Aquella misma tarde cuando Eloísa y Pedro
acabaron de poner las luces en las ventanas decidieron dejarlas encendidas.
Pedro la invitó a cenar, previamente había
preparado todo, pollo al horno con guarnición de patatas, cerveza de su marca
favorita y tarta helada.
Eloísa recogió lo platos de la mesa y los
metió en el lavavajillas que Pedro compró el verano pasado.
Él sentado en el sofá encendió el
televisor para ver una de esas películas nocturnas...
- Bueno...
pues marcho a casa. Dijo ella con voz suave y con su
dulzura habitual.
- Quédate! Exclamó
animado. Conoces mi casa, no tropiezas con nada, me apetece que por una
vez seas tú la que duermas en mi cama. Sonrió con gesto
humorístico olvidando por un momento que ella no podía captar los mensajes no
verbales.
- Iré
un momento a casa a cepillarme los dientes y a por el pijama. Respondió a la vez que buscaba el bastón blanco
sin encontrarlo donde lo había dejado.
- Lo siento, lo puse al otro
lado, tropecé con él.
- No
importa, ahora vuelvo.
... ...
Eloísa salió del piso y él aprovechó para
ponerse sus zapatillas de casa, y colocar en la mesita del salón una caja de
bombones. Se comió cuatro bombones y medio botellín de cerveza esperando
a que Eloísa volviera, no sé para que quería ir por el pijama -pensaba- esta
noche no era noche de pijamas, le apetecía que fuera una de esas noches de poco
dormir.
Cuando llamó al timbre él abrió de
inmediato y pudo verla ya con su pijama en mitad del descansillo, -entre la
puerta de casa de ella y de él apenas había tres metros de distancia-. Ella
entró rápida buscando el calor de la calefacción, se sentó en el sofá y esperó
a que Pedro se sentara para descansar en su hombro. Sintió la calidez de las
caricias de Pedro, sus besos, besos sabor a chocolate. Fueron a la cama e
hicieron el amor sin prisas, ella lo acariciaba con sus manos y de su boca solo
salían palabras disfrazadas, entrecortadas y él la amaba, la sentía latiente y
viva mientras exploraba su piel aterciopelada y su cueva fértil...
... ...
Dos días después, el día de Nochebuena, él
salió tarde del trabajo, se entretuvo en los bares con todo el que fue
llegando, no tenía prisa, nadie le esperaba en casa.
Cuando subía el último tramo de escaleras
el reloj marcaba casi las ocho de la tarde. El tiempo justo para descongelar
los langostinos y calentarse la carne mechada que había comprado el día antes.
Al abrir la puerta de casa pudo escuchar
los villancicos de casa de Eloísa y la voz chillona de algún niño.
Apenas se había descalzado cuando llamaron al timbre... Abrió.
Estaba achispado, lo descubrió justo en
ese momento cuando frente a la puerta vio al padre de Eloísa.
"Que dice mi hija que te traigas
los langostinos y la carne mechada... Y entre tú y yo… -hizo un gesto cómplice- tráete algo para beber, que estas mujeres de hoy nos
quieren tener a base de cava toda la noche"
"Pensaba cenar y acostarme...
no creo que... "
"Pero que me estás contando, me
vas a dejar solo con la trupe? Tu te vienes ahora mismo... venga..."
Entró al piso sin dar tregua.
"Mira, sé que tú y mi hija tenéis
algo entre manos, no voy a meterme en esas historias, ustedes sabréis, así
que pégate un duchazo y nos vamos. Lleva toda la tarde teniendo al
niño de guardia en el pasillo para que le dijera cuando llegabas, así que
mañana haz lo que quieras pero hoy tienes que estar con la familia y aguantar
como todos"
20 minutos después los dos llegaron al
piso de Eloísa. El padre delante con los langostinos y la carne y él detrás con
el whisky. Uno de los niños lo entretuvo preguntándole algo en el
pasillo. Ella llegó y lo abordó preguntándole donde se había metido todo
el día. "En el bar, con los chicos"
"Bueno pues dame un beso"
él acarició su mejilla y le dio un beso.
Aquella noche, sentado en una mesa en
familia, hablando de recetas de cocina, la familia que está lejos y los
sorprendentes e inesperados resultados electorales, descubrió que la tristeza y
la amargura se llevan dentro y si miras a tu alrededor descubrirás que siempre
hay gente que te quiere en su mesa. Que la magia existe... claro que
existe, pero el que no cree en esa magia nunca la encontrará.
Ella estaba en su vida silenciosa,
paciente, sin pedir nada más de lo que él quería darle. Sin ella todo hubiera
sido distinto, a pesar de todo no asimilaba hasta que punto era importante en
su vida. Le gustaba... sentarse en el sofá en las tarde de invierno,
hacer el amor, contarle sus cosas y cuando pensaba en ella no tenía claro si
era mucho o poco lo que sentía por ella, aunque a veces pensaba que no le
apetecía estar alejado de esa mirada, esa mirada sin mirar y que él tan bien
conocía; esos ojos que hablaba, que podía transmitirle tanto sentir. Que eran
capaces de meterse dentro de él y ver dentro de su alma, que eran
tan listos, intuitivos y resueltos. Que sabían sonreírte, desafiarte,
callarte, pedir amor y no porque expresaran demasiado o fueran los ojos mas
bonitos del mundo, sino por cómo lo miraban a él. Sabía que no
había luz en ellos pero ella tenía tanta luz en toda ella, que a veces le hacía
sonreír por solo tenerla cerca.
Tenía claro que no quería desprenderse ni
de esa mirada ni de ella, porque no sabía si la quería mucho o poco pero sabía
que si la perdía no podría olvidarla.
Que hombre ten complicado.
ResponderEliminarQue tengas una linda semana
Besos
Todo el sentimiento. Como todo el que pones en lo que escribes. Esta historia me gusta especialmente, es emotiva, habla de soledad, amor y, sobre todo generosidad compartida.
ResponderEliminarUn beso y un abrazo.
Me siento un poco culpable de no comentar a menudo, sigo sin ordenador, como un auto castigo para no desatender a mis hijos.
Bonito relato, sabia que al final habría algo mágico en esta historia!!! Jajaja Menos mal que a pesar de lo complicado que es, sabe lo que no quiere......Mil besos!!!
ResponderEliminaraprecciate much your blog kisses
ResponderEliminarNieves, ese final es magistral! Una reflexión honesta y profunda, un abrazo!
ResponderEliminarMuchísimas gracias por vuestras palabras y cada visita que me haceis.
ResponderEliminarFeliz fin de semana :)
Mil besitos amig@s