abrazo!
ResponderEliminarMagnifica historia
ResponderEliminarSaludos
Muchísiomas gracias por estar ahí siempre y por leerme, comentar y ser tan especiales y cercanos.
ResponderEliminarMil besos!!!
Ando muy sensible estos días, y ya me está emocionando la historia, veamos como sigue.
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