Hace tiempo que me he rendido. Fui una amante de las películas de terror desde muy temprana edad. Desde que aquel viernes noche mi madre en calidad de hija mayor me dejó ver mi primer programa de la clave. La película con la que me bauticé ... "Los ladrones de ultracuerpos". A partir de ahí lo vi todo; Drácula, Frankenstein, el hombre lobo... clásicos y las del momento. Lo vi todo. lo bueno, lo malo, lo pésimo y las obras maestras, siempre en busca del miedo, de la inquietud, del insomnio, del mirar en la esquina del dormitorio o ese final de pasillo siempre con esa oscuridad tan extraña como para ocultar a él... mi monstruo.
Hace tiempo que me he rendido. Y con cierta melancolía y pesar recuerdo mi miedo ancestral, el primigenio, el que me acompañó en toda mi infancia.
Mi miedo nacía en un sueño que terminaba convirtiéndose en pesadilla. Se repetía constantemente, casi todas las noches. Llegaba interrumpiendo todos mis sueño. De pronto ahí estaba, ese ruido, ese rugido, esa respiración tras de mi. Yo corría para escapar de sus fauces, sentía que era mas veloz que yo pero que le divertía hacerme sufrir, llevarme al limite del terror hasta hacerme llorar. Pensaba que me alcanzaría y que me arrastraría a su hedionda cueva en el infierno. Yo corría, gritaba y lloraba. Muchas de esas madrugadas terminaba en el suelo, sentía como caía en esos 20 centímetros de abismo que hay entre tu mullido colchón y el frío suelo. A veces llamaba a mi madre, llorando, otras lloraba en soledad o simplemente estaba paralizada del mismo miedo. Ese es el miedo de la infancia, el cándido miedo de los 7 años. Con el tiempo ese miedo se desvaneció cuando descubrí que ese rugido y esa fuerte respiración era el ronquido de mi padre que dormía en la habitación adyacente a la mía. Sus ronquidos irrumpían en mi mundo onírico dando rienda suelta a mis peores pesadillas. Y así poco a poco esta amante del cine de terror fue alimentándose de todas esas películas hasta llegar al triste punto de que ya ninguna me hace mirar ese negro rincón del dormitorio con el espanto de saber que me observa, que ese ser maligno que fue creado en el mismo averno, me vigila esperando el mejor momento para succionarme al abismo. Mi miedo murió con los años. Hace tiempo que me he rendido.
Mi miedo de la infancia eran unas caras enormes que se me acercaban amenazantes, creo que esas pesadillas acompañan en la edad temprana a muchos chicos, luego van cambiando y se presentan con situaciones más reales pero no menos angustiantes, en la vida adulta. No miro las peliculas de terror, solo las de suspenso, y trato de que no sea por la noche porque seguro alguna se me presentará disfrazada en los sueños. Un abrazo Nieves!
ResponderEliminarNo me atrevo a decirte que lamento que ya no sufras por esas cosas. A mí me parece que está muy bien. Bastantes sufrimientos nos da la vida, como para que tengamos que buscarnos otros adicionales.
ResponderEliminarUn abrazo.
que bella entrada te felicito
ResponderEliminarqué bonito, Nieves
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