Sonó el teléfono como cada día a las 15:50 minutos. Tan sólo tres tonos y cortaba. Era la señal.
Belén se asomó con cuidado a la puerta para esperarle.
Karlos cogió la llave de casa para salir, tan sólo llevaba un pantalón corto, los 45 grados de temperatura del exterior de casa fue como una bofetada inesperada. Rehusó la idea de recorrer los metros de acera, descalzo se quemaría los pies, volvió a entrar en casa.
Subió a la azotea y dio un ágil salto para llegar al pretil de la ventana del ático de su vecina.
- Belén, entré por aquí!!!
Ella al escucharle esperó en la planta baja. Lo recibió con una sonrisa mientras lo veía bajar descalzo por las escaleras de una forma rítmica y acelerada.
Entraron en el salón y Karlos cogió a Jorge en brazos, a pesar de sus ochenta y muchos años, era todo hueso aunque su metro ochenta de altura lo hacía bastante pesado y robusto. Se había quedado dormido y Belén no podía moverle, no tenía fuerzas, era una mujer delgada y enclenque. Karlos trabaja en casa, - nadie sabe en qué- y Belén siempre se sentía amparada por su vecino.
Lo dejó en la cama, dormido y con los pies cubiertos por la sábana, como sabía que le gustaba al anciano.
Belén se aseguro que todo estuviese bien en la habitación antes de salir de ella.
Karlos se había ido a la cocina a beber agua. Belén llevó su libro y las gafas a la mesita del salón para ponerse a leer un rato.
- Me voy si me necesitas, ya sabes....
Belén se dirigió a las escaleras donde ya subía el vecino para volver a casa. Fue cuando iba por mitad del tramo cuando Karlos se volvió para sonreirle. Se paró, volvió a bajar.
- Que te pasa? Estas triste? Necesitas algo?
- No, nada, estoy bien.
- Ven abrázame.
Ella se dejó abrazar... un ligero bamboleo, una suave caricia en la espalda, un beso en la mejilla.
- Quieres que me quede? Tienes ganas de reír? Le susurró insinuante Karlos... Belén se dejó caer en su hombro, su boca rozaba su cuello, sintió como sonreía.
- No, no pensaba en eso.
La proposición le recordó que hacía mucho que no compartían momentos de intimidad. Cerró los ojos, el sutil balanceo de sus cuerpos le daba sentimientos de tranquilidad, de protección... buceó en los recuerdos de tiempos en que todo se hacía sin pensar demasiado, en los días en que Karlos entraba sigiloso por la ventana del ático para deslizarse por su alcoba y pasar toda la noche riendo, cuando tan sólo tenían que tener un pensamiento, una proposición para preparar la mochila y marchar de viaje. Temía que su apatía y su dejadez alejaran de su vida a un hombre que le demostraba tanto amor.
- Hace tiempo que no reímos... Su voz denotaba abatimiento, incluso derrota.
- Lo sé, siempre estoy... cansada.
Karlos se retiró de ella para cogerla en brazos, la dejó en su sillón favorito, junto a su libro y sus gafas, y él se acomodó en el sofá de tres plazas para pasar la tarde bajo el aire acondicionado de su vecina, no tardó en quedarse dormido.
Cuando despertó con la voz de Jorge que llamaba quejumbroso a su hija descubrió a Belén durmiendo a su lado, acurrucada en él, intentó con éxito retirarse sin despertarla, se levantó sorteando su cuerpo y fue a atender las necesidades del hombre.
La proposición le recordó que hacía mucho que no compartían momentos de intimidad. Cerró los ojos, el sutil balanceo de sus cuerpos le daba sentimientos de tranquilidad, de protección... buceó en los recuerdos de tiempos en que todo se hacía sin pensar demasiado, en los días en que Karlos entraba sigiloso por la ventana del ático para deslizarse por su alcoba y pasar toda la noche riendo, cuando tan sólo tenían que tener un pensamiento, una proposición para preparar la mochila y marchar de viaje. Temía que su apatía y su dejadez alejaran de su vida a un hombre que le demostraba tanto amor.
- Hace tiempo que no reímos... Su voz denotaba abatimiento, incluso derrota.
- Lo sé, siempre estoy... cansada.
Karlos se retiró de ella para cogerla en brazos, la dejó en su sillón favorito, junto a su libro y sus gafas, y él se acomodó en el sofá de tres plazas para pasar la tarde bajo el aire acondicionado de su vecina, no tardó en quedarse dormido.
Cuando despertó con la voz de Jorge que llamaba quejumbroso a su hija descubrió a Belén durmiendo a su lado, acurrucada en él, intentó con éxito retirarse sin despertarla, se levantó sorteando su cuerpo y fue a atender las necesidades del hombre.
Nieves, bonita historia.
ResponderEliminarKarlos sirve para todo.
Besos, buena semana
Ese despertar para Karlos debió ser muy lindo. :)
ResponderEliminarAbrazos
Una tierna historia!!!! Agracias a este vecino,amigo y amante,Belén no se siente tan sola. Pienso que en estos casos siempre se necesita a alguien con la que te sientas arropada y te comprenda.
ResponderEliminarMil besos!!!
Un vecino así cualquiera de nosotros lo queremos! A mano cuando necesitamos su ayuda y su ternura, un abrazo Nieves!
ResponderEliminarTernura de historia. Enhorabuena
ResponderEliminarun abrazo
fus
Muchísimas gracias chicas y chicos por vuestra visita y comentarios.
ResponderEliminarUn besote a cada uno de vosotros;
Vero
Joseep
Patry
Cristina
Fus
:D